Cabe cuestionarse si el modelo de negocio de las grandes circuitos es la competición o los ingresos
VALÈNCIA.- En 2004, cuando Suiza ganó la Jarra de las Cien Guineas a Nueva Zelanda, comenzó una nueva época en la Copa América y en las competiciones de vela en general. Lo que era una competición entre caballeros, defendiendo a un club y representando a la tecnología de un país, se convirtió en un negocio con el firme propósito de enriquecer las arcas del armador que había conquistado la Copa América. Fue Ernesto Bertarelli el que, por medio de ACM (Americas Cup Management), inició lo que ahora se ha convertido en algo muy habitual. Bertarelli gestionó la Copa América de 2007 con esa empresa, que dirigía Michael Bonafus y que buscó el sitio para la celebración (València) y se encargó de toda la parafernalia que conlleva esta competición.
El testigo lo tomó Russell Coutts organizando con los dineros de su mecenas Larry Ellisson el circuito RC 44, donde se apuntaban por invitación los grandes millonarios del mundo para regatear a tiempo real y llevando la caña del barco ellos mismos con presupuestos que rondaban el millón de euros. Un negocio tan rentable que hizo a Russell Coutts más millonario de lo que ya era.
Así podemos enumerar una decena de circuitos de vela, que están dirigidos a la exclusiva de los armadores más ricos del mundo. Pasando por las 52 Super Series, circuito en el que Doug DeVos (Quantum), Alberto Roemmers (Azzurra) y Niklas Zennström (Ran) fueron los impulsores del circuito que dirige el español Agustín Zulueta, y que está en manos de los armadores Doug DeVos y Niklas Zennström, donde regatea la flor y la nata de los regatistas mundiales. Sus armadores son los actuales dueños de los equipos de las 52 Super Series, circuito que desde sus inicios, cuando se denominaba MedCup (de 2004 a 2011), su propósito era ser una buena herramienta para hacer negocio y aún sigue con esos objetivos, además de pasárselo bien navegando.
No nos tenemos que marchar muy atrás en el tiempo para observar que dos nuevos eventos nacieron con este afán de hacer negocio. El primero de ellos fue la Copa América que ganaron los neozelandeses a los americanos en Bahamas y que cuando la defendieron en Auckland ante los italianos de Prada, Grant Dalton, el que siempre ha tenido la vitola de caballero honrado de la vela comenzó a negociar con ella y que ahora, para afrontar la segunda defensa, está subastándola al mejor postor. Esa subasta comienza en 250 millones de dólares y algunas prebendas más e intentan pujar por ella España, Irlanda y Emiratos Árabes.
Larry Ellison, el millonario dueño de la empresa informática Oracle, que cuenta con una fortuna de 63.000 millones de euros, lleva dos años intentando organizar su particular Copa América. Ellison ha financiado las dos primeras ediciones de un nuevo circuito de catamaranes F50, que se llama Sail GP. Su hombre de confianza para hacerlo es Russell Coutts, que sigue enriqueciéndose a través de negociar las sedes por las que pasa el circuito. Las sedes pagan, dependiendo del interés que tengan los países para albergar la prueba. Por ejemplo, España, en concreto Cádiz, ha soltado un millón de euros por organizar uno de los eventos y tiene firmado ya otro millón de euros para el evento de 2022.
Centrándonos en lo acontecido en Cádiz el pasado mes de octubre, está en entredicho si el valor del evento asciende a ese millón de euros que han puesto entre la Junta de Andalucía y la Diputación de Cádiz para dos días de regatas. De acuerdo que ciudades como Cádiz necesitan de vez en cuando un evento grande para colocarlas en el mundo. La presencia del rey Felipe y la de un equipo español, el Victoria, al que paga íntegramente sus gastos Larry Ellison, animaron a los gaditanos a salir al malecón a ver cómo levitan esos catamaranes que son capaces de alcanzar los 50 nudos de velocidad.
El evento en sí no dejó de ser una regata más de barcos de velocidad sin ninguna táctica que no sea salir el primero para lograr el lado bueno del campo de regatas. Puro marketing para los equipos participantes, en los que hay regatistas buenos, pero no del nivel de los que participan en los RC 44 o en las 52 Super Series. Postureo, nada más.
Por lo que respecta al equipo español se trata de un proyecto ilusionante, aunque haría falta un patrocinador o varios que aportaran el dinero para que el equipo pueda seguir en 2022, que es cuando Larry Ellison dejará de ser el mecenas del equipo español, aunque seguirá siendo el dueño del circuito y del barco. El Spanish Sailing Team lo primero que ha hecho es contratar a una agencia de marketing y comunicación para intentar sacar rendimiento a las actuaciones del equipo. Resulta que, como casi siempre pasa, estas agencias son contratadas a dedo y sin importar la experiencia que tengan. No saben de vela ni de circuitos internacionales y, por supuesto, tampoco de comunicación como ya se ha demostrado en 2021.
El caso es que el mayor presupuesto del equipo se lo lleva la comunicación y no han sabido darle ese toque de excelencia que debería tener en este circuito. En el equipo todos los regatistas son españoles. Hay dos chicas para tener cierta paridad y el patrón viene impuesto por la organización. El del Victoria es el neozelandés Phil Robertson, lo que obliga al resto de españoles a recibir las órdenes en inglés, circunstancia muy negativa para el Victoria, que ya ha volcado dos veces por falta de una buena comunicación entre el patrón y el resto de regatistas.
La última volcada fue precisamente en Cádiz, en un día con viento de Levante de 30 nudos y estando avisados de que una mala maniobra podría romper el barco. Ochenta minutos antes de la regata, Phil Robertson y el equipo salieron a la bahía a entrenar algunas maniobras. Hicieron un largo desde la bocana del puerto de Cádiz hasta Valdelagrana con puntas de intensidad de viento de 35 nudos. Una vez allí había que trasluchar para volver a Cádiz y en vez de parar el barco para facilitar el regreso se trasluchó en marcha. Esto provocó que se fueran de arribada y que clavaran por la proa los dos patines. El resultado fue que el Victoria volcó y rompió su ala-vela impidiendo su participación en las regatas del día y su posible clasificación para la final. La culpa fue de una mala comunicación entre patrón y tripulantes. La pregunta es clara: ¿Por qué si en el barco hay dos buenos patrones, Diego Botín y Jordi Xammar, no se le encomienda a uno de los dos esa tarea? Porque en el contrato que tiene el equipo con Sail GP hay una cláusula que obliga a tener un patrón que designe la organización.
Estos negocios proliferan en la vela mundial, que ha pasado de ser patrocinada por empresas privadas a ser pagadas por estamentos públicos. ¿Lo próximo será la Copa América en España? Esperemos que no.
* Este artículo se publicó originalmente en el número 85 (noviembre 2021) de la revista Plaza