El Primero de Mayo queremos significar la dignidad del trabajo y, sobre todo, de quienes lo ejercen. Ponerlo en el centro de la plaza pública, como medio de sustento para una vida decente, en contraposición al enriquecimiento ilícito de quienes se han dedicado a robarnos a manos llenas. Lo paradójico es que, desde ese discurso dominante se han atrevido a culpabilizarnos “por vivir por encima de nuestras posibilidades” o “por no ser lo suficientemente empleables como para encontrar trabajo y dedicarnos a vivir a costa del erario público”, malvivir diría yo.
Cuánto cinismo alberga esas cúpulas económicas, financieras y políticas, encausadas en gran medida en procedimientos penales ligados a la corrupción. Esconden lo hurtado en paraísos fiscales, sin ningún tipo de pudor, sumiéndonos en una crisis sistémica, en la que se ha quebrado la confianza de la ciudadanía en muchas de las instituciones. Una de ellas la europea, antaño envuelta de idealismo, actualmente teñida de indiferencia ante las imágenes de criaturas ahogadas y de campamentos de personas refugiadas. Europa se las quita de encima, consciente de que así no soluciona nada.
Cuánto cinismo alberga esas cúpulas económicas, financieras y políticas, encausadas en CAUSAS penales ligadAs a la corrupción
La sociedad organizada reacciona. Se solidariza recogiendo material para enviar a los campamentos, protesta en la calle. Apunta su mirada a la política, esperando una respuesta que no llega y, a cambio, recibe el mensaje de la incapacidad para ponerse de acuerdo. Así que repetiremos escenario electoral, un nuevo calvario, diría yo, porque los problemas de la clase trabajadora ya no pueden esperar más.
Urge aumentar el SMI, instaurar una renta mínima, derogar la reforma laboral, fortalecer la negociación de los convenios colectivos, planificar las inversiones públicas para mejorar la vertebración territorial, abordar la revisión del Pacto de Toledo, recuperar derechos civiles y la calidad de los servicios públicos, promover una justa reforma fiscal justa, impulsar un plan de choque para activar el empleo, luchar contra la pobreza, erradicar la economía sumergida y corregir las profundas desigualdades que ha generado la gestión de la crisis.
CCOO no aspira a ser una organización más, queremos intervenir en el reparto de la plusvalía, reforzando la capilaridad entre las nuevas identidades sociales. Esto ya lo hicimos en el pasado, incorporando luchas como la pacifista, la feminista o la ecologista. El conflicto no se dirime solo en la empresa, el conflicto es general y social, aunque el trabajo y, la necesidad de su dignificación, debe volver inexorablemente a ocupar el centro de cualquier posibilidad de progreso, bien sea económico o social.
* Paco Molina Balaguer es secretario general de CCOO-PV