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el cudolet / OPINIÓN

Fernando Pessoa pesa más en su ciudad natal que Blasco Ibáñez en la suya

19/01/2019 - 

Los ciudadanos de Lisboa se jactan de la figura del escritor Fernando Pessoa, su imagen pesa mucho en su ciudad natal, cuando uno se desplaza a la bella ciudad de la costa del atlántico respira un profundo aroma poético. Lisboa es una ciudad-estado bañada por la poesía de la pluma personal del escritor. Sucede lo mismo en Dublín con James Joyce, y en otras tantas ciudades que han visto nacer maestros de la literatura universal.  

La ciudad de València vive estos días un “desasosiego” en torno a la situación del legado cultural de otro genial escritor. Vamos a volver a revivir otra necrológica de la pluma estilográfica de Blasco si no se suscribe a tiempo el acuerdo económico que demanda su Fundación. El asunto de la externalización de la obra de Blasco Ibáñez, si se lleva a término, tras la posible fuga cultural de su testamento literario a la población de Burjassot o a la Biblioteca Nacional, será un fracaso político de los que sacan pecho de lo propio. València no puede permitirse el éxodo del Moisés valenciano de las letras por una simple cuestión de simbolismo o patriotismo literario. La obra de Blasco Ibáñez es universal. Blasco Ibáñez cabalgó por el Apocalipsis abanderando el naturalismo valenciano. Mariano Benlliure o Joaquín Sorolla son dos ejemplos del destierro que refuerza mi tesis personal de que en València casi nada está en su sitio.

Los motivos que proponen los guardianes del patrimonio cultural del escritor son razonables, cubrir y atender el convenio económico demandado al Ayuntamiento. A Blasco le debemos mucho. “Vicente Blasco Ibáñez fabricaba cantidad de prosa clara y enérgica”, escribió el pintor valenciano Fillol, además de haber creado el paisaje de la naturaleza valenciana rebozada de letras en las brillantes páginas de sus novelas más costumbristas. El director del periódico El Pueblo, de corte republicano, tras su fallecimiento sufrió el ostracismo de varias generaciones de la sociedad valenciana. El alma de Blasco vagó por el purgatorio sin rumbo. Tan sólo herederos, fieles seguidores, biógrafos e historiadores han mantenido viva la llama de la memoria del periodista, escritor y político más polémico y singular del siglo pasado. El nihilismo sobre la figura de Blasco Ibáñez ha estado abonado a la más absoluta indiferencia por una cuestión ideológica por parte de la derecha católica valenciana o la izquierda nacionalista reaccionaria. Ciertos avatares pesan sobre el escritor como una losa, su fuerte anticlericalismo, la enérgica defensa por el sistema de gobierno de la República o la escritura de casi toda su obra en lengua castellana, factores clave para el no rescate de su cadáver literario. Tras la guerra civil, la dictadura franquista fosilizó a Vicente Blasco Ibáñez en su casa veraniega, el chalet de la Malvarrosa. Hasta 1980 no se firmó el acuerdo de compraventa de los terrenos del edificio de la Malvarrosa por los herederos del escritor con el Ayuntamiento de València, que dirigía el socialista Ricard Pérez Casado, para la rehabilitación de la finca. Ni Ricard Pérez Casado ni Clementina Ródenas vieron vestir el inmueble. Pasaron diecisiete años para ver crecer la Casa Museo de Blasco Ibáñez de la Malvarrosa. En 1997 quedó inaugurada bajo la dirección del gobierno municipal de Rita Barberá. La lentitud en las obras se debió en gran parte al grave estado de abandono que sufrió el chalet durante décadas, confirmando lo que era un secreto a voces, la figura de Blasco era incómoda para todos.

La situación cultural del relato valenciano no debe ser excluyente ni estar condenado al ostracismo por la ideología del que gobierna. Suele estar contaminado por esa enfermedad hemofílica del sectarismo lingüístico que procesa la València progresista o conservadora del siglo pasado. Ricard Bellveser en un magnifico artículo escribió sin tapujos: “El relato valenciano del siglo XXI debe ser conciliador, no excluyente, unificador, ilusionante, restaurador, capaz de recuperar y desagraviar tanto olvido de intelectuales, artistas y creadores valencianos exiliados de la historia del valencianismo, las más de las veces por pertenecer a la Valencia castellana, por no utilizar el valenciano de un modo monolingüe y por no ajustarse al paradigma hasta ahora dominante que tan solo reconoce a un grupo de personajes condenado al otro al olvido”.  Estoy convencido de que a Fernando Pessoa le hubiese gustado que la ciudad de València reconociera a su coetáneo Vicente Blasco Ibáñez de la misma manera que lo hacen sin anclajes en su ciudad natal.

Foto: KIKE TABERNER

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