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El viaje que convirtió a dos valencianos en cazadores de tornados

Javi y Vicky están enamorados del cine y del turismo. Ahora planean una escapada para vivir el día de la marmota y otra para sentarse en el banco de madera donde Forrest Gump esperaba el autobús 

| 26/09/2024 | 13 min, 30 seg

VALÈNCIA. Cada cierto tiempo, el cine lanza una película sobre tornados, casi un género en sí mismo. Y muchos espectadores, ensimismados ante ese torbellino de efectos especiales, piensan en lo bello y emocionante que sería perseguir un tornado por alguna de las grandes llanuras del centro de los Estados Unidos. Pero esa gente luego sale del cine, sigue sus vidas y olvida ese espíritu aventurero que alberga dentro de ellos.

A Javier Vidal y Vicky Roig, de 56 y 55 años, siempre les llamaron la atención los fenómenos meteorológicos extremos. Y el algoritmo, que es sabio y jamás olvida tus gustos, alimentaba un día su pasión con vídeos de oleajes extremos que barrían todo lo que encontraban en la orilla. Esta pareja de valencianos disfrutaba viendo la fuerza de la naturaleza cuando el algoritmo deslizó una nueva carta sobre el tapete: los tornados. Cómo resistirse al poder arrollador de estos remolinos de viento que succionan todo lo que sale a su paso hasta causar un efecto devastador.

Entre dos de esos vídeos, a Javi y Vicky les apareció un anuncio. Una empresa ofrecía la posibilidad de perseguir y cazar un tornado en Estados Unidos. Se miraron, sonrieron y se preguntaron: «¿Y por qué no?». A mediados de abril de 2011, después de pasar unos días en Nueva York, su ciudad fetiche, la que visitan casi todos los años, tenían que volar de Nueva York a Texas para empezar su viaje detrás de los tornados, pero precisamente uno muy potente obligó a cancelar el vuelo que tenían previsto tomar de Nueva York a Dallas. «Sí, es curioso, pero no pudimos coger el avión el 22 de abril por culpa de un tornado».

No es difícil encontrar información sobre lo que sucedió ese día. Hay, incluso, una entrada en Wikipedia que habla de un tornado EF4, con vientos de hasta km/h, donde más de tres mil edificios resultaron gravemente dañados. Solo en ese mes, se registraron veinticuatro de esa misma categoría en Estados Unidos. Como bien se explica en la película Twister, los tornados no se miden por cómo son, o al menos no solo por cómo son, sino por el daño que causan. 

La escala Fujita mejorada o EF categoriza la fuerza de los tornados en Estados Unidos según los daños que provocan. Esta escala reemplazó a la escala Fujita-Pearson (1971) y se puso en marcha el 1 de febrero de 2007. El primer escalón es el EF0, con «daños leves» y vientos de 105 a 137 km/h; luego ya viene el EF1, «daños moderados» y vientos de 138 a 178 km/h, casi una anécdota; el EF2 ya ocasiona «daños considerables» y vientos de 179 a 218 km/h, deja de ser una broma; el EF3 ya es algo terrible, con «daños graves» y vientos de 219 a 266 km/h; el EF4, con «daños devastadores» y vientos de 267 a 322 km/h, es un tornado que ya merece una entrada en Wikipedia, y el EF5 es una tragedia por «daños increíbles» y vientos superiores a 322 km/h (200 millas/hora).

A Javi y Vicky es imposible sonsacarles a qué se dedican. La pregunta, repetida hasta en cuatro ocasiones, solo encuentra silencios incómodos y evasivas. Parecen una misteriosa pareja de película. Da la sensación de que les ha tocado el Gordo o que tenían una tía rica y solterona que les ha dejado una herencia, pero Vicky solo cuenta que tiene un blog (¿?) y Javi explica que tuvieron una cadena de videoclubs por toda España que, evidentemente, ya cerró, pero que les dejó el gusto por las películas.

Una de las preguntas recibe otra respuesta interesante. «Somos viajeros», contesta Javi antes de irse directamente a contar aquella aventura. «Siempre nos han atraído mucho los viajes que tuvieran que ver con el cine. Ese nos gustaba mucho por la película Twister». Twister es un largometraje de 1996, dirigido por Jan de Bont (La caza del octubre rojo, Instinto Básico o Arma Letal 3) y protagonizada por Helen Hunt y Bill Paxton, que interpretan a una pareja obsesionada con los tornados, un fenómeno meteorológico muy común en las grandes llanuras de Estados Unidos. La película fue un éxito de taquilla y recibió algunos premios tanto por sus efectos especiales como por su sonido. Solo el primer fin de semana recaudó 41,1 millones de dólares. Ahora se ha hecho una nueva película, Twisters, dirigida por Lee Isaac Chung, que, básicamente, trata sobre lo mismo, chico y chica que se dedican a perseguir tornados.

Vicky saca del bolso un objeto y lo coloca sobre la mesa. Es un regalo promocional. Un cilindro lleno de agua y cubierto de pegatinas que, si lo agitas, se forma una espiral líquida. Es una manera de explicar cómo es un tornado. Aunque ahora interviene Javi para sintetizar cómo se forman. «Allí son todo llanuras. Los tornados se forman porque el aire cálido del golfo de México se junta con el aire frío de las Rocosas. El aire caliente sube, el frío baja y se forma una corriente que genera el tornado y empieza a succionar».

Javi tiene algunos conocimientos de meteorología porque se sacó el título de patrón de yate y porque dedica mucho tiempo a jugar con simuladores de vuelo en los que el tiempo juega su papel. «Soy un friki total», bromea antes de empezar a relatar su viaje en busca de los tornados. La experiencia comenzó en Amarillo, una ciudad de doscientos mil habitantes en el estado de Texas. La capital del helio, porque se produce mucho, y la ciudad de las bombas, porque allí está Pantex, la única planta de ensamblaje y desmontaje de armas nucleares del país.

Un puñado de turistas que llenan dos furgonetas y en las que solo ellos y un inglés vienen de Europa. Al frente de la expedición, el organizador de estos tours y un meteorólogo de la televisión que se saca un extra con estos viajes. Su olfato es el que va a determinar el éxito de esta inversión que supera los dos mil dólares. Porque nadie te puede asegurar que vayas a ver un tornado. Y eso, además, implica recorrer grandes distancias cada día. Distancias que, para un español, parecen impensables. «Salimos de Texas, que está al sur, y, ya en el norte, llegamos a ver un cartel que señalaba que estábamos a cincuenta millas (unos ochenta kilómetros) de Canadá. Llegas hasta los estados de Dakota del Norte y Minnesota», comentan.

Por las mañanas quedaban en el hotel, desayunaban y hacían una reunión en la que el meteorólogo les enseñaba en una pantalla dónde estaban las tormentas y hacia dónde tenían que dirigirse. Cientos de kilómetros por el centro de Estados Unidos en busca de tornados que se esfumaban antes de que ellos llegaran, pero que les permitieron, ahí está la gracia de este viaje, descubrir la América profunda. «La furgoneta iba equipada con ordenadores y radares que el meteorólogo no dejaba de vigilar, aunque, a veces, teníamos que parar para que hiciera las conexiones con su cadena de televisión. El viaje lo hicimos a finales de abril porque la época de los tornados va de abril hasta principios de junio».

Cada día se pegaban una panzada de kilómetros. Estados Unidos es un país gigantesco y recorrerlo de sur a norte significa pasarse muchísimas horas al volante. «En comparación con Europa es como si salieras de València y dijeran que hay previsión de tormentas en Suiza y te tienes que ir a Suiza. Y cuando llegas a Suiza, dicen que la siguiente previsión es en Oslo y te tienes que ir a Oslo. Nunca sabes dónde vas a dormir. Vas donde se la juega el meteorólogo, que vive de su olfato. Y acabas durmiendo en los famosos moteles de carretera. Pasas por sitios donde te encuentras a los verdaderos ‘cazatornados’, que se mueven con unos vehículos que se parecen mucho a los que salen en la película, con planchas debajo para no salir volando y cosas así. Todo muy sofisticado».

Vicky explica que es muy difícil ver un tornado. Que el viaje no consiste en salir e ir a ver uno con la convicción de quien sale a ver un monumento que no se mueve del sitio. Pero que el recorrido tiene su encanto, parando a dormir en esos moteles de carretera que salen en las películas, o entrando en bares donde hacía mucho tiempo que no entraba un forastero. A Javi le conquistó lo que le echaban en el plato: «Si te gusta la carne, ahí se come muy buena carne».

El premio a su inversión económica y a tantas horas de furgoneta llegó en Canadian County (Oklahoma). Al principio, por la carretera, les llamó la atención que había muchos coches parados en el arcén. Luego empezaron a entender lo que pasaba. La policía había cortado el paso, se escuchaban sirenas y, de repente, un helicóptero comenzó a sobrevolar la zona. «Nosotros nos metimos debajo de un puente, porque caía granizo y llovía como en horizontal. Luego nos paramos en una gasolinera abandonada y el coche se movía mucho. Llevábamos puesta la televisión, el canal 4 de la Fox, donde salían imágenes del tornado desde el mismo helicóptero que habíamos visto pasar por encima».

Javi, pasados trece años, no olvida las sensaciones de aquel día: «Cuando se acerca un tornado es como si viniera un tren de mercancías desbocado, empieza a temblar hasta el suelo. Llegas a verlo a cuatro o cinco kilómetros». Están cerca, pero no tan cerca como salen en las películas o como llegan a estar los verdaderos ‘cazatornados’. «La compañía siempre te advierte que no te va a poner en peligro, que tú siempre podrás verlo desde una distancia de seguridad. Otra cosa son los verdaderos apasionados de estos fenómenos. Hace cinco o seis años murieron dos 'cazatornados’, padre e hijo, y la familia estaba muy contenta porque habían muerto haciendo lo que querían. Preferían eso a morirse de otra forma».

Vicky recuerda que al principio ves la trompa y comienza a soplar un viento muy fuerte. Son solo unos segundos, pero cuando pasan, todo ha cambiado, el tornado ha arrasado el horizonte. «De repente miras y empiezas a verlo todo caído, los postes de la luz, camiones tumbados, árboles derribados… Arrasa con todo en unos pocos segundos. No más de quince segundos. Luego te metes hacia la población y ves a la gente salir de los refugios que tienen. Van saliendo, como topos, de esos escondites alejados de los edificios, zonas donde no hay árboles ni nada para no morir aplastados. Es impresionante y, más que miedo, da emoción».

Los dos, excitados por el recuerdo, se pisan uno al otro en la conversación. El recuerdo del tornado, su tornado, les hace revivir una experiencia inolvidable. «Vas con la furgoneta y de repente el cielo se hace oscuro. Son las tres de la tarde y parece que sea de noche. Ves coches de policía y cuando llegan los helicópteros ya sabes que el tornado está cerca. Empiezan a cortar las carreteras. La gente se va metiendo por donde puede. Y luego ya escuchas el ruido del tornado e impresiona una barbaridad. Aunque hay una cosa que es importante advertir: nosotros teníamos muchas ganas de ver un tornado, pero no queríamos que le pasara nada a nadie», asegura Javier Vidal.

Pero sí que pasa. Vicky Roig apunta que ese tornado mató a cinco personas. Fue un tornado EF4, con vientos de 270 km/h. La prensa del día después aportó esa información tan triste, que la espiral tenía un ancho de 800 metros y que recorrió 50 kilómetros en los que dejó su huella de destrucción.

La primera semana salieron de Texas y pasaron por Oklahoma, Missouri y Kansas. La segunda semana salieron desde Denver y circularon por Dakota del Sur, Dakota del Norte y llegaron hasta Minnesota. «Cuando vi el cartel de Canadá a cincuenta millas pensé: "madre mía y ahora tenemos que volver a recorrer el país entero hasta el sur, porque acabábamos en Amarillo". Haces muchos kilómetros, pero lo tienen bien montado y programan otras cosas para entretenerte».

El viaje incluía una visita al monte Rushmore, que se encuentra en el estado de Dakota del Sur, en las Colinas Negras, y que es famoso porque se esculpieron, sobre la parte de granito de la montaña, las caras, de dieciocho metros de altura, de cuatro presidentes de los Estados Unidos: George Washington, Thomas Jefferson, Theodore Roosevelt y Abraham Lincoln. Aunque parte de su popularidad se debe a su aparición en la película Con la muerte en los talones, dirigida por Alfred Hitchcock. También tuvieron la oportunidad de ver a una tribu cheroqui.

Aquello les gustó y tenían planeado volver. «Nos había entrado el espíritu de los cazadores de tornados». Pero llegó la pandemia y todo cambió. Los viajes inspirados en el cine siguieron presentes y, un año después de perseguir los tornados, se embarcaron en un crucero que iba a recrear durante doce días el viaje de Titanic, aprovechando que se cumplían cien años de su hundimiento en el Atlántico Norte, el 15 de abril de 1912, tras chocar contra un iceberg. 

Un crucero zarpó del puerto de Southampton. Los pasajeros iban vestidos de época y los menús estaban inspirados en los que se sirvieron durante los días antes del accidente en el que murieron 1.495 personas. «Hacía el mismo trayecto y llegamos al punto donde se hundió el Titanic el mismo día y a la misma hora. Se celebró una misa y había familiares de los fallecidos. Echaron unas flores y durante todo el día se estuvieron leyendo los nombres de los fallecidos. Y también pasamos por Halifax, en Canadá, que era el puerto más próximo al Titanic cuando se hundió. Fue muy emotivo. Me acordé mucho de lo que salía en la película porque a esa hora, a las dos y cuarto, hacía un frío que pelaba».

La imaginación no para de planear más viajes de película. Uno que tienen pendiente es el de Atrapado en el tiempo, la película del día de la marmota, un acto festivo que se celebra el 2 de febrero en varios lugares, aunque el más conocido es Punxsutawney, en el estado de Pensilvania. Ese día, la marmota sale de hibernar en su madriguera y su comportamiento sirve para determinar si se alargará el invierno o si se adelantará la primavera.

Y también quieren ir a Savannah (Georgia), donde se supone que está el parque donde Forrest Gump (Tom Hanks) se sienta en un banco de madera a esperar el autobús, el lugar desde el que va contándole su vida a todo el que se sienta al lado. Fin. 

* Este artículo se publicó originalmente en el número 119 (septiembre 2024) de la revista Plaza

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