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MIRANDO AL MAR

Hipocresía medioambiental

| 28/01/2022 | 7 min, 1 seg

VALÈNCIA.- Se ha puesto de moda toda esta chorrada de la Agenda 2030 para salvar nuestro planeta. El cambio climático por las emisiones de CO2, la capa de ozono, el deshielo de los polos, la desertificación… Aquí todo el mundo se apunta al carro por si puede hacerse con alguna subvención o algún patrocinio a cambio de cuidar más de nuestros mares. De este modo, nacen todos los días fundaciones con nombres guiris terminadas en Plastics Free o algo similar. «Salvemos el mar», «no más plásticos de un solo uso», «cuidemos de la posidonia», «queremos más reservas naturales»… muchos y muchos eslóganes muy bonitos de mensaje y que quedan muy bien en apoyo a las regatas o eventos marineros.

Las grandes regatas cuentan con un patrocinio de alguna organización internacional medioambiental que, a cambio de no utilizar durante la regata ningún plástico de un solo uso, les sueltan unos dólares. Tienen, incluso, un departamento que promueve la no utilización de botellas de plástico y, en alguna ocasión, regañan sin conocimiento de causa a quien las utiliza. Todo por cobrar un patrocinio fácil. Tan fácil como colocar dos pegatinas, una fuente de agua reciclada y prohibir a los equipos el consumo de agua y bebidas energéticas en botellas de plástico durante el evento.

¡Qué progresista queda! «Nuestra regata cuida de la salud del mar porque no consumimos plásticos». La demonización de este elemento fundamental hoy en día en nuestras vidas está muy de moda. No se paran a pensar más allá de las burradas y tonterías que algunos dicen sobre esta cuestión. La náutica en general es lo menos ecologista del mundo, y eso, aunque nos duela reconocerlo, es así. Podemos poner muchos ejemplos del día a día de la náutica perjudicando claramente a los mares sin necesidad de tirar ni una sola botella de plástico a ninguna bahía.

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No solo los turistas náuticos ensucian el mar o intervienen en el sacrificio de la flora y la fauna marina. También la náutica deportiva, generalizando, perjudica a nuestros mares. De acuerdo que todo el mundo intenta no tirar nada al mar pero, indirectamente, provocan una huella medioambiental fatal para el planeta. Las cuatro marinas (mercante, de guerra, deportiva y pesquera) son las responsables de muchos de los residuos que descansan en los fondos marinos, flotan entre dos aguas o en superficie.

Vayamos por partes. La marina mercante, aunque hay alguna ley de reciclado que se lo impide, desecha muchos residuos al mar (aceites, lubricantes, gasoil y contenedores que pierden y ni siquiera intentan recoger…); la de guerra o militar, además de los desechos de la mercante también genera impacto medioambiental con las prácticas de tiro; la de pesca, todos sabemos que es la más irrespetuosa con los mares abandonando artes de pesca de kilómetros de nailon y devolviendo al mar todo lo que pescan al arrastre que no les vale. Pues la deportiva también genera muchos residuos.

Pongamos por ejemplo una regata de vela, que en teoría no debería provocar impactos negativos en nuestros mares. Hay circuitos que durante la hora que utilizan en recorrer las ocho millas de un barlovento-sotavento mantienen una neumática de alta gama por equipo subiendo y bajando de barlovento a sotavento a toda velocidad para intentar mantener a su equipo asistido. A esas neumáticas hay que sumarle las de los espectadores, prensa, comité de regatas, jueces… 

¿Cuántos litros de gasolina y aceite se pueden consumir en un evento compuesto de nueve mangas? La pregunta del millón que nadie quiere contestar. No consumimos plástico, pero navegamos en plástico, gastamos miles de litros de gasolina y dejamos desierto de animales marinos el rombo donde se celebra la regata.

Si eso lo extrapolamos a la motonáutica, las carreras de motos provocan un impacto negativo medioambiental considerable. Consumen gasolina, son ruidosas y generan con sus estelas muchos movimientos en los fondos marinos. Tanto deportivas como de ocio, las motos de agua son un elemento hostil para la flora y la fauna de nuestros mares. Durante el año que hemos estado confinados a causa de la pandemia, en el que apenas hemos utilizado el mar para ocio, transporte o trabajo, los animales lo han notado. Muchos de ellos han vuelto a su hábitat natural, muchos se han acercado a las costas y, sobre todo, se han regenerado. Lo mismo han pasado con la flora. Las algas y la posidonia ha vuelto a expandirse por los fondos marinos y los corales han descansado de la masacre a la que estaban sometidos.

Una de las regatas que se vanagloria de luchar contra el impacto medioambiental en los mares es The Ocean Race, la vuelta al mundo por equipos y con escalas que sale desde Alicante. The Ocean Race ha hecho público que los mares de Europa están plagados de microfibras, como si eso fuera una novedad, y cuentan con la participación obligatoria de un barco llamado 11TH Hour Racing. Según un estudio que dicen han hecho en la pasada edición, las 36 muestras de agua recolectadas en toda Europa (incluso en el mar Báltico, el canal de la Mancha, a lo largo de la costa atlántica y en el mar Mediterráneo), contenían microfibras, pequeñas fibras plásticas que ingresan al medio ambiente al fabricar, lavar y usar ropa sintética. Las fibras también se originan en los neumáticos de los automóviles que terminan en el mar después de fuertes lluvias y corrientes, y en los aparejos y líneas de pesca rotas.

También están volcados en este tema los del Circuito de las 52 Super Series, que está considerado como el mejor del mundo. En teoría, el circuito tiene firmado un contrato con 11TH Hour Racing para que no se pueda consumir botellas de plástico durante las regatas, además de realizar una limpieza de costas por evento, que naturalmente la hacen los equipos de tierra de los barcos y personal de la organización.

Tampoco hay una ley que regule eso y salvo en contadas excepciones se puede fondear en cualquier cala o playa sin restricciones

Eso por lo que respecta a grandes regatas, pero el verdadero problema está en la educación y en la filosofía de vida. La única fundación que trabaja con niños en la lucha a favor del medio ambiente es Ecomar, la fundación que preside la doble medallista de oro olímpica de vela Theresa Zabell. Las acciones de Ecomar están dirigidas hacia las escuelas de vela de los clubes y marinas de España y Portugal, donde, a través de su programa, su programa Grímpola Ecomar conciencian mediante el deporte a los alumnos de 7 a 14 años sobre la importancia de la limpieza de los mares.

Las leyes medioambientales españolas no obligan a que los eventos deportivos en los mares sean sostenibles. Lo ideal  sería sacar una ley que obligara a los clubes a realizar una limpieza de su entorno después de cada una de las regatas que organizaran. En esa ley deberían estar implicados los ayuntamientos, con la obligación de dotar a los clubes de las herramientas necesarias para realizar esas acciones medioambientales.

Por último hay que tratar el tema de la posidonia de la costa mediterránea, tan maltratada por la marina de recreo y el turismo náutico. Los barcos que navegan por nuestras costas en verano fondean en cualquier sitio para tomar el baño o para pasar el día. Tampoco hay una ley que regule eso y salvo en contadas excepciones se puede fondear en cualquier cala o playa sin restricciones. Es un problema claro de los ayuntamientos, que deberían instalar unas boyas fijas para que los barcos, en vez de soltar las anclas, se amarraran a ellas evitando así arrancar la posidonia con sus fondeos.  

* Lea el artículo íntegramente en el número 87 (enero 2022) de la revista Plaza

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