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El Perelló, refugio diplomático en la Guerra Civil

Para muchos valencianos, El Perelló es sinónimo de descanso y vacaciones. Hoy se ha olvidado, pero la localidad turística fue un hervidero de anécdotas cuando València fue capital de la República

| 24/05/2021 | 12 min, 26 seg

VALÈNCIA.- Noviembre de 1936. Ante el acoso de la fuerzas franquistas sobre Madrid, el comunista Francisco Largo Caballero, que ocupa desde hace apenas un mes la jefatura del Gobierno de una República que preside Manuel Azaña, decide trasladar el gobierno a una zona más segura: València. Tras los ministros, llegaron las embajadas. La decisión tuvo una curiosa consecuencia para El Perelló, que se convirtió en el lugar de acogida de algunos equipos consulares.

Para entender el papel que jugó El Perelló en esta época hay que trasladarse unos años atrás. El pueblo era muy pequeño y sus habitantes se dedicaban básicamente a la agricultura y a la pesca. Sin embargo, era un lugar vacacional para familias burguesas de València y Sueca. Algunas de las lujosas casas de estas familias todavía se conservan hoy: como la casa Blanca, la casa Sancho o la casa de la familia Lliberós. Entre ellas había una que destacaba, el chalet del maestro Serrano, una auténtica joya arquitectónica pegada al mar. Si muchos miembros del Gobierno habían elegido la lujosa Náquera como residencia, no es de extrañar que los embajadores y sus séquitos optaran por un lugar igualmente distinguido mientras trabajaban en València.

En aquellos días, la playa de El Perelló estaba repleta de dunas. Durante los meses de invierno era un lugar más tranquilo, su población no llegaba a los quinientos habitantes y en verano aumentaba un poco. Las calles eran de barro y la diferencia entre las casas de la gente adinerada y las barracas de los oriundos era enorme. Pero la localidad era una joyita muy deseada por sus veraneantes, pues ahí tenían espacio para disfrutar de toda la tranquilidad de la que carecían en la capital. Por eso, ya a finales del siglo XIX y principios del XX, hubo intentos de convertir El Perelló en una especie de Mónaco o Biarritz. A pesar de que con el tiempo no se convirtió en un lugar tan exclusivo, el pueblo sí que conservó toda su solera. 

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El Perelló, poco a poco, fue cogiendo mayor importancia y fama. A ello contribuyó el compositor José Serrano Simeón, quien construyó, gracias a la donación del terreno por parte del pueblo y otras instituciones, un impresionante chalet con una torre mirador y jardín que los vecinos todavía añoran. Fue él quien empezó a dar más celebridad a la localidad y la puso en el mapa. Tenía un gran cariño por este pueblo, tanto es así que, a pesar de ser suecano, cuando escapaba de Madrid se iba directamente a El Perelló sin pasar por otras poblaciones.

Del chalet solo se conservan fotografías, desgraciadamente. Su destrucción supuso una conmoción para los perelloneros. Javier Puchol Marco, quien fue el cura del pueblo durante cuarenta años, recuerda el día que lo derribaron: «‘Están derribando el chalet del Mestre Serrano’, gritaba la gente». Pilló tan por sorpresa que el propio don Javier tiene aún presente cómo salían volando las partituras del chalet.

A la consolidación de El Perelló contribuyó que el compositor José Serrano Simeón construyera un impresionante chalet con una torre

El Perelló tenía bastante importancia antes de la guerra, pero cuando esta se inició la tuvo todavía más. Era el mes de febrero de 1937 y llegaba al pueblo Ángel Llorca, un prestigioso maestro y pedagogo vinculado a la Institución Libre de Enseñanza. Llorca instaló, junto a la pedagoga Justa Freire, una colonia de niños refugiados en El Perelló. 

La colonia formaba parte del proyecto Comunidades Familiares de Educación y, en el caso de la de El Perelló, tuvo la particularidad de que los profesores y los alumnos convivían agrupados en núcleos familiares. Este proyecto estuvo vigente dos años, hasta marzo de 1939. Su paso dejó huella en los niños y hoy se conservan algunos de sus dibujos en la Biblioteca Nacional de España.

Consulados 

València se convirtió en capital de la II República desde el 6 de noviembre de 1936 y ostentará esa categoría hasta el 31 de octubre de 1937, cuando el médico y sucesor de Largo Caballero como presidente del Gobierno, Juan Negrín, decida trasladar el gobierno a Barcelona.

En este marco se estableció el consulado británico en El Perelló. Quedan aún algunos escasos recuerdos de ello. El vecino Julián Pons todavía no ha olvidado una anécdota relacionada con estas delegaciones diplomáticas. Él era un niño cuando empezó la guerra y un día su padre le contó que, en un chalet cercano a Les Palmeres, estaba establecido el consulado británico. «Un día vimos pasar un coche y mi padre me dijo: ‘Mira, ese coche es de la embajada inglesa, que está en el chalet de don Julio en Les Palmeres’ Entonces la Pava [un Heinkel He 46 de la Legión Cóndor] empezó a ametrallar al coche de la embajada y nosotros nos refugiamos en un cañar», recuerda Pons. 

Algunos testimonios rememoran que, en realidad, en el chalet de don Julio vivían diplomáticos de los Estados Unidos. Sin embargo, el testimonio de Julián Pons es igualmente valioso ya que, gracias a la hemeroteca, se puede confirmar que sí existió en El Perelló un consulado británico o, en su defecto, la residencia consular británica. Lo que no se sabe con seguridad es dónde estaba ubicada.

Varios periódicos ingleses y franceses relatan hechos muy parecidos a los que Pons hace referencia. El diario británico Western Mail & South Gales News, el 1 de julio de 1938, titulaba así una de sus noticias: «Atacado el coche de la Embajada Británica: En una incursión, aviones bombarderos han atacado El Perelló, un pequeño pueblo donde residen la mayoría de los cónsules y representantes diplomáticos de países extranjeros. En esta zona, considerada como neutral, uno de los coches de la embajada británica ha sido alcanzado por las balas, aunque no hay víctimas».

También otro diario británico, el Belfast Telegraph se hacía eco de esta noticia. En Francia también publicaron este suceso. El periódico L’Humanité lo recogía e incidía también en que El Perelló estaba considerado como una zona neutral, en la que residían diplomáticos y niños refugiados. Por su parte otro diario francés, La France de Bourdeaux et du Sud-Ouest también publicaba la misma noticia. 

En el caso de los británicos, dos cónsules vivieron en El Perelló. El primero de ellos fue William John Sullivan, tal y como recoge el periódico estadounidense The Evening Star el 29 de enero de 1938. «Hoy se ha estado considerando el abandono del viceconsulado estadounidense en València a causa de los constantes bombardeos. Los británicos ya han trasladado a su vicecónsul W. J. Sullivan a El Perelló, un pequeño pueblo situado a 18 millas al sur de València. El diplomático limita su trabajo en la capital a una o dos horas cada mañana. El personal de la embajada de los Estados Unidos se ha establecido en El Perelló y el vicecónsul de los EEUU, Lee Worley, vive allí parte del tiempo».

Según consta en los archivos de la Office of The Historian de los Estados Unidos, el cónsul de los EEUU en Valencia, Lee Worley, ocupó su cargo desde el 10 de septiembre de 1937 hasta el 1 de julio de 1938. A Worley le sucedió Woodruff Wallner desde el 10 de junio de 1938 hasta el 29 de mayo de 1939, ambos bajo las órdenes del embajador Claude Bowers. Los dos pasaron gran parte de su tiempo en El Perelló.

El cónsul británico George Gooden  fue fundamental en el curso de la guerra por su apoyo al coronel Casado, quien se levantó contra Negrín

En el caso británico el cónsul W. J. Sullivan fue sustituido por George Goodden, quien tuvo un papel trascendental en la huida del coronel Segismundo Casado. Este coronel fue decisivo en el final de la Guerra Civil. A finales de marzo de 1939 Casado dio un golpe de Estado dentro de territorio republicano, lo que acabó con el mandato de Juan Negrín. Tras ello fue Casado quien impulsó las negociaciones para la entrega de Madrid al bando nacional, lo que supuso el fin de la guerra.

Los historiadores Ángel Bahamonde Magro y Javier Cervera Gil recogen perfectamente el papel de Goodden en su libro Así terminó la Guerra de España (1999). Según los autores, el diplomático estaba al tanto de las intenciones de Segismundo Casado antes del golpe y fue él quien ayudó al coronel republicano a exiliarse, desde el puerto de Gandia, bajo protección británica.

Asimismo el hoy plácido Perelló fue un puerto de guerra. Los periódicos franceses hablaban de la presencia de barcos militares franceses en El Perelló. El periódico L’Ouest-Éclair menciona, el 16 de septiembre de 1938, la llegada del Ouragan, el Orage y el Bourrasque, y señala que esos tres barcos de guerra llegaron esa semana a El Perelló.

Igualmente, barcos de guerra británicos atracaban por aquellas fechas en esta población de La Ribera. En concreto el periódico The Western Morning News & Daily Gazette recogía la salida desde la localidad del Hyperion, el 6 de agosto del 1938. Este destructor medía 98 metros de eslora y durante la Guerra Civil tuvo la función de impedir la llegada de armamento a España, tal y como se había establecido en el Comité de no Intervención.

«Una banda de facciosos»

Pero además, la presencia de estos barcos y diplomáticos queda recogida en los documentos oficiales de los Estados Unidos. El día 8 de julio de 1938 el cónsul de los Estados Unidos en València, Wallner, le envió una carta al secretario de Estado en la que El Perelló aparecía como protagonista. Wallner consideraba que, en caso de una evacuación de los diplomáticos y ciudadanos estadounidenses, lo ideal sería hacerla por El Perelló. Según él, a pesar de que en los planes oficiales estaba previsto hacerlo desde Gandia, él creía que la localidad costera ocupaba un lugar mucho más idóneo. El cónsul escribió: «Aunque el puerto de Gandia es, junto a València, el punto de embarque más deseable, las circunstancias locales hacen que sea peligroso o imposible llegar hasta Gandía para embarcar». 

En el siguiente párrafo Wallner añade: «En tal caso el lugar idóneo para embarcar podría ser la playa de El Perelló. Un pequeño arroyo entra al mar en ese punto y, aunque el agua no tiene más de tres pies de profundidad, yo he sido testigo de desembarcos exitosos tanto de la armada francesa como de la británica, que consideran el lugar satisfactorio si el clima está en calma.  De hecho, figura como un punto de concentración alternativo en el plan de evacuación de los consulados de ambas naciones [Francia y Gran Bretaña]».

La petición del cónsul estadounidense Wallner fue bien recibida por el secretario de Estado George S. Messersmith. «Su sugerencia sobre el posible uso de la playa de El Perelló como punto alternativo de embarque, en caso de que las condiciones locales dificulten o pongan en peligro el uso del puerto de Gandía, ha sido transmitida al Departamento de la Marina y al almirante en mando del escuadrón naval estadounidense en el Mediterráneo», escribía el secretario de Estado.

Gracias a todos estos documentos se puede ver la presencia destacada de buques británicos y franceses en El Perelló. Aunque de momento no ha aparecido la constancia de si existió realmente un consulado francés, la memoria popular recuerda que este se situó en la entrada de El Perelló, en el Socarrat. Lo que sí está comprobada es la presencia de ciudadanos franceses que ayudaban a los niños de la colonia de refugiados. Juan M. Fernández Soria en su trabajo sobre La asistencia a la infancia en la Guerra Civil recoge que en la colonia de El Perelló, además de estar financiada por el Social Workes Committee de Nueva York, también había «estudiantes franceses que contribuyeron al padrinazgo de algunos niños». Además de ello, la colonia de niños de El Perelló fue visitada por una delegación femenina francesa como consta en los diarios de Justa Freire.

El Perelló tuvo otras anécdotas relacionadas con la política en aquellos años de conflicto bélico. Entre otras destaca ‘La batalla de El Perelló’, que tuvo como protagonistas a Largo Caballero y Santiago Carrillo. El 23 de octubre de 1937, el aquel entonces diputado de las Cortes y expresidente del Gobierno, Largo Caballero, salió de València para dar un mitin en Alicante. Al dirigente socialista le acompañaban Santiago Carrillo y Rodolfo Llopis. Al llegar a la carretera de El Saler fueron interceptados por la Guardia de Asalto de El Perellonet. Los guardias les pidieron la documentación y les dijeron que tenían la orden de no dejarles salir de la ciudad de València. La orden respondía a que la situación general que se vivía era muy intensa, y estaba emitida por el Gobierno de la República.

Tras este incidente Largo Caballero decidió saltarse la prohibición y seguir su camino. Los guardias no les permitieron seguir motorizados y tuvieron que desplazarse a pie hasta que llegaron a El Perelló. Los perelloneros vieron llegar a un grupo de Guardias de Asalto armados acompañando a unas personas sudorosas que parecían «una banda de facciosos», tal y como confesaba el propio Caballero en una carta. Los vecinos se quedaron muy sorprendidos ya que no esperaban encontrar entre ese grupo al que hasta hacía poco había sido el presidente del Gobierno. 

* Este artículo se publicó originalmente en el número 79 (mayo 2021) de la revista Plaza

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