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AL OTRO LADO DE LA COLINA / OPINIÓN

La amenaza del cambio climático

La cumbre de París o un nuevo intento de no fracasar en poner freno al deterioro del medio ambiente por causas antropogénicas 

5/12/2015 - 

VALENCIA. Estos días en París se ha reunido la 21ª Cumbre del Clima en la que, entre buenas intenciones y mejores declaraciones, sigue sorprendiendo la capacidad de algunos líderes globales para buscar ocurrencias que creen titulares impactantes, y eso que desde el fracaso del protocolo de Kioto no existen muchos motivos de esperanza.

La prensa recoge frases como "estamos al borde de un abismo" o conceptos como "justicia climática" en los que se evidencia el estado anímico del Presidente francés Hollande tras los atentados del 15N. Por su parte Obama como "asume la responsabilidad de EEUU en el calentamiento global", como si se hubiera declarado confeso de algún ilícito, en una cómoda posición ahora que está de salida de la Presidencia y a menos de un año de las elecciones norteamericanas, dejando una herencia envenenada en esta materia a su sucesor. Todo este clima mediático genera unas expectativas excesivamente positivas por los resultados tan pobres que cumbre tras cumbre se van obteniendo.

Que existe un cambio climático es una realidad que nadie puede poner en duda, pues ocurre desde hace millones de años. Que la especie humana altera los ecosistemas es indudable desde que dejamos de ser cazadores-recolectores y nos transformamos en ganaderos-agricultores, creando las primeras urbes y las civilizaciones hidráulicas. Pero desde la revolución industrial esta alteración conlleva un elevado nivel de contaminación que en las últimas décadas está provocando la casi inhabitabilidad de grandes áreas del planeta.

Nuestras sociedades perciben esta situación como una auténtica amenaza para la supervivencia de la vida sobre la tierra y en todas las iniciativas, o por lo menos las más aireadas, se ha tratado la cuestión desde la perspectiva de la prevención. Pero ante un riesgo hemos de desplegar la conocida triada, o tres fases de la gestión de crisis: Prevención - Contención - Reparación. Tras la primera, objeto de la cumbre de París y deseándole más suerte que las 20 anteriores, pasaremos a hablar de las otras dos.

Empezaremos por la ultima, Reparación. En esta fase la capacidad de influencia humana -aunque siempre será posible- estará muy limitada, y según el panel de expertos IPCC (y hasta Obama: “actuar ahora, antes de que sea demasiado tarde”), se habrá producido ya la transformación climática, bien como consecuencia de nuestra responsabilidad o por causas naturales (como el movimiento de precesión del eje terrestre o el incremento de la actividad solar). Así que simplemente deberemos amoldarnos a los nuevos ecosistemas como ha hecho el homo sapiens desde hace milenios.

Y para finalizar, hablemos de la Contención, pues llegado el caso de que las iniciativas para evitar el cambio climático fracasen, deberíamos esperar que nuestros líderes hayan preparado a nuestra nación para reaccionar frente a sus consecuencias negativas. 

La seguridad es necesaria

Estas amenazas son varias, desde hacer frente al proceso de desertización, por otra parte muy avanzado en nuestro territorio y contra el que existen estrategias, siendo Israel un buen ejemplo de ellas (seguridad hídrica), a la subida del nivel de los océanos, enorme problema para España con más de 7.000 kilómetros de costas, siendo en este caso Holanda un buen ejemplo de un país cuyo parte de su territorio vive por debajo del nivel del mar, pasando por un clima más imprevisible con episodios más numerosos de ciclo-génesis explosivas o bombas meteorológicas, frente a las cuales los referentes serían lo países tropicales que soportan huracanes y ciclones.

Por todo lo manifestado, debemos exigir a nuestros responsables públicos, en primer lugar, un alto nivel de compromiso para minimizar el impacto antrópico sobre el clima y nuestro ecosistema inmediato. En segundo lugar, que diseñen planes de contingencia para la Seguridad climática, para que podamos hacer frente a los desastres naturales consecuencia del nuevo e inestable clima, asegurando un mayor grado de resiliencia.

Pues, y ya como epílogo, no me gustaría que nos pasara como al pastorcillo del cuento y, cuando finalmente llegue el lobo -el cambio climático-, no tengamos con qué hacerle frente.

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