Así se elabora la miel de romero de Apiberia Miel, galardonada con la medalla de oro a la mejor del mundo de 2025 en la categoría de miel de romero monofloral en los London Honey Awards. Un premio que también logró en la pasada edición su miel de azahar.
Entre Camporrobles y Fuenterrobles, en el corazón de un bosque mediterráneo y alejado de la vista humana, se entrevé un colmenar. Huele a romero, y la genista pone el color a ese espacio marrón y verde en el que se encuentran las colmenas, dispuestas en hilera. El calor del verano —y más este año— estresa a las abejas, que salen de sus enjambres con un zumbido constante, profundo y armonioso. Es el sonido de la naturaleza. Jonatan Belmar abre la cubierta de una de ellas y mueve los cuadros del alza melaria para comprobar si las celdas de miel están selladas con cera. No lo están, así que cierra la tapa y abre otra para repetir el procedimiento. Aroa Marco replica lo que hace Jonatan y la pequeña Noah va de un lado a otro con el ahumador para calmar a las abejas. Todos ellos, abejas y familia, son Apiberia Miel, una empresa familiar que ha logrado situar a dos de sus mieles monoflorales como las mejores del mundo. Son su miel de azahar y su miel de romero, reconocidas con la medalla de oro en los London Honey Awards de 2024 y 2025 respectivamente.

- - Alfons Rodríguez

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- Fotos: Alfons Rodríguez
Ese reconocimiento no es fruto del trabajo de Jonatan como apicultor o de las abejas como recolectoras de néctar, sino de un trabajo conjunto. También de esa relación interdependiente entre ambos: «Sin abejas no hay miel, y sin apicultor muchas colmenas no sobrevivirían». Lo sabe muy bien, pues desde hace ocho años se dedica exclusivamente a cuidar de su colmenar. «Cuando tenía catorce años ayudaba a mi tío con las colmenas que tenía en Camporrobles y en Paterna, una afición que yo también seguí los fines de semana cuidando a un colmenar de trescientas colmenas. Lo compaginaba con mi trabajo de soldador profesional, pero en 2017 decidí dejarlo todo y dedicarme a la apicultura exclusivamente», relata Jonatan. Dos años más tarde fundó Apiberia Miel, ubicada entre Fuenterrobles y Camporrobles, en la zona de Utiel-Requena. Proyecto al que se unió Aroa Marco, ingeniera de montes, que ahora centra su trabajo investigando en temas de tecnologías de la información y la comunicación (TIC) contra el cambio climático desde la Universitat Politècnica de València (UPV).
Desde entonces la vida de Jonatan está aquí, junto a las abejas, aunque esto no sería posible sin el apoyo de su pareja Aroa y su pequeña Noah. Enfundada con su traje de apicultura rosa se desenvuelve con gran soltura. Sin miedo abre una de las cajas y coge un cuadro para enseñarlo a cámara. Las celdas hexagonales están repletas de abejas que se desplazan sobre la superficie. A sus siete años Noah no muestra ni un ápice de miedo y lo deja con cuidado para no hacer daño a ninguna de esas abejas que revolotean nerviosas. Coge otra celda y enseguida identifica a la abeja reina. Es más alargada que el resto y a su alrededor hay un cierto espacio. Jonatan la llama y le muestra un cuadro con dos larvas de abeja reina: «Esto es porque la actual abeja reina está débil y hay que reemplazarla. De ellas sobrevivirá la más fuerte». Noah lo escucha con atención y sigue sus pasos; el tiempo dirá si también se convierte en apicultora profesional.

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- Fotos: Alfons Rodríguez
De la colmena a la mesa
Jonatan observa con detenimiento los panales para comprobar si la miel ya está madura para la extracción. Menos del 70% de las celdas están cubiertas por una capa de cera, así que todavía hay que esperar un poco más. Cuando llegue ese momento recolectará la miel de forma artesanal y natural. «Nuestra miel es cruda, es decir, ha sido extraída de la colmena y mínimamente filtrada, conservando así sus propiedades naturales, y envasada en frío para preservar sus enzimas, polen, antioxidantes y minerales», comenta Aroa sobre su pureza. Ese respeto por el proceso natural da como resultado un sabor auténtico, con matices que varían según la floración: «La miel de azahar destaca por su delicado aroma floral, su sabor suave con notas cítricas y su textura sedosa, mientras que la de romero es más dulce y con ligeras notas herbales». Ambas han sido reconocidas con la medalla de oro en los London Honey Awards.
Según explican, en este prestigioso certamen, distintos catadores internacionales puntúan las mieles de todo el mundo según su aroma, textura y propiedades. Se celebra anualmente, y en la edición de este año la miel valenciana logró la mayor puntuación y con ello la medalla de oro del certamen. «Es un subidón para nosotros y también nos ayuda a dar visibilidad a nuestra empresa», detalla Aroa. Aún es pronto, pero para la edición del año que viene prevén presentar su miel de tomillo.

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En el terreno hay poco más de veinte colmenas, aunque en total tienen un millar. Jonatan practica la trashumancia de abejas, que consiste en trasladar las colmenas de abejas durante el año, en busca de la floración que se va dando mes a mes en distintas especies vegetales. Es una actividad demandante que exige mucho movimiento de las colmenas para obtener buenos resultados y lograr distintas variedades de miel. Azahar, tomillo, romero, brezo, espliego, de bosque… «Para lograr la máxima calidad de nuestras mieles seguimos la floración de cada especie», explica Jonatan en esa búsqueda de la primavera eterna en lugares como Cuenca, Albacete, Teruel, Guadalajara o Burgos. Dentro de poco las colmenas que se sitúan aquí serán transportadas a otro lugar. «La trashumancia la realizo de noche para evitar las altas temperaturas», concreta el apicultor.
Esta práctica también tiene un impacto positivo en la naturaleza: «Es un beneficio mutuo, porque con la trashumancia y la polinización de las abejas los agricultores aumentan el rendimiento de los cultivos». Al respecto, Jonatan recuerda que casi el 90% de las plantas con flores necesitan la polinización para reproducirse, además el 75% de los cultivos alimentarios del mundo y un 35% de las tierras agrícolas del planeta dependen en cierta medida de polinizadores como las abejas. «Su función es mucho más importante de lo que se cree, de ahí que la labor del apicultor sea fundamental». Solo un dato: en cada vuelo, una abeja es capaz de visitar cien flores recogiendo miel y polen y realizando la polinización.

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- Fotos: Alfons Rodríguez
Un trabajo sacrificado y poco valorado
Jonatan es feliz hablando de su trabajo, aunque reconoce que «es muy sacrificado, porque tienes que estar todo el día aprendiendo sobre la apicultura y controlando al colmenar para que esté sano». No es baladí, tiene mil colmenas y en cada una de ellas puede haber hasta 120.000 abejas, aunque esta población se reduce al llegar el invierno, momento en el que las abejas se agrupan para generar calor y proteger a la reina. Un ciclo natural al que se le añaden problemas como la aparición de plagas como la varroa, un ácaro parásito que «puede llegar a ser muy letal si no se controla, porque puede debilitar e incluso provocar la muerte de las colonias en pocos meses». De hecho, es una de las principales causas de la muerte de colonias de abejas.
Problemas a los que se suman el uso de plaguicidas en las plantas de las que dependen las abejas o las condiciones meteorológicas extremas (sequías, inundaciones y olas de calor). De hecho, este año sufrieron las consecuencias de la Dana del 29 de octubre, pues las colmenas que estaban ubicadas en la zona de Utiel-Requena, por Fuenterrobles, fueron arrasadas por las fuertes aguas de aquel día. «Teníamos un colmenar de unas ochenta colmenas y se fue todo con la riada; no se salvó casi ninguna abeja —lamenta el apicultor—. Fue un traspiés muy grande, porque perdimos la producción de un año». Pero este año han tenido más contratiempos, como el robo de colmenas. Un problema creciente en la apicultura, con pérdidas económicas significativas para los apicultores y un impacto negativo en el equilibrio ecológico. Para poner freno a esta situación Jonatan ha instalado dispositivos GPS y extremado las precauciones. A pesar de las pérdidas sufridas, Apiberia ha seguido adelante con perseverancia, y este nuevo reconocimiento es una recompensa al esfuerzo constante.

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Un esfuerzo que se encuentra con otra problemática: la importación de miel de países con controles de calidad menos rigurosos. «El trabajo del apicultor para elaborar miel de calidad es muy duro y no está valorado, porque en el mercado hay mieles de otros países más económicas porque están adulteradas y hacen que nuestros precios bajen», denuncia. Según los datos del Ministerio de Agricultura de la campaña 2023/2024, el precio de venta de un kilo de miel a granel en España se situó entre 3,99 y 4,18 euros. Frente a estos precios, en 2024, entraron solo en España 32.000 toneladas de miel importada a un precio medio de apenas 1,77 €/kg, procedentes en gran parte de países como China (1,16 €/kg), Argentina (1,87 €/kg) y Ucrania (1,88 €/kg). Según denuncia Jonatan y el resto del sector, muchas de estas mieles no cumplen los estándares de calidad exigidos a los productores europeos, generando «una competencia desleal». Por ello, Jonatan reclama a las Administraciones más apoyo en la promoción de la miel local, un etiquetado más riguroso en el que conste la procedencia y se conozca mejor la trazabilidad del producto.
En ese terreno los tres se muestran felices. Cada uno cuida de las abejas a su manera. Jonatan, como sabedor de que su labor es esencial para la supervivencia de la especie, Aroa por su trabajo por la biodiversidad, y Noah las cuida por la miel que producen y que tan sabrosa le resulta. Los tres, a su modo, son responsables de esa miel cruda que ha conquistado el mundo.