València, Pasadena, Milán. Tres vértices por los que ha discurrido la trayectoria del diseñador Juan Montesa, clave a mediados de los años ochenta en la gestación de los estudios de diseño en el CEU San Pablo (hoy CEU Cardenal Herrera)
VALÈNCIA.-Es posible que pocos estudiantes hayan pisado los pasillos de tantas facultades como el diseñador Juan Montesa. Con apenas diecisiete años dio sus primeros pasos en Ingeniería. La experiencia no fue la esperada y finalmente optó por enrolarse en Físicas. Un libro sobre diseño industrial, escrito por Jordi Manyà, iba a resultar clave para su futuro: Montesa se traslada a la antigua Escuela de Artes y Oficios, durante los dos años previos al servicio militar, para comenzar estudios de diseño. Tras el fin de la mili, entra en un taller familiar de joyería, trabajando en diseños de piezas, pero la formación previa «sabía a poco», por lo que se enrola en la facultad de Arquitectura. Apenas tres años en esta nueva disciplina y una beca del IPI (organismo previo al Impiva) traslada a Montesa a Estados Unidos, al Art Center College of Design de Pasadena (1981-1983). A su regreso, Montesa es de nuevo becado, esta vez por el Impiva, en el Instituto Europeo de Diseño de Milán, un tiempo que Montesa califica como una «experiencia vital» más que meramente profesional.
En la ciudad lombarda, Montesa forma parte durante los años 1984-1985 de un grupo de jóvenes estudiantes de diseño procedentes de distintos países que trabajaban en un proyecto para Alfa Romeo: el diseño de interior para el modelo Alfa 33. Junto a Montesa, participa otro diseñador también valenciano, Ángel Martí, que posteriormente pasaría a formar parte del colectivo Factoría Diseño Industrial. Ángel Martí recuerda el paso por Milán: «Al comenzar aquel curso la máxima era olvidar lo aprendido hasta el momento. El jefe de diseño en Alfa Romeo en aquel momento era Ermanno Cressoni —quien también trabajó para Fiat— y los profesionales que nos visitaban eran de primer nivel. Aquella estancia me sirvió para conocer la otra cara del diseño de automóviles, porque quien diseña el coche en realidad es el equipo de marketing. Al final, lo que importa es la venta». Por otro lado, aquella beca dio a ambos diseñadores la oportunidad de vivir el ambiente de la capital mundial del diseño, en un momento en que la ciudad bullía con el auge del movimiento Memphis.
Martínez apunta el hecho de que Montesa ya mantenía relación con empresas valencianas a pesar de su juventud: «Tenía al lado a una persona que ya compatibilizaba los estudios con el trabajo. Por nuestro carácter, se producían momentos de cierta tensión por la disparidad de puntos de vista, pero se disipaban rápidamente». Los prototipos creados por los estudiantes becados estuvieron expuestos durante bastantes años en el museo de la marca italiana.
Durante su estancia en Milán, Montesa ya trabaja para diferentes empresas, caso de la compañía Ebanis (antigua Muebles Valero). También es muy destacable la unión posterior con su hermano Ricardo a través de la empresa Montesa3, enfocada al diseño digital. «Al volver de Pasadena —recuerda Juan Montesa— Ricardo me enseñó su proyecto de fin de carrera. Un programa que era capaz de mover con solvencia formas geométricas. Se me ocurrió que podría servir para realizar cabeceras de televisión». Ricardo y Juan se lanzan al ruedo y acuerdan una entrevista con Amadeu Fabregat, por aquel entonces máximo responsable de Aitana. «El mayor reto era crear una propuesta vistosa pero matemáticamente sencilla debido a la capacidad limitada de aquellos ordenadores». De Aitana, Montesa3 pasa a trabajar para la recién nacida Televisión Valenciana y, más tarde, dan el salto a Madrid, colaborando con Televisión Española, Antena 3 o Telecinco.
Uno de los hitos de Montesa3 (rebautizada desde hace años como Brainstorm) fue la concepción de un programa de realidad virtual con vistas a la sincronización de imagen digital y real mediante el empleo de sensores de movimiento. El programa, según Montesa, fue adquirido por una empresa próxima a Steven Spielberg y su tecnología fue empleada en películas como Yo robot, las secuelas de Parque Jurásico o Inteligencia artificial. Para esta última, un empleado de Brainstorm se desplazó a Hollywood para enseñar el funcionamiento in situ a los operarios de la productora.
A la vuelta de la capital lombarda se produciría un hecho anecdótico que acabaría por ser factor clave en la formación de generaciones de diseñadores valencianos. Así lo recuerda Juan Montesa: «La periodista Inés Ballester me entrevistó en 1986 para el espacio Gent d’ací. Dio la casualidad que el abogado Vicente Navarro de Luján, entonces rector de la universidad CEU San Pablo (CEU Cardenal Herrera), se encontraba justo en ese momento delante de la televisión. Sorprendido por el discurso de Montesa, Navarro de Luján levantó el teléfono y llamó de inmediato a los estudios de Aitana. «Fue una casualidad casi de película —rememora Navarro de Luján—. De repente me encuentro en la televisión un tipo muy joven con un recorrido y un proyecto muy interesantes. Así que solicité que me pusieran en contacto nada más terminar la entrevista. Me devolvió la llamada Amadeu Fabregat. Juan y yo fuimos esa misma noche a cenar a Gargantúa, en Navarro Reverter, y le trasladé mis inquietudes en torno al diseño. Juan es muy soñador y me arrastró de inmediato. Reunimos un gran plantel de docentes, con profesionales de prestigio combinados con catedráticos de la UPV. Juan cubría una vertiente más artística y yo complementaba su visión».
El propio Montesa, con apenas 29 años, recibió el encargo directo de montar una escuela de diseño. Pasó el siguiente año en busca de profesores para aquel incipiente centro, indagando en grupos como Caps i Mans o La Nave. Entre los profesionales que impartieron docencia en aquellos primeros años se encontraban Eduardo Albors, Vicent Martínez, Lola Castelló, Nacho Lavernia, Pepe Gimeno, Sandra Figuerola, Marisa Gallén, José Juan Belda, José Francisco Sánchez o Manolo Bañó, quien se convertiría en colaborador muy próximo.
Montesa, con apenas 29 años, recibió el encargo directo de montar una escuela de diseño en la que impartieron docencia Eduardo Albors, Vicent Martínez, Lola Castelló, Nacho Lavernia, Pepe Gimeno...
Montesa contactó también con profesionales de prestigio como Xavier Bordils, José Luis Manglano o José Luis Ferrer, quien tras su salida asumió las riendas en la época de homologación de los títulos. Montesa resalta que, en aquellos años, la ciudad de València «destacaba por la cantidad y calidad de los profesionales de diseño en activo», que funcionaron «muy bien» en la faceta docente. El propio Jordi Manyà, que había supuesto una gran influencia para Montesa, participó como profesor durante los primeros cursos.
Tras un par de años de preparación, los estudios comenzaron en 1988. «Juan era una esponja que absorbía todo lo que veía, leía o escuchaba sobre diseño. Quería cambiar el plan de estudios cada tres meses y me veía obligado a frenarle», puntualiza Navarro de Luján.
En aquellas primeras promociones se formaron estudiantes que en la actualidad son destacados profesionales, como Marcelo Alegre, Héctor Serrano o miembros de CuldeSac. Montesa introdujo en la nueva escuela influencias traídas desde Milán y Pasadena, con un enfoque muy práctico a la hora de trabajar con materiales con la finalidad de conocer los procesos de fabricación.
El diseñador Vicent Martínez fue uno de los profesionales que se integró dentro del ramillete de docentes. «Estábamos expectantes —asegura Martínez— ya que Montesa llegaba con un bagaje novedoso para nosotros. Tenía visión y capacitación. En aquel tiempo, a mediados de los ochenta, existía una cierta «euforia» en torno al diseño: «Se concedían los premios y becas del Impiva. La ADCV había arrancado conmigo como presidente y se habían celebrado unos encuentros de diseño en Alicante con figuras de prestigio internacional». Martínez reconoce que había ganas de acercarse a Barcelona, referente en el campo del diseño. «Navarro de Luján supo leer esta circunstancia y convocó a pioneros de la ADCV como Albors, Nebot, Lavernia o Gimeno. Era algo novedoso porque hasta entonces ningún centro nos había llamado. Las primeras promociones, absolutamente vocacionales y con un alumnado apasionado, creo sinceramente que fueron las mejores».
Otro de los diseñadores que colaboró codo con codo con Montesa fue Manolo Bañó. «Juan era y sigue siendo una mente algo dispersa pero muy brillante y creativa. Le conocí durante un curso en Barcelona, por lo que en un principio contamos con varios profesores procedentes de esa ciudad. En aquel momento no había nada parecido en cuanto a formación en diseño y la clave fue abrir la carrera al mundo profesional a través de diseñadores en activo como docentes. Recuerdo que de aquellas primeras promociones surgieron profesionales que siguen hoy en la brecha como Nacho Gómez-Trénor, Jacobo Fernández Pons, Manu Laguía, Víctor Pinto, Rafa Benavent, Enrique Sotillo o componentes del estudio Acierta». La cantera de diseño procedente del CEU Cardenal Herrera es inagotable. Desde aquellos primeros años se han sucedido profesionales como Xavi Calvo, Borja García, Miguel Herranz, Luis Eslava, Nacho Carbonell, Inma Bermúdez, Clara del Portillo o Conca y Marzal.
Un diseñador incansable y polivalente
Montesa siempre compatibilizó la docencia con los proyectos para empresas, entre las que se encuentran Indecasa, Ebanis, Andreu World, Emuca (herederos de la ferretería Emilio Muñoz Capuz), Iber, Oscar Mayer o Clim. Tras su salida de Montesa3 apareció en el horizonte una propuesta de diseño y asesoramiento de equipamiento técnico en cocinas para la empresa italiana Vibo. Montesa lleva dos décadas viajando a Milán una semana al mes: «Paso los días en Milán desarrollando ideas y proyectos. Así, durante más de veinte años. Esto supone pasar una gran parte de tu vida en los aeropuertos».Y por otro lado, alejarse de los focos mediáticos del diseño de nuestra ciudad, por lo que a día de hoy, es posible que Juan Montesa sea todavía uno de los grandes desconocidos del diseño valenciano.
En la actualidad, continúa colaborando estrechamente con Vibo mientras pone al día muebles clásicos de Andreu World como la silla Honda o recupera antiguos diseños que se quedaron en el camino, caso de unas lámparas de sobremesa para Flos.
* Lea el artículo completo en el número de noviembre de la revista 73 (Noviembre 2020) Plaza
Descarga la revista completa pinchando aquí