Siempre he pensado que “mamá” es la palabra más bonita (y nutritiva) del mundo. Ella nos alimentó en su vientre mediante el cordón umbilical durante las cuarenta semanas de gestación, antes de que viéramos la luz. Ella fue nuestro primer alimento: por su leche materna lloramos a pleno pulmón nada más nacer. Primero, nos nutrió a través de su pecho con infinita paciencia y también dolor. Después nos preparó con amor cada biberón, cada potito, cada puré, cada pieza de fruta. Más tarde, los primeros guisos, cuando ya podíamos sostener una cuchara. El bocadillo para el recreo, la paella o el cocido de los domingos, los filetes empanados, el pescado rebozado, la menestra de verduras, el pollo al horno. Años más tarde, los tuppers de albóndigas o de lentejas.
Muchas madres siguen alimentándonos cuando volvemos a casa, pero otras ya no están. Como Marisa Sánchez, madre de los hermanos Paniego, matriarca de la familia del histórico Hotel Restaurante Echaurren, que falleció en 2018. Mama Festival Gastronómico, celebrado a principios de agosto en Ezcaray (La Rioja), fue un homenaje a Marisa y a todas las mujeres cocineras que, quizá, no han tenido la visibilidad que merecían. Porque muchas se han dedicado profesionalmente a este oficio pero han estado escondidas en las cocinas.

Al escenario se subieron varias cocineras que también son madres: ellas ahora sí tienen ese reconocimiento, al menos mediático. Este año, la región invitada era la Comunidad Valenciana. Alejandra Herrador de Atalaya reivindicó el caldito de pollo, tan maternal. El no tirar nada, como hacían nuestras abuelas. Muchos aprendizajes que, por culpa de las prisas y la comodidad, a veces se nos olvidan. Ellas lo sabían todo. Las abuelas, antes de serlo, fueron madres y también hijas. Es una cadena de madres que alimentan y nutren, que crían y cocinan. El cordón umbilical raras veces se rompe. La madre de Alejandra, por ejemplo, elabora toda la vajilla de Atalaya. Begoña Rodrigo habla de la importancia de inspirar a otras mujeres: “Si yo lo he conseguido, que no soy la más lista de la clase, ellas también pueden”. Ser espejo, ser referente. Ella también es madre y sale a menudo de la cocina para reivindicar con sus palabras, siempre tan afiladas y certeras. “No todas las madres cocinan bien”, esgrime. Sus verdades siempre alimentan.

Susi Díaz cuenta que estudió Corte y Confección pero cuando conoció a José María decidieron emprender algo juntos. La duda era si abrir una tienda o un restaurante… y así nació La Finca. “En aquella época, si quería ver a mis hijos me los tenía que llevar al restaurante”, confiesa micrófono en mano. Vicky Sevilla explica que ella empezó en un chiringuito de Formentera, pero enseguida eligió La Finca para hacer unas prácticas “porque Susi era mujer”. Fue entonces cuando entendió que había otra manera de hacer las cosas, “con sensibilidad y buen gusto”. Su restaurante, Arrels, cierra los domingos y los lunes para poder conciliar con la vida personal, porque ella también es madre.


Cuántas mujeres, cuántas madres, cuántas abuelas. Vicente Patiño, otro de los invitados a Mama, cuenta que sus abuelos empezaron vendiendo horchata y agua limón por los pueblos. “Luego tuvieron cafetería, casa de comidas, heladería y hasta discotecas”. Dice que tiene siempre muy presente la memoria gustativa de las recetas de su madre. Y también su rol de padre: “Saiti ha ido evolucionando en estos 12 años. Al principio montamos un bistró de 12 mesas porque yo venía de la alta gastronomía, pero decidí tomarme las cosas de otra manera, tenía ganas de cocinar sin presión. Ahora solamente tenemos 6 mesas, lo que me permite estar con mi familia, que es lo más importante de mi vida”. Entre el público, la mirada emocionada de su mujer y de sus dos hijos que, por primera vez, le ven sobre el escenario de un congreso gastronómico.

Luis Valls explica, con esa sencillez abrumadora que le caracteriza, que le gustan las berenjenas rellenas de su madre Rosa. Él ahora versiona en El Poblet el plato de galeras con tomate que ella le preparaba: en la pantalla, nos muestra un vídeo en el que ella prueba la versión de su hijo. Ricard Camarena, uno de los pilares de la cocina valenciana, entona una oda emocional: “Mama como festival gastronómico dignifica el legado de Marisa Sánchez y de las madres de todos”. Francis Paniego, uno de sus hijos y organizador de este emotivo festival junto a Eurotoques, ha conseguido crear algo único: han sacado la cocina de las madres a las calles del precioso municipio de Ezcaray. “La gastronomía tiene el poder de dinamizar pueblos y comarcas”, reflexiona. Y ellos lo han hecho con intención y mucho corazón.
Kiko Moya explica que su madre Rita y su tía Nieves estuvieron en una parte muy oscura, relegadas y sin reconocimiento. Y, sobre el escenario, porque él sí que tiene voz y voto, reivindica la enorme carga de trabajo que cargaban sobre sus hombros. “A día de hoy muy pocas personas la podrían soportar”, explica. Después, emplata con tocinillo de cielo como lo hacían ellas, con esa pulcritud y delicadeza propia de esas manos que, horas antes, estaban lavando y planchando manteles.
Qué importante es celebrar, como hizo Mama Festival Gastronómico, a esa generación de mujeres que han sido trabajadoras incansables dentro y fuera del hogar, cuidadoras infinitas, anfitrionas innatas. Ellas, que casi siempre eran cocineras por mandato o por necesidad y, solamente en contadas ocasiones, por vocación.