Ricard Camarena, Entrevins y El Bouet abandonan Ruzafa; ¿significa eso que ha dejado de ser el corazón gastronómico de Valencia? ¿será el Ensanche el nuevo barrio imprescindible?
El Ensanche en realidad engloba tres barrios: Ruzafa, Pla del Remei (Mercado de Colón y alrededores) y Gran Vía (lo que todos los valencianos entendemos como Cánovas). Pero hoy, si nos lo permiten, dejaremos fuera a Russafa, “Jardín” en su origen árabe, para centrarnos en lo que tantos entendemos como el Ensanche: Colón y Cánovas. El barrio de la vieja burguesía valenciana cuya oferta gastronómica, quién nos lo iba a decir, brilla hoy más que nunca.
Por partes. Esta misma semana Ricard Camarena suelta una bomba: traslada su espacio gastronómico al centro de arte Bombas Gens, en Marxalenes (y suenan campanas de la mudanza de Canalla, pero esa es otra historia). ¿Qué significa esto? Pues que junto con la marcha de Bouet y Entrevins, se confirma una tendencia inapelable: Ruzafa está perdiendo cierto lustre gastronómico en pro de una oferta más, digamos, “estudiantil”. Con el metro cuadrado por la nubes, la proliferación de pisos compartidos y cierto saturamiento escénico (sencillamente: ya no puede crecer más) somos muchos los que recordamos, no sin cierto temor, a qué huele todo este preámbulo —sucedió hace no tantos años, en El barrio del Carmen.
Y sin embargo, paso a paso y partido a partido, el Ensanche más clásico ha ido creciendo hasta consolidarse (sin hacer mucho ruido) como el barrio de Valencia con la oferta gastronómica más completa; desde el gran restaurante con Estrella Michelin hasta la barra más accesible. Vale, es posible que el Ensanche no “esté de moda” pero, siendo honestos ¿qué más dará? Es momento de hacer un repaso por algunas de sus propuestas más hedonistas.
Vicente Patiño en Saiti (3 Estrellas en Los 10 Mejores), Bernd H. Knöller en Riff y Habitual de Ricard Camarena; los tres, en su mejor forma culinaria desde que yo los conozco. Knöller con una propuesta cada vez más alejada de lo superfluo —y mucho más cerca del vecino. Vicente relajado (al fin) y libre, con su cocina vinculada al sabor y al territorio; pocos restaurantes en España de este nivel con el precio de Saiti. En cuanto a Habitual, se lo he dicho a Ricard y os lo digo a vosotros: me da la sensación de que este proyecto construido en torno al mediterráneo, las verduras y el comfort food es, hoy por hoy, el proyecto más mimado del grupo Camarena.
Si un barrio enamora a ese puñado de tarados llamados gastrónomos es porque, más allá de la oferta estrictamente gastronómica, hay espacio para tabernas, barras, gastrobares, antros y mesas donde ser feliz sin tantas complicaciones.
Ojo al arsenal: el fantástico menú diario de Carlos Duart y Dana Tanasoiu en Ca Duart o Arturo Salvetti en La Gallineta; la cocina de fusión de Steve Anderson en Ma Khin Café, los tacos y el guacamole de Ameyal o la cocina kaiseki de Diego Laso tras la barra de Momiji. Las tapas de de Marcelino García y Fernando Navarro en Goya Gallery, Coloniales Huerta, Vino Blanco o Mercatbar (que no arrancó como esperábamos, pero al fin está encontrando su lugar en Cánovas). Y claro, el producto sin tonterías en casas de comida donde reina la tradición: Morgado o La Barra de Rías Gallegas.
¿Quién da más?