VALÈNCIA. Manuel Aznar, locutor de radio más conocido por ser el padre del expresidente del Gobierno José María Aznar; Joaquín Ruiz-Giménez, primer Defensor del Pueblo y embajador de España en la Santa Sede; el inventor Julio Cervera; el cabo José Nvé, fallecido en el accidente del Yak-42 por subir a un avión que no le correspondía por turno...
Las historias de estos y otros personajes se han entrelazado esta semana en el castillo de Bétera, un lugar emblemático de la población sobre todo por su ubicación -en pleno centro- y por acoger el salón de plenos del Ayuntamiento.
Aunque, a priori, parezca una casualidad esa unión, no lo es. Existe una poderosa y larga historia detrás que ha narrado el teniente coronel Juanjo Crespo Esbert en su libro El Alma del 21. O, trasladado con más precisión, se produce una concatenación de historias.
En concreto, las de 25 personas que, en algún momento de sus 151 años ya de historia, han formado parte del Regimiento de Transmisiones 21, que en la actualidad tiene sede en Marines. Esta localidad, al igual que Bétera, se halla enclavada en la comarca de Camp de Túria.
El salón de actos del castillo de Bétera, construcción de la que se tiene información desde 1238 y que ha sido rehabilitada en el último lustro, se llenó el pasado miércoles por la tarde para escuchar la presentación del libro del autor, que ha decidido donar a Cáritas los beneficios que obtenga por su venta.
Por su relato, ilustrado con imágenes de los protagonistas, fueron transitando los 25 personajes de la obra, incluidos los citados en el primer párrafo. Todos, en alguna etapa de su vida, formaron parte del Regimiento de Transmisiones 21.
En el caso de Manuel Aznar, por ejemplo, fue alférez y lo incorporaron para radiodifusión. Como curiosidad, Crespo apuntó que creó el hoy familiar formato para los aficionados al fútbol de conexiones de minuto y resultado con los diferentes estadios.
Joaquín Ruiz-Giménez, fundador de la publicación Cuadernos para el Diálogo, ejerció de alférez provisional en el mismo regimiento. Julio Cervera, segorbino inventor del telégrafo, entre otros ingenios, también formó parte de idéntico cuerpo del Ejército, al igual que Francisco Veguillas, muerto en atentado terrorista de ETA en 1993. Un compañero suyo, Manuel Martín Elizo, falleció en 1981 en Leganés al enfrentarse a tres atracadores en un banco.
El destino jugó, igualmente, una letal carta con José Nvé. Destinado en Afganistán, pidió un cambio de rotación para asistir a la comunión de su hija. No le tocaba haber subido a aquel fatídico avión, pero lo hizo y falleció, junto a otros 61 militares, en el accidente que sufrió en Turquía el Yak-42 que los transportaba de regreso a España en 2003. Una placa en Marines lo homenajea.
Los relatos vitales se sucedían hilvanados en las frases de Crespo -destinado ocho años en el Regimiento 21 de Marines y 15 en el cuartel de la OTAN en Bétera-, ante un público que escuchaba en completo silencio y entre el que había familiares de algunos protagonistas de la obra.
Así abarcó hasta 24 historias. Cada una ocupa un capítulo diferente en el libro. Excepto la del cabo Pedro Fernández-Mayoralas Ruiz, caído en 1958 en Edchera, en el Sáhara, en una operación de la Legión en la que él participaba en su rol de transmisiones.
Sus últimos días los vivió en esa misión. Cada jornada de las postreras de su existencia escribía una carta a su familia que siempre iniciaba con la frase "Queridos padres y hermanas: deseo que al recibo de esta se encuentren bien, yo quedo bien a Dios gracias". De este modo hasta el final.
Su historia actúa casi de prólogo y de epílogo -abarca nueve capítulos- de un libro que resume, por medio de algunos de sus protagonistas, los 150 años -los cumplió en 2022- del Regimiento de Transmisiones 21, con base en la localidad valenciana de Manises.