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Club Mutante nace importando el 'kiki ball' de la mejor manera posible: con sus pioneras en Europa, España y València
VALÈNCIA. El concepto espacio de libertad es más fácil de entender cuando se necesita, cuando una persona tiene que moverse en espacios de opresión. Así fue en la década de los 20, cuando la comunidad LGTB neoyorkina necesitaba un lugar donde expresarse. Así fue, también, cuando ese espacio era necesario para la comunidad queer afroamericana y latina, apartada de los avances que conseguían sus colegas nativos. La libertad se alcanza desde el cariño, desde la escucha, pero también desde el empoderamiento personal, desde una faceta que desarrollar, y es entonces cuando entran las artes. Y la danza.
La cultura ballroom consistió en ese espacio de seguridad y libertad que necesitaba Nueva York en el siglo XX, y la liberación corporal se convirtió en la vía de escape para una sociedad que avanzaba más lenta que sus periferias. El baile desenfrenado evolucionó en técnica, y entonces surgió el vouguing, un estilo que remarca la feminidad y elegancia del baile, normalmente ambientado con música techno, y sí, inspirado en la revista Vogue. Algunos referentes culturales para ubicar este movimiento: la apropiación de Madonna, que lo despojó de su militancia, el documental -disponible en Netflix- Paris is Burning (Jennie Livingston, 1990), mucho más empático con las personas que integran la escena ballroom, o la reciente serie creada por Ryan Murphy Pose -disponible en HBO España- y el documental multipremiado Kiki (Sara Jordenö, 2016).
Inka Romaní y Julia Zac descubrieron este movimiento en Londres y en París, respectivamente. Y ahora que se han trasladado a València, han decidido colaborar con las iniciativas ya creadas para crear una escena estable. La primera cita se hizo de manera independiente en abril, y la segunda será este fin de semana en La Mutant, en la primera edición de Club Mutante. Lo harán de la mejor manera posible: con un cartel que reúne a las pioneras del movimiento en Europa, España y València. Así, pasarán por València este sábado Lasseindra Ninja, Silvi Mannequeen y Axel Cosima, que harán talleres para iniciarse o perfeccionar en la técnica del voguing, pero también participarán como jurado en el kiki ball, una exhibición/competición de baile.
La sesión de kiki ball, siguiendo la tradición, se dividirá en categorias: desde pasarela, hasta sexsiren, pasando por hands performance o Vogue fem. Y una dedicada a la gente novel que se atreva por primera vez: virgin performance. En ballroom, las personas se transforman y desarrollan un personaje particular, habitualmente intentando intensificar el portento y la identidad. La pose y la opulencia están bien vistas, porque significa fortaleza y no soberbia. El público aplaude y vitorea, pero no humilla. Se trata de competir duramente, aunque siempre en positivo. El dress code del fin de semana invita a adentrarse "en el mundo de la ciencia ficción, el futurismo, las realidades paralelas y los mutantes". "Pon en marcha tus superpoderes y tu imaginación para crear un outfit out of this world", reza la convocatoria.
“Cuando llegamos aquí quisimos integrarnos en la escena ballroom, y nos dimos cuenta de que el único que daba clases de voguing era Axel Cosima. Existía la gente, pero no había estructura, así que esto puede ser una especie de comienzo de escena”, explica Inka Romaní. A Club Mutante están convocadas personas que no se hayan iniciado aún en el voguing pero también quienes conozcan ya la técnica. No solo servirá como espacio de formación y exhibición, sino también como espacio de encuentro, como un posible punto de partido de algo nuevo. Si hay algo que ha enseñado internet, es que no todo el mundo aprende en las academias, así que el evento del sábado también trata de pulsar cuánta gente está interesada en esta escena.
La estructura del ballroom depende de grupos llamados familias, que forman un padre y una madre que dan apoyo a sus diferentes hijas e hijos. En València, Axel Cosima ha 'formado' una familia en enero, aunque está a caballo entre aquí y Madrid.
La escena ballroom se construye sobre los cimientos de la contracultura y las periferias, entendiendo como su primer objetivo crear un lugar donde los afroamericanos y los latinos gozarán de un espacio seguro en el que bailar y relacionarse, en un mundo hostil y peligroso. Las manos alocadas, los movimientos por el suelo, los saltos estrambóticos… Todo ello responde a la necesidad de pronunciarse y empoderarse a través del propio cuerpo, que se convierte en clandestino. Es baile pero también discurso. Se trata, como casi todo en esta vida, de ser sujeto político.
Este movimiento ha evolucionado mucho y se ha integrado en algunos mecanismos de las industrias culturales, y en Europa no es difícil ver este tipo de espectáculos en centros culturales públicos. Club Mutante se encarga de trasladar este movimiento que desde hace años ya es una tendencia en Barcelona y Madrid. "Nosotras también nos hemos unido en los últimos años al movimiento, pero mientras no se utilice como herramienta de marketing, sino de una manera empática y sensible con lo que signifique, es muy interesante que se pueda extender como lo está haciendo", explica Inka Romaní.
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