La criminalización del consumo de la carne (fenómeno entre la manipulación y la mala didáctica) ha traído una resignificación de las carnes elevadas. Había que tener mucho convencimiento para creer que en Mislata, en ese vértice frente al Parque de Cabecera donde si pestañeas estás en València, podría funcionar un lugar dedicado casi al completo a las carnes, a partir del ajuste en sus maduraciones. Diego Corrales quiso y Belúa se ganó todo el crédito. Un espectáculo bien ‘maduro’ (perdón). El proyecto supone la enésima demostración de que no es tanto dónde, sino cómo. Una lección para empresarios obsesionados con imitar lo de siempre en la zona de moda.

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