VALÈNCIA. Recientemente, tuve la oportunidad de crear un monograma para un amigo. Un símbolo que lo identificara utilizando las letras M y D para personalizar sus pertenencias. Llevo más de cuarenta años dedicándome a resolver problemas relacionados con la comunicación, la imagen y la creatividad o como queráis llamarlo. He trabajado en la creación de identidades para empresas, campañas publicitarias, carteles a cascoporro, comerciales de televisión y radio; he comisariado exposiciones encargándome de contenidos, comunicación, textos, imagen y hasta la maquetación de los catálogos... y he diseñado un buen número de logos, por supuesto. Los clientes siempre me han pedido que piense de manera diferente, y disfruto tanto de este proceso que lo he convertido en mi forma de vida. No sé hacer otra cosa, y es lo que hago a diario.
Mis inicios fueron con el Letraset, la Repromaster, el SprayMount y el Cutter. Algo así como aprender a andar gráficamente. Luego fui testigo del nacimiento de la telecopia, la máquina de escribir eléctrica, el fax, la fotocopiadora, el busca, el Twingo... y ¡¡¡empecé a correr todo lo que pude!!! Cuando pensé que esto era suficiente, me di cuenta de que había que correr el doble. Y viví y disfruté la llegada de los Macintosh, los móviles, la Newton de los recortes de Sculley, la digitalización, la tablet de Jobs, el bluetooth, la wifi, las plataformas, el ciberespacio... buahhh, ¡¡¡se le puso ruedas al talento!!!
Volviendo al tema del logo para mi amigo. Me metí en Google y busqué «logo MD/imágenes». En cuestión de segundos aparecieron cientos de propuestas, la mayoría impresionantes. Elegí la que más me gustó y, utilizando el Freehand, un programa de dibujo vectorial descatalogado hace muuuchos años pero que manejo mejor que algún miembro de mi cuerpo, comencé a trabajar sobre ella. Mejorar un diseño ya realizado es un desafío; el creador original dedicó muchas horas y bocetos para llegar al mejor resultado, así que por lo menos logré algo que se diferenciaba lo suficiente para evitar el plagio. Chin, abro reflexiones:
- Qué poco le queda a la profesión de diseñador gráfico tal y como la conocemos. Sigue cambiando. Cuando pensábamos que ya nada significante podría revolucionar nuestro oficio, llega el cohete de la IA. Un chupinazo artístico que está siendo una inevitable revolución.
- Estoy teniendo una experiencia curiosa. Cuanto más exitoso, talentoso y reconocido es el camarada al que le pregunto, más entusiasmo muestra por probar, conocer y utilizar esta nueva herramienta. En cambio, aquellos con menos logros suelen tener más dudas y objeciones: que si no les interesa, que si es una copia de todo, que si nos dejará sin trabajo, que si nos manipula... en fin, un sinfín de quejas.
- Por otro lado, a pesar de los avances y la facilidad de acceso a la documentación que hay en nuestro trabajo, estoy presenciando uno de los momentos más horrorosos en cuanto a los resultados. Lo preocupante es que ya aceptamos el mal diseño y la falta de coherencia gráfica como parte de nuestro paisaje. Propuestas de todo tipo muestran resultados poco competentes y mal concebidos, respaldados por tendencias cibernéticas y, lo que es peor, apadrinados por clientes de dudoso conocimiento gráfico y confusos en sus encargos. Porque no, no todo vale. Y no, no nos olvidemos, que el uso indiscriminado de la IA se está acercando.
Cierro reflexiones, pum.
* Este artículo se publicó originalmente en el número 121 (noviembre 2024) de la revista Plaza