La historia de la pizza es la historia de la humanidad. Antes de la invasión de las hamburguesas, antes del perrito, los tacos, los sándwiches o el pollo frito; mucho antes de que el sushi y el kebab le arrebataran el cetro, la reina, o mejor, la emperatriz era la pizza. Probablemente el plato más maltratado que existe en el planeta tierra, pero también el más universal y desde hace unas pocas semanas reconocido por la Unesco como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Un apunte, la rama de las Naciones Unidas que vela por la Educación, la Ciencia y la Cultura no ha reconocido la pizza sin más, sino la pizza napolitana, y más concretamente “el arte tradicional de los pizzaiuoli napolitanos”.
En España consumimos alrededor de 4,3 kilos de pizza por persona, lejos de los casi 8 kilos por cabeza que comen en Italia, y muy lejos de los, atención, 13 kilos de pizza al año que engullen en Estados Unidos, país que lidera el ranking de comedores de pizza. Desde aquellas bases congeladas en las que durante nuestra infancia las madres (al menos la mía) echaba un chorretón de tomate Solis y las sobras de los últimos tres días, pasando por las pizzas con bordes rellenas de queso de Pizza Hut, el sacrilegio de la pizza hawaiana, los engendros made in Telepizza materializados en pizza de nachos o pizza de Kitkat y algunos ejemplos decentes de pizzas congeladas, desde entonces la cosa ha evolucionado y algunos restaurantes italianos han trabajado por devolverle la dignidad a su plato estrella. También en Valencia, donde hay un puñado de sitios en los que se puede comer buena y auténtica pizza napolitana (o no). ¿Cuáles son las mejores pizzas de la ciudad según el elenco de expertos a los que hemos preguntado?