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Elia Barceló: El sentido agudo del tiempo

La multipremiada escritora alicantina acaba de ser galardonada con el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por la novela El efecto Frankenstein, de tintes históricos y de misterio, pero además presenta La noche de plata, en el que la autora explora esta vez el género negro

| 29/11/2020 | 11 min, 4 seg

VALÈNCIA.- La escritora alicantina Elia Barceló (Elda, 1957) acumula muchas buenas noticias en los últimos tiempos. Acaba de ganar el prestigioso Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil que otorga el Ministerio de Cultura con la novela El efecto Frankenstein (Edebé, 2019), pero además su pueblo natal le ha reconocido con el título de Hija Predilecta. «Me ha impactado mucho y me ha emocionado, pero lo que más ilusión me ha hecho es que me hayan dado un honor así siendo mujer», apunta. Siempre atenta a los detalles, no deja pasar la oportunidad para resaltar, en todo momento, la importancia de seguir avanzando en la igualdad entre hombres y mujeres desde todos los ámbitos y, por supuesto, también desde las instituciones.

«Es curioso pensar que nuestro pueblo existe desde mucho antes de la conquista romana, pero, todas las personas destacables, a lo largo de los siglos, siempre han sido hombres», afirma. Ahora, ella será la primera mujer a la que Elda le otorga un distintivo de estas características. «Es grato ver que a veces se hace la luz y la gente se da cuenta de que las mujeres somos la mitad de la sociedad, algo que indica que vamos progresando en el camino correcto», sentencia. 

Sesenta y tres años antes de esto, nació en el hospital Perpetuo Socorro de Alicante, un 29 de enero, aunque siempre vivió en Elda con una infancia y adolescencia «enormemente feliz». Fue la primera hija y nieta en la familia, algo muy deseado por su entorno, que siempre la trató con mucho amor, como ella misma rememora. «Todos estaban encantados conmigo», comenta con cariño. Vivía entre libros e historias porque sus abuelos paternos —su abuela había sido cantante de ópera— eran muy aficionados a los relatos. 

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«Me pasé la vida dentro de una fabulación, entre ficciones», recuerda. Así que no tardó en aficionarse a la lectura, pero también al cine, donde pasaba largas tardes viendo películas que, muchas veces, no acababan como ella quería. «Siempre pensaba que me gustaría poder cambiar los guiones, así que comencé a escribir mis propias historias; a partir de ahí, dejé de aburrirme para siempre». Descubrió una pasión que nunca le abandonaría. 

De Elda a Innsbruck

Cuando creció se marchó a estudiar Filología Anglogermánica a València y, posteriormente, realizó Filología Hispánica en las universidades de Alicante e Innsbruck (Austria). Fue en este último lugar donde se doctoró y donde ha ejercido hasta hace tres años como profesora de Estudios Hispánicos. Antes, en Alicante, conoció a quien hoy es su marido, el austriaco Klaus Eisterer. En su época de estudiantes, se encontraron fortuitamente en el típico baile universitario de las películas, como no podía ser de otra manera en su vida, y se acompañaron durante su formación universitaria. Nada les ha separado hasta el día de hoy. Él, catedrático de Historia Contemporánea, es el compañero de vida con el que Elia formó una familia, junto a sus dos hijos, lo que le alejó en cierto modo de su tierra, aunque sin cortar jamás los estrechos lazos familiares que le siguen uniendo. «Vengo siempre que puedo y me gusta recorrer el pueblo cuando no es un día especial y todo el mundo anda ocupado haciendo sus cosas», confiesa. 

En Alicante pasa todos los veranos, pero no sin añoranza. «Lo que yo echo de menos de Elda es algo absolutamente imposible de recuperar, porque es un tiempo y no un lugar: mi infancia y la adolescencia», explica. Casi todo lo que ella recuerda ya no está físicamente, aunque sigue en su memoria. «Echo de menos esa sensación de futuro que tenía entonces y que me hacía preguntarme qué sería de mí, porque ahora ya ha llegado ese momento que imaginaba», describe. Las preguntas sobre qué quería hacer, dónde iba a ir o qué experiencias iba a tener ya no están abiertas. Todo eso ya no está delante, sino detrás. Lo fundamental ya se ha cumplido y, cuando hace balance, se siente satisfecha. «Nunca pensé que llegaría tan lejos y, mucho menos, que llegaría a ser escritora», afirma. 

«echo de menos esa sensación de futuro que me hacía preguntarme qué sería de mí, porque ya ha llegado ese momento»

No pensaba siquiera que eso pudiera ser una profesión. Sí le parecía bonito, pero no una profesión. En todo caso, algo para hombres y, en su mayoría, todos muertos. «No se ponían nunca ejemplos de escritoras y, si lo hacían, eran extranjeras», recuerda. Tampoco ahora le recomienda a nadie que viva solo de escribir libros. «Quien lo hace hipoteca su libertad, porque tendrá que escribir cualquier cosa que le pidan para poder comer», sentencia. Por eso recomienda lo mismo a los políticos. «Deberían tener un trabajo complementario al de la política, acumulando antes un mínimo de diez años de experiencia y sabiendo lo que es trabajar, para dedicarse como mucho dos periodos y después volver a su lugar, porque entonces acabarán sirviendo al partido en lugar de servir al país». 

Ella siempre compatibilizó. Trabajó sin descanso para poder sacarse la carrera en dos años y trasladarse a Austria con quien entonces era su novio y después pasó a ser esposo. Combinó más tarde su trabajó con el cuidado de su familia y la pasión por la escritura, que le ha dado ya más de treinta libros en los que plasma, además de una historia, todos sus principios. Esos valores como el feminismo, para ella irrenunciable —siempre en busca de la igualdad—, que forman parte de su esencia y de su libertad para escribir. Quizá la clave para construir algo tan bueno como El efecto Frankenstein, que bien vale un premio nacional. Pero, si de la dedicación a la literatura a tiempo parcial le ha brotado semejante libro, nadie sabe lo que podrá suceder a partir de ahora, que se ha entregado por completo a la escritura. 

«Todo texto se escribe frase a frase y, aunque puedas dedicarle diez minutos, es importante sentarte a hacerlo», explica. Sin embargo, desde que se prejubiló siente todavía más libertad y puede dedicarle aún más tiempo a la soledad de la inspiración. 

RAFA MOLINA

Sentir el tiempo 

Elia Barceló tiene una aguda conciencia de ser un ser en el tiempo, con una extrema fijación por la historia. «Siempre me paso la vida mirando hacia detrás y hacia delante, dándome cuenta de que estoy en el punto de encaje entre lo que fue y lo que va a ser», describe. Es lo que su marido denomina ‘hipercronía’, la sensación de sentir el tiempo. «A veces no tiene ninguna gracia estar siempre perdido en el tiempo, pero otras veces es una fuente de placer», afirma la autora. De hecho, incluso le ayuda a no sentirse sola: «siempre intuyes presencia a tu alrededor». 

Cuando atraviesa un lugar histórico no puede evitar hacerse preguntas e imaginar historias. Un cruce de épocas que en muchas ocasiones acaba también reflejado en sus libros. Eso es, precisamente, lo que ocurre en su novela recientemente premiada, donde se mezcla el pasado con el presente. «Considero que lo que sucede en un momento siempre es producto de algo anterior», apunta. Por eso contextualiza sus novelas describiendo el pasado de sus protagonistas. Pero en este caso va más allá, acentuándolo con un viaje en el tiempo en el que aprovecha para poner de manifiesto los avances en las conquistas sociales.

La protagonista de El efecto Frankenstein es Nora, una joven estudiante de Medicina que conoce a un peculiar muchacho del siglo XVIII, quien le hace retroceder doscientos años en el tiempo. Un momento en el que la democracia y la búsqueda de la felicidad no eran un derecho sino algo que costaría mucho trabajo lograr. Transcurre en la ciudad alemana de Ingolstadt, donde se ambienta la mítica historia del Frankenstein de 1818. A través de un arduo trabajo de documentación histórica, Elia Barceló muestra la evolución del rol de la mujer en los últimos dos siglos, algo muy valorado por el jurado que decidió premiarla. Una mezcla de épocas que de alguna manera también está presente en su El eco de la piel (Roca Editorial, 2019) o en otras obras suyas como Cordeluna (Edebé, 2007).

«soy feminista, pero llegué a pensar, idiota de mí, que estaba todo conseguido»

Sus libros son así una valiosa lección de historia con un punto de vista novedoso. Durante mucho tiempo, a nadie se le ocurrió contar una historia desde el punto de vista de una mujer, un esclavo, un homosexual o cualquier persona que no fuese dominante. Sin embargo, poco a poco eso se empieza a cambiar. Pero, entonces  ¿qué hay de verdad en la historia que ya se conoce? Para Barceló, no puede haber una sola verdad porque siempre hay muchos puntos de vista. Lo compara con una maraña estereográfica. 

«Sucede que, en ocasiones, no ves algo por mucho que esté delante de tus narices; unas personas ven claramente una cosa y otras ven otra, pero ambas son verdad, así que lo único que podemos hacer es tratar de ser más flexibles y empáticos». Una cuestión de respeto, más que de tolerancia. «Cuando estás en posición dominante, toleras al de abajo, pero cuando respetas, estás de tú a tú». Respeto es, por tanto, algo que conviene estimular más en la sociedad, antes de que la polarización y la demonización del contrario conduzca a la repetición de la historia.

Igualdad entre sexos y clases

Ante el peligro de que eso suceda, la alicantina pone todo su empeño en ofrecer ese punto de vista respetuoso, pero contundente, a través de la literatura. «Yo soy feminista, pero llegué a pensar, idiota de mí, que estaba todo conseguido —comenta la autora—. Pronto me di cuenta, no solo de que no era así, sino de que, en cuanto te descuidas, las cosas van para atrás». Por eso insiste en la necesidad de que hombres y mujeres sigan trabajando la igualdad para conseguir la equidad entre sexos y clases sociales.

«No es una lucha de mujeres contra hombres, sino por la conquista del bien de todos», apunta. En El efecto Frankenstein incide también sobre la responsabilidad individual de las personas dentro de una sociedad que debe aspirar a ser igualitaria. «Oigo mucho eso de ‘tengo mis derechos’, pero nadie habla de sus responsabilidades, obligaciones o compromisos —afirma la autora—. La vida no es un juego en el que, cuando te matan y sale game over todo vuelve a empezar, sino que los actos tienen consecuencias», añade.

Su medio para que cale ese mensaje de valores son sus libros, con historias intrigantes y conmovedoras, como el último que acaba de llegar a las librerías de toda España hace escasas semanas: La noche de plata (Roca Editorial, 2020). Elia Barceló presenta así una novela en la que vuelve a cambiar de registro. Esta vez se decanta por una trama policial, en una historia que trata la monstruosidad humana y la falta de control y de castigo a las personas que hacen daño a los niños y niñas. en el centro, una mujer. Es una expolicía y madre de una niña que desapareció hace décadas. Se involucra en un nuevo caso de otra niña desaparecida.

«Es un paso más en mi carrera porque me fijo más en la parte policial y criminal, pero pertenece completamente a mi estilo», explica la escritora. Una novela negra, pero híbrida, en la que también hay tiempo, amor, secreto, misterios, resoluciones e incluso ese desconcierto que da no saber quién es uno mismo y quiénes son los demás. «Es mi novela más oscura; para mí, la favorita nunca es la última en ser publicada, sino la que esté trabajando en ese momento», sentencia. Mientras sigue escribiendo —ya tiene cuatro entre manos—, los lectores juzgarán. Pero ese sólido contenido, combinado con la proyección que le ha dado el galardón nacional, parece que la impulsarán hacia otro nuevo fenómeno best seller que añadir a su amplio listado de libros y premios. 

* Este artículo se publicó originalmente en el número 72 (noviembre 2020) de la revista Plaza

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