Tercera generación de una empresa que nació hace 85 años dedicada a pintar superficies, Héctor Dominguis está desde 2012 al timón de GD Energy Services con un proyecto cada vez más internacional y diversificado hacia la energía y la tecnología. Acaba de ser elegido presidente de la Sociedad Nuclear Española
VALÈNCIA.- El destino quiso que Héctor Dominguis (València, 1974) naciera en plena crisis del petróleo en el seno de una familia que aprovechó la situación para redirigir la empresa del abuelo hacia un negocio que le apasiona: el nuclear. Fue hace más de 85 años cuando Joaquín Dominguis fundó Pinturas J. Dominguis, especializada en la aplicación de pinturas en construcciones industriales y residenciales. En 1975, la firma entraba en el sector nuclear, acometiendo servicios de aplicación de revestimiento en las centrales nucleares de Almaraz (Cáceres) y Cofrentes (Valencia), una decisión que, con el paso de los años, la ha convertido en una potente multinacional en la industria energética, rebautizada como GD Energy Services (GDES). En la actualidad y dos generaciones más tarde, es Héctor Dominguis quien dirige una compañía que ha sabido detectar en cada momento las oportunidades que se presentaban a su paso en una industria con importantes retos por delante.
La diversificación forma parte del ADN de esta sólida empresa familiar valenciana, que aprovechó el incipiente negocio nuclear en España para posicionarse con fuerza en el sector cuando comenzó la construcción de la central nuclear de Almaraz (1973) y la de Cofrentes (1975). Hoy en día, GDES es puntera en los servicios nucleares y participa en todo el ciclo de vida de las centrales: construcción, mantenimiento y desmantelamiento. Pero su campo de acción no termina aquí, dado que también cuenta con potentes divisiones en mantenimiento y soluciones tecnológicas para el sector eólico y la gestión logística. Y para conseguir la ecuación perfecta, desarrolla la tecnología y maquinaria necesaria para poder acometerlas. Una trayectoria que le ha llevado a participar en la ejecución de diferentes proyectos nucleares no solo en España, sino también en Italia, Francia, Suecia y Reino Unido.
Transformación, anticipación e innovación son tres cimientos que sustentan a una compañía que en 2019 facturó 102,5 millones de euros y cuenta con una plantilla de 1.500 trabajadores. Muestra de ello es que en 2020 incorporó a su actividad una nueva área dedicada al Análisis Predictivo Avanzado, un servicio con el que se quiere impulsar a las empresas en la transformación digital del negocio para la toma de decisiones más eficientes, anticipándose al futuro. Empoderar a unas empresas que en estos tiempos difíciles de pandemia, según destaca Dominguis, han demostrado una evidente resiliencia.
Emprendedor e inquieto, Dominguis es desde el pasado 4 de marzo presidente de la Sociedad Nuclear Española (SNE) para el periodo 2021-2022, un cargo que ocupa con la firme voluntad de difundir, desde un punto de vista técnico y profesional, el papel de la industria y la energía nuclear para evitar la «desinformación» sobre el sector. «La nuclear es la energía que más CO2 evita a la atmósfera de todas las opciones de generación eléctrica. Por tanto, en alianza con las renovables, es la mejor solución de futuro para frenar el calentamiento global», defiende.
Ingeniero de materiales por el Imperial College de Londres, Dominguis completó su etapa formativa fuera de España, hasta que en 2003 se incorporó a la empresa como director de Desarrollo de Negocio. «Me fui con trece años y volví con veintitrés. Repliqué la historia de mi abuelo, que se fue de España para encontrar un futuro. Él se fue y yo dije: yo también», bromea. En mayo de 2012 fue nombrado consejero delegado de la compañía, relevando a su padre, José Dominguis, que como buen empresario jubilado, se pasa con frecuencia por las instalaciones del Parque Tecnológico, en Paterna, a ver cómo va todo.
Emprendimiento y mucho aprendizaje fueron claves en el devenir de una firma que se fraguó entre el ajetreo y el bullicio del Nueva York de los años veinte. Hasta allí emigró Joaquín Dominguis, su fundador. «Se fue de peón de obra a trabajar en la construcción de rascacielos y allí estuvo dos años y medio», rememora el ahora consejero delegado de la firma. Por aquel entonces, la familia era propietaria de unos terrenos agrícolas en su Pego natal, pero el negocio cada vez iba a menos y no se podía garantizar el futuro de las siguientes generaciones. Además, una plaga a principios de siglo nubló aún más las espectativas y Dominguis decidió ‘hacer las Américas’ con diecisiete años, en busca de cumplir un sueño. Allí, en la Tierra de las Oportunidades fue donde descubrió el oficio de la pintura.
«Junto a un amigo, iban a bajos comerciales y aprovechaban el fin de semana para pintarlos y rehabilitarlos. Les fue bien», explica su nieto. Regresó a España en 1923 con la idea de replicar ese modelo: un negocio propio de pintura mural enfocado al residencial y también al sector del automóvil, que en ese momento empezaban a despuntar. Fundó así Pinturas J. Dominguis, entre cuyos proyectos más emblemáticos está la fachada de la famosa Finca Roja de València.
Más tarde, dio el salto a la pintura industrial. «En los años setenta salió a concurso el contrato para la pintura y revestimientos de la central nuclear de Almaraz, la primera instalación de segunda generación en España. Mi padre ya se había incorporado al negocio y, dada la importancia de la obra, decidieron presentarse. Ganaron», señala Dominguis. A partir de ese momento arrancaría la diversificación de la compañía: «Mi padre empieza a ver oportunidades de negocio. Mientras hacían las labores de revestimiento de la central se dio cuenta de que la limpieza industrial en la obra no iba del todo bien y le planteó a la propiedad acometerla ellos. Y así fue». Ese fue el momento en el que comenzó su idilio con el sector energético.
Esa primera experiencia no solo les sirvió para adentrarse en una industria todavía desconocida para la empresa, sino que también les abrió nuevos horizontes. Mientras acometían la limpieza industrial se dieron cuenta de que, una vez concluyeran los trabajos de montaje y puesta en marcha, serían necesarias actividades de apoyo, soporte y mantenimiento para la instalación. Un equipo de ingenieros de la compañía viajó a Suecia, donde se estaba construyendo una central, para aprender sobre este tipo de operaciones y adquirir el conocimiento necesario para poder optar a estas labores en Almaraz, como posteriormente ocurrió. «Empezó ya la actividad no solo de limpieza industrial, sino también descontaminación, apoyo a protección radiológica y labores de apoyo en la operación», relata Dominguis.
Hasta tal punto sus trabajos se hicieron populares que cuando había cualquier necesidad llamaban a José Dominguis. Así, un cliente le planteó la posibilidad de montar una brigada de bomberos. «Mi padre investigó y se enteró de que la escuela más importante en el mundo de formación de bomberos industriales estaba en Texas y allí mandó a varios ingenieros para que se formaran», cuenta el actual CEO. Surge, así, una nueva división en la compañía especializada en actuaciones de emergencia. «Fue la primera brigada para una instalación nuclear que más tarde se diversificó a otras industrias como la petroquímica o gestión de residuos». Actualmente, la división de Emergencias está integrado en el grupo danés Falck, donde cuenta con una participación del 35%, implantada en España, Francia, Italia, Portugal y de forma más residual en Brasil.
Su primer éxito internacional llegaría en los años noventa. Sus logros en la central nuclear española y su servicio de tratamiento de superficies habían dado que hablar en el exterior y desde Japón les contactaron para un trabajo. «Una buena ejecución en la metalización de las tuberías de vapor en Almaraz hizo que internacionalmente se conociera nuestro servicio de tratamiento de superficies, de tal modo que desde Japón, y a través de Framatome, nos llamaron para realizar la inspección de una estructura similar que tenían en una central nipona. El objetivo era evaluar si se podía realizar una aplicación semejante y así ampliar la vida de su instalación sin tener que cambiar componentes de su sistema de tuberías de vapor», señala.
El grado de avance de la corrosión era mucho mayor que en la instalación española, por lo que se decidió no acometer el proyecto manualmente, como se hacía entonces este tipo de actuaciones. No consiguieron el trabajo, pero de aquella pérdida comercial surgió una oportunidad. Si lograban una solución automatizada, mejorarían los resultados con menor riesgo para los trabajadores. Así, su equipo de ingenieros se dispuso a desarrollar una tecnología cualificada capaz de afrontar este reto. Y lo lograron en solo seis meses para ponerlo en práctica en la Central Nuclear de Laguna Verde (México). «Se consiguió un desarrollo tecnológico bautizado como Tirant, con el que se logró ejecutar la intervención, mejorando las condiciones de trabajo de las personas que intervenían, ampliando la vida de la tubería y aportando un ahorro del 80% del gasto previsto por el cliente. Supuso uno de los primeros éxitos internacionales y uno de los primeros desarrollos robotizados del equipo de Innovación de GDES», destaca.
Su salto internacional les ha llevado a trabajar por medio mundo. Solo con su actividad para el mantenimiento de las centrales para el parque nuclear español, GDES está presente en los siete reactores activos que operan en España. Además, la firma es responsable del mantenimiento de superficies del 21% del parque nuclear de Francia (el país cuenta con 56 instalaciones de este tipo), además de ofrecer servicios puntuales en otras latitudes, como México, Italia o Reino Unido. También en desmantelamiento han acometido importantes trabajos para la mayoría de instalaciones nucleares, que consisten en el desmontaje del hormigón, la descontaminación de la zona o la segregación de residuos, unas labores que se prolongan normalmente durante años.
«En China se están construyendo reactores; en Finlandia y Reino Unido, también. Todos tienen la estrategia de ampliar la vida de las instalaciones»
«Hay potencial para desmantelar centrales nucleares, aunque no hay prisa por hacerlo. La pandemia ha evidenciado que es un servicio no esencial, por lo que proyectos en Francia y Reino Unido sí se han pospuesto», indica. Aunque los detractores de esta forma de generación de energía son muchos, Dominguis se muestra firme a la hora de defender la prolongación de la vida de estas instalaciones. En España, la mayoría de centrales supera los 40 años. De hecho, recientemente el Consejo de Seguridad Nuclear autorizó la renovación de autorización de explotación de Cofrentes hasta 2030.
«Marcar la vida útil a 40 años es algo ilógico, porque el reactor no nace con una vida útil. Los cálculos de diseño utilizan ese tiempo como referencia, pero un reactor tiene un plan de mantenimiento y renovación de equipos que hacen que su vida útil pueda superar los 40 o 60 años. En EEUU ya piden licencias a 80 años y se piensa que pueden llegar a los cien. Por tanto, no vemos problema en que puedan parar mucho más allá de los 40 años», recalca. No obstante, es consciente de que en España la política va encaminada hacia el cierre de estas instalaciones, aunque insiste: «Se puede ir más allá». Lo hace, además, señalando que la industria nuclear «genera en España 30.000 puestos de trabajo de calidad, cualificados y estables con un nivel de know how muy elevado que acabaremos perdiendo». Todo lo contrario de lo que sucede en otras áreas geográficas, según este apasionado de la industria nuclear: «En China se están construyendo reactores, en Finlandia y Reino Unido, también. Todos por lo general tienen la estrategia de ampliar la vida de las instalaciones. En Francia empezamos a trabajar intensamente, porque tenían el objetivo de ampliar la vida de sus reactores de 40 a 60 años», recalca.
¿Y los residuos nucleares? Héctor Dominguis asegura que no son un problema. «Hay tecnología desarrollada para gestionarlos a muy largo plazo. Además, hay almacenes geológicos profundos en construcción y también están los temporales. La solución técnica y tecnológica para almacenar los residuos no es un problema».
El consejero delegado de GDES tiene claro que la energía del futuro son las renovables, pero asegura que, a día de hoy, tienen un importante reto por delante hasta convertirse en una solución para garantizar el suministro: «El almacenamiento energético es una de las claves de futuro de la industria. La incertidumbre de las renovables es el ‘factor tiempo’, es decir, tener electricidad en condiciones climatológicas adversas. Son energías intermitentes: si no hace viento, no hay eólica, y por la noche no hay sol. Sin embargo, las baterías te permiten romper esa incertidumbre y saber que la puedes almacenar de forma eficiente. El problema es que ahora hace falta una energía base para poder hacer frente a esas fluctuaciones. En el futuro posiblemente tengamos baterías y almacenamiento que permitan acumular la energía, pero ahora mismo no tenemos ese problema resuelto y la energía nuclear es la solución óptima y libre de CO2 para garantizar el suministro eléctrico y esa base», insiste.
En este momento, las renovables más maduras son la solar, eólica y fotovoltaica, sin duda aprovechando las favorables condiciones climáticas que ofrece España; mientras que otras como el uso del hidrógeno son más incipientes, pero se lleva investigado mucho en los últimos años. Ello, sumado a que los actuales fondos de recuperación europea asientan su base en la sostenibilidad, podría suponer una importante inyección a futuro para las nuevas industrias.
Pero, mientras tanto, cree que «es imprescindible la energía nuclear contra el cambio climático». «Hoy en día tenemos un problema universal en la tierra, que es el exceso de CO2, que genera el calentamiento global y eso deriva a un futuro incierto medioambientalmente hablando. La nuclear es la energía que menos CO2 lanza a la atmósfera de todas las opciones de generación eléctrica. Por tanto, en alianza con las renovables, la vemos la mejor solución de futuro para frenar el calentamiento global», insiste.
Además, defiende que las instalaciones son más seguras de lo que la sociedad percibe. Admite que a lo largo de la historia se han producido accidentes nucleares, pero asegura que hay mucha «desinformación» sobre ellos: «En Fukushima hubo una catástrofe, pero hemos llegado a confundir las 20.000 víctimas del tsunami con el accidente nuclear. En la central no hubo fallecidos. Fue un accidente terrible, pero se confunde».
La irrupción de las nuevas tecnologías es imparable y DGES decidió el pasado año dar el salto a la transformación digital, creando una nueva división. Para ello, entró en el accionariado de la tecnológica vasca Xabet, especializada en inteligencia artificial y Data Analytics. «La digitalización y las nuevas tecnologías cada vez cobran más importancia. Nos encantó Xabet; hacen virguerías en cuanto a tratamiento de datos y desarrollo de modelos predictivos. Y decidimos invertir en la empresa para acelerar nuestro proceso de digitalización e incorporar una nueva unidad de negocio para poder ofrecer servicios de transformación digital y asesorar a nuestros clientes en cuanto a su estrategia», explica.
Una alianza que permite a GDES acceder a nuevos sectores, como la automoción o el alimentario, para acompañarlas en el tránsito hacia una industria 4.0. «La transformación digital tiene tres patas: estrategia, cultura y tecnología. Y la tercera no siempre es la más importante. Hasta ahora, las empresas se gestionaban con datos pasados, pero con la tecnología de automatización se pueden hacer predicciones en tiempo real para conseguir adelantarte a los acontecimientos. Y eso es lo que nosotros hacemos: que las empresas tomen decisiones con visión de futuro».
Y, con esa perspectiva de anticiparse al porvenir, la valenciana ha presentado una propuesta —junto a otras firmas— para ‘rascar’ fondos europeos. Se trata de una planta de electrólisis para producir hidrógeno y permitir el almacenamiento de esta energía. «Nuestra participación en el proyecto es la plataforma digital que hace la gestión autónoma de la electricidad generada. Tú tienes predicciones del clima que te generan pronósticos de consumo, del precio de la electricidad y luego tienes las baterías, que tienen una cantidad de ciclos que no pueden sobrepasar, porque es cuando empiezan a perder vida útil. El sistema te permite conocer —en base a esos resultados— cuál es el momento óptimo para verter a la red, almacenar en batería, cargar el vehículo o lanzar hidrógeno».
Como la mayoría de las empresas españolas, GDES no se ha libródo del duro golpe de la crisis económica derivada de la sanitaria. Aunque parte de su negocio corresponde a la industria considerada esencial, vivieron momentos complicados. «Al principio fue muy duro y la incertidumbre generaba un desasosiego terrible», rememora Dominguis. Los trabajos en las centrales nucleares no pararon, pero se tuvieron que adaptar a través del teletrabajo. Ahora siguen acudiendo a sus oficinas en el Parque Tecnológico de Paterna por turnos.
«Las empresas han demostrado una capacidad de reacción y una flexibilidad increíbles, no como el Gobierno, que tiene un suspenso en la preparación»
Pero en esos momentos de adversidad, también se vislumbró una luz. Tras aquellos duros meses, el empresario tiene claro que la crisis ha evidenciado la capacidad de resiliencia de las empresa. «La industria ha sabido reaccionar. Las empresas han demostrado una capacidad de reacción y una flexibilidad increíbles, no como el Gobierno, que tiene un suspenso en la preparación, porque no ha sabido dar servicios a los incrementos de demanda, ni ha ajustado costes», señala Héctor Dominguis. Por ello, pide que no se lastre esa recuperación con burocracia y dilatados procedimientos que impidan lanzar proyectos y obtener financiación. «Si no somos capaces de agilizar ese proceso, estaríamos poniendo un freno a la recuperación cuando tenemos una industria y un ciudadano medio que están con unas ganas tremendas de hacer cosas», subraya.
Mientras tanto, GDES seguirá el camino emprendido. ¿El futuro dentro de diez años? «Me gustaría ver un mix energético: renovable y nuclear. Espero que hayamos recapacitado y las centrales nucleares sigan abiertas más tiempo hasta que se desarrolle la tecnología suficiente para almacenar la energía», subraya. Su foco se mantendrá en las renovables y la transformación digital de la compañía. «Nosotros debemos ser lógicamente mucho más renovables y más digitales en todos y cada uno de los aspectos. Cada unidad de negocio tiene que tener información en tiempo real para poder hacer predicciones. Ese es el futuro del grupo a muy largo plazo. Para mí la clave del futuro es la transformación digital. Será uno de los ejes de la competitividad de cualquier empresa».
* Este artículo se publicó originalmente en el número 71 (marzo 2021) de la revista Plaza