Jacobo Amador (Valencia, 1993) es un tatuador errante, que lleva años viajando de forma casi continua por el mundo. Su chaladura con el picante se desató precisamente hace cuatro años, durante su primer viaje a México. En su estancia en el país azteca, el peregrinaje diario a las taquerías se convirtió en una especie de culto religioso. “Empecé con el picante poco a poco, y fui subiendo el nivel, desarrollando mucha resistencia. A día de hoy, desayuno, como y ceno con salsa picante. Es mi religión”.
Esta nueva pasión encontró la horma de su zapato en la pujante escena valenciana de los frikis de los chiles, en la que conviven pequeños productores de salsas de autor como Santi Picante, fundador de Chili Lovers, o los organizadores del Campeonato de España de Comer Chiles en Algemesí, más conocido como The Hell Contest.
Jacobo entró en contacto con Santi hace unos cinco meses, cuando se presentó como participante en el concurso de picante que se organiza en Monterrey, uno de los bares de rock and roll más conocidos de la ciudad. Los competidores y competidoras han de poner a prueba su estómago para superar cinco retos, cuyo nivel de dificultad va in crescendo según ascendemos en la famosa escala Scoville -medida internacional que indica el nivel de picante de los chiles, que a su vez depende de la concentración de capsaicina-. “Concursé esa única vez y quedé el tercero. Empezamos con cacahuetes y maíz picantes, después chiles frescos, chupito de cazalla picante… -recuerda-. Al terminar el concurso me acerqué a Santi y le confesé que llevaba tiempo dándole vueltas a la idea de crear una salsa que tuviera un rollo como de la terreta”.
La idea de hacer una salsa de creamet, enfocada sobre todo a los esmorzars, hay que atribuirla a la madre de Jacobo. Es fácil imaginar al típico correcaminos de los templos del almuerzo con un botecito en el bolsillo para darle el toque mágico a su almussafes o su blanc i negre; un gesto muy cool, lo mires por donde lo mires. Amador ha diseñado una etiqueta en la que convergen la simbología histórica valenciana -el murciélago- con la estética misteriosa de las máscaras danzantes mexicanas. Todo ello pasado por el tamiz de su propio estilo como tatuador old school, con colores rotundos y líneas gruesas. Digamos que es una salsa que te entra por los ojos.
Después de hacer varias pruebas de ingredientes y texturas, Santi y Jacobo se decantaron por una fórmula sencilla y sabrosa: café, chocolate habanero, chipotle, azúcar, sal, canela, limón, pimienta y ron quemado. Todo cien por cien natural y elaborado en un pequeño obrador de Alboraya. “Descartamos otras variantes como la de que incluía cebolla, porque dominaba demasiado el sabor final, o la cáscara de naranja”. En cuanto al hot level, el bote nos indica que estamos en un 7 sobre 10 o, lo que es lo mismo, 15.000 puntos SHU (Scoville Heat Units). En román paladino, lo que significa es que el nivel de “quemazón” es notable, pero soportable. “No está pensada para expertos, sino para que le pueda gustar a todo el mundo”, confirman los autores.
Para una persona con aversión al sufrimiento, como la periodista que escribe estas líneas, esta salsa creamet tiene varios puntos a favor. El primero y principal, es que los sabores de los ingredientes son perfectamente reconocibles y, por tanto, nos remiten al cremaet valenciano de toda la vida. El segundo es su versatilidad. Lo hemos probado con varios bocadillos, patatas fritas y hamburguesa, y confirmamos que marida muy bien con casi cualquier cosa. Tiene un punto dulce, pero comedido, y tiene un grado de picante suficientemente interesante como para que sea imposible pasar desapercibido, pero sin llevarse por delante el producto principal.

¿Y dónde la consigo?
El objetivo final es que la salsa cremaet se venda en grandes superficies de Valencia, aunque el lanzamiento del producto -que tendrá un precio de 15 euros- se centrará en puntos de venta muy concretos, como el Enchílame, en el barrio de Ruzafa. También podrá adquirirse a través de la web de Jacobo, que ha habilitado una lista de pre-order, para cuando llegue la primera remesa de salsas, en los próximos días. Además, han organizado varias catas abiertas al público durante el mes de julio. Una en La Despensa de Frida, en el mercado de Ruzafa, y otra el 25 de julio en el pub George Best de Arrancapins.
“La cultura del picante ha tardado mucho en llegar a España, sobre todo si lo comparamos con otros países como Estados Unidos, pero viene ya, y muy fuerte”, asegura Jacobo.