Cada vez cuesta más encontrar un buen plato de cuchara, una receta tradicional bien ejecutada, una familia que continúe con el legado culinario de sus antepasados. Los Riquelme son una de esas excepciones, una de las últimas casas de comidas que sobreviven en la ciudad de Alicante para regocijo de quienes amamos la gastronomía que reconforta y calienta el alma.
Su historia vinculada a la cocina comienza con la bisabuela Concha, que hacía arroces en la playa de El Pinet. Continuó la abuela Ángeles, que heredó el oficio y la tradición, que después Ramón Riquelme hizo pervivir otra generación más. Este 2025 se cumplen 50 años desde que el patriarca comenzara su andadura en el sector con su primer negocio: la barbacoa de la mítica discoteca “Il Paradiso”. Sus hijos, Moncho, David y Rocío, son quienes ahora mantienen encendida la llama de la tradición y el respeto al pasado. Moncho, el mayor, es el gerente y suele estar en Casa Riquelme. David es el que se encarga de la logística y ejecución de las paellas gigantes, otro de sus proyectos, y Rocío les echa un cable siempre que puede, ya que tiene una asesoría, Adelante Gastronómica. “Nació tras la pandemia, tras la demanda de amigos que tenían restaurantes y me pedían ayuda para elaborar cartas y conseguir rentabilidad. Entonces me formé en consultoría gastronómica y empecé a ayudar al sector a profesionalizarse, a calcular la rentabilidad de sus negocios y a optimizar la parte de gestión a la que muchas veces los propietarios no llegan por falta de tiempo”, explica a Guía Hedonista.

Cuando te sientas en una de las mesas de Casa Riquelme, comprendes muchas cosas. Aquí, sirven su famoso aperitivo Riquelme: pulpo seco, mussola y budellet. “Es algo muy nuestro, que se comía en Alicante cuando mis padres eran pequeños pero se perdió, así que ahora somos el único restaurante que sirve estos productos”. Marisco fresco, salazones o embutidos de la Vall de Guadalest completan el repertorio de entrantes. Como platos principales, también hacen olleta de blat, por el arraigo que tienen a esta zona del interior de Alicante, ya que Confrides fue uno de los primeros pueblos en los que Ramón hizo una paella gigante. El arroz con pata o el arroz Riquelme, con cola de gamba, atún y rape, son también otros de sus platos estrella. Pero el indiscutible protagonista de su propuesta es el caldero de Alicante, que nada tiene que ver con el caldero de Tabarca, el murciano o el santapolero, ya que lleva salmorreta. Así es como lo hacían los pescadores del barrio Raval Roig, de quienes Ramón Riquelme aprendió a hacerlo. Lo elaboran con arroz J. Sendra de Tartana y lo sirven en dos pases: primero el arroz, ya que le dan mucha importancia al grano porque recoge todo el sabor, y después el pescado. El arroz queda meloso y sabroso, mientras que el pescado de roca era gallina y lubina aquel día, durante sus XI Jornadas Gastronómicas dedicadas al arroz y como tributo al Caldero Riquelme, como receta alicantina que ha pasado de generación en generación en esta familia, una delicia para los sentidos.


- Foto: Rafa Molina

“Mi padre es una persona que, sin muchos recursos y de manera autodidacta, ha sabido cocinar siempre con mucho cariño… ¡y hasta se presentó a un Récord Guiness!”. Es Rocío Riquelme quien nos cuenta con orgullo cómo Ramón ha sido siempre el motor de esta familia gastronómica. Ahora, ya jubilado, está siempre en la retaguardia, dándoles sabios consejos. “De él hemos aprendido valores como el trabajo, la constancia y la humildad: hay que tener los pies en la tierra”.
Ramón Riquelme tuvo un primer negocio propio, algo atípico, en la Plaza del Carmen: no estaba abierto al público, solamente funcionaba como reservado para personalidades. Políticos, deportistas o empresarios comieron allí durante los 20 años que estuvo en funcionamiento. Allí se hizo famoso el caldero, que luego mantuvo como plato estrella en el actual Casa Riquelme (Carrer Vázquez de Mella 17, Alicante), que abrió en 2012 por petición de muchos alicantinos que les demandaban poder degustar sus arroces en un restaurante, ya que siempre lo hacían cuando en alguna fiesta de la ciudad cocinaban una paella gigante. Precisamente esta línea de negocio, la más mediática, nació por la idea de un cliente de uno de sus primeros bares, que le propuso a Ramón hacer una paella para 200 personas en el barrio de San José de Carolinas. Hasta entonces él solo había hecho hasta 100 personas, pero le salió bien y poco a poco fue subiendo en comensales. La familia Riquelme ha cocinado, durante tres décadas, paellas gigantes para más de medio millón de personas en diferentes lugares del mundo: de Verona a Gotemburgo, pasando por Dublín, Londres, París, Dijon, Dubai, Riad o Miami. Y, tras tantas aventuras, también hay muchas anécdotas: “cuando mi padre cruzó el charco en los años 90, la paella gigante viajó cortada por la mitad en un avión, y como costaba más traerla que hacer una nueva en España, la dejó en América. En ese viaje, llevó la ñora deshidratada en el forro de la chaqueta para asegurarse de que llegaba, ya que es uno de los ingredientes estrella de sus paellas”.

- Fotos: Rafa Molina
¿Habrá una siguiente generación en Casa Riquelme? “Son 10 nietos, quiero y espero que sí. Mi sobrina la mayor ya está de camarera en el restaurante, aunque estudia magisterio. Creemos que es importante que aunque sea de manera esporádica todos pasen por el restaurante para que entiendan y valoren el esfuerzo que hicieron sus abuelos y que ahora hacen sus padres y tíos”. Aquí, el futuro huele y sabe a caldero alicantino en olla de hierro fundido.