VALÈNCIA. Bastaría con mencionar que Victoria Slivkoff ha sido la directora de innovación y emprendimiento del ecosistema de la Universidad de California, con 10 campus, incluidos los míticos de Berkeley y Los Angeles, donde todo comenzó en lo que a la microelectrónica moderna se refiere. Pero Slivkoff dio el salto a la iniciativa privada. Ahora forma parte de la gestora de fondos de capital riesgo Walden Catalyst y es directora general de la iniciativa Extreme Tech Challenge (XTC), que promueve startups con propósito, es decir, alineadas con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU. En la aventura, va de la mano del exCEO de Samsung, Young Sohn, y de figuras de la élite inversora de Silicon Valley como Bill Tai.
-Cómo ha vivido el ecosistema la crisis del Silicon Valley Bank (SVB) y cuál es tu explicación al respecto.
- Lo que ha sucedido con el SVB ha sido un efecto dominó, porque contaba con una gran cantidad de depósitos particularmente de startups que habían captado mucho dinero y eso le situaba en una posición relevante para la toma de medidas de éstas contra la inflación. Cuando el capital riesgo redujo sus inversiones, las startups comenzaron a tener menos dinero y eso les generó problemas. El SVB debía haber tenido más liquidez para apoyarlas.
Junto a ello, estamos en la economía de la información, en la social media economy, en la que confluyen influencers y capital riesgo, como Peter Thiel [fundador de PayPal], y antes de que aparezcan los problemas de liquidez instan a tomar el dinero y correr. Se trata de una comunidad está muy próxima, se siguen unos a otros, y eso ha conducido a una de las quiebras más rápidas de la historia. El Gobierno actuó enseguida y frenó la salida de depósitos, pero esto ha hecho que la gente aún más cautelosa y actúe a la baja. De modo que los inversores están frenando la inversión.
-Asistimos desde hace un año a un fenómeno descomunal de concentración del capital riesgo, tanto en lo que se refiere a la captación de fondos como a la inversión. ¿Cuál es tu estrategia en este entorno?
- Si eres un capital riesgo que ha venido invirtiendo durante los últimos 10 años, un par de años de cambio no van a impactarte, porque con suerte ya habías pensado bien en ello. En el caso del fondo de deep tech de Walden Catalyst Ventures, invertimos sin pensar en salir antes de seis o siete años, no a corto plazo. Observamos la volatilidad en el mercado, pero si la tesis sobre la que se basa la inversión es correcta debe funcionar a largo plazo. En el corto plazo, trabajamos en un par de cuestiones: ayudar a nuestro portfolio a mantenerse vivo, no pueden morir, lo que significa que necesitan disponer de suficiente dinero.
La mayoría, de hecho, han captado financiación para al menos tres años de economía a la baja. Es el momento de ayudar, tanto a los emprendedores como al capital riesgo, a desprenderte de los gastos que no necesitan, a focalizarse en el go to market, en la ubicación de su caja registradora y en la generación de ingresos. El mercado volverá, habrá liquidez para exits de empresas, pero a medio plazo ¡no mueras y sigue construyendo!
-Hay que sobrevivir como sea. ¿Cómo afecta esta situación a las compañías ‘dirigidas por un propósito’ (purpose driven) con las que trabaja Extreme Tech Challenge?
- Mi opinión sobre las startups ‘impulsadas por un propósito’ es que impacto, rentabilidad y viabilidad comercial deben coexistir. Una compañía puede estar haciendo cosas buenas por el mundo, pero ¿dónde está el modelo de negocio, de generación de ingresos, cuenta con inversores que la sustentan? Si se financia con subvenciones, sin viabilidad comercial, morirá un día. No busco compañías impulsadas por un propósito diferentes de las otras startups. Como inversores debemos analizarlas con los mismos estándares. Porque yo creo impacto con el alcance de una compañía. Si es pequeña y no crece, su alcance es muy limitado, pero si es comercialmente viable y tiene el potencial para convertirse en una gran compañía, el impacto es mayor porque llega a mucha más gente.
-Háblame de las grandes tendencias en cuanto a compañías ‘impulsadas por un propósito’, tanto geográficas como sectoriales, las que pueden interesar a los inversores.
- Las tecnologías climáticas siguen corriendo a gran velocidad, afortunadamente, porque tenemos enormes desafíos. En los 2000 hicimos una amplia definición de lo que significa el clima e incluimos alimentación, agricultura, smart cities, movilidad… creo que esto es bueno para buscar diferentes etiquetas y oportunidades de inversión. En Walden Catalyst estamos enfocados en las inversiones deep tech, en particular las relacionadas con inteligencia artificial y data, para mí la clave es cómo se aplican en diferentes sectores.
-Pero la IA tiene un coste energético, un coste ambiental, y otras tecnologías como las de almacenamiento energético y la microelectrónica generan problemas similares, por ejemplo, de reciclado. Como inversora con sensibilidad social, ¿cómo encontrar el equilibrio entre los beneficios y los perjuicios de una tecnología? Es una situación paradójica.
- No es fácil, en efecto. Si miras a ChatGPT de OpenAI, el coste de los servidores y el impacto medioambiental es tremendo. Por eso creo que la innovación se está produciendo en el sector de la computación de baja energía y en el negocio de los semiconductores, que alimentan todo lo que vemos. Cómo innovamos en el sentido de empujar las fronteras de la computación de bajo consumo energético. Ese sería un ejemplo de cómo mitigar el impacto medioambiental de la IA. También tenemos que fijarnos en la parte ética: la IA debe ayudarnos a tomar decisiones previniendo los sesgos en los algoritmos y en las bases de datos.
-En lo que se refiere a las tecnologías relacionadas con el cambio climático hay también una enorme confusión hoy en día. No sabemos si apostar por el hidrógeno, por las renovables, por el coche eléctrico… ¿Qué veis los inversores?
- Hay que mirar el papel de los gobiernos para influir en la toma de decisiones. Una de las cosas en las que éstos deberían pensar es cómo estructurar la colaboración público-privada para que las políticas públicas apoyen el tipo de comportamientos que quieren que tenga la gente. No se debe instar a comprar coches eléctricos para reducir la polución sin tener capacidad energética suficiente para responder a los picos de demanda o sin contar con la capacidad de producción necesaria. En ese sentido, el papel de los gobiernos es clave, particularmente en la UE, incluido el trabajo codo con codo con el capital para apoyar los fondos de inversión focalizados en la sostenibilidad.
-Tu perfil profesional es llamativo porque eras la responsable de innovación y emprendimiento nada menos que de todo el ecosistema que cubre el paraguas de la Universidad de California. Y de ahí decides dar el salto al sector privado. En España el debate sobre cómo conectar la universidad con la empresa es recurrente. ¿Cuál ha sido tu receta?
- Como directora cubría un ecosistema universitario masivo de California que incluía a 10 universidades, desde UC Berkeley a UC Los Angeles, cinco hospitales y tres laboratorios nacionales. Lo que vi fue un amplio espectro de innovación. Estaba a cargo además de la propiedad intelectual (IP) y de las patentes del sistema UC, que es el mayor catálogo de cualquier universidad en Estados Unidos, con más de 15.000 IP activas que generaban en torno a 120 millones de dólares de ingresos anuales. En lo que se refiere al emprendimiento, había más de 60 incubadoras y aceleradoras. Era un trabajo enorme. Me fijé las posibilidades que podía abrir cada innovación a las spin offs de la universidad, a los emprendedores.
-En España una de las grandes batallas en innovación tiene que ver con la cuestión de las patentes. Nuestro nivel de protección es muy bajo. Tú usabas las patentes y las IP para abrir nuevas oportunidades, el camino comenzaba en ellas.
- Por supuesto. El desafío era verificarlas y encontrar casos de uso para cada tecnología, cuál es su aplicación real más allá de la actividad científica. Era un trabajo realmente duro. Obviamente, no todas las startups tienen que crearse a partir de IP de las universidades, pero éstas sí pueden generar muchas spin offs. En la gestión de las patentes fuimos la primera universidad en utilizar inteligencia artificial a través de una startup llamada ClearAccessIP, que recorría la base de datos para encontrar IP relacionadas o adecuadas para una aplicación. No todas son comercializables, pero se trata de tener expertos de la industria que trabajen codo con codo con los investigadores para establecer en cuáles deberíamos enfocarnos y podrían dar lugar a spin offs. La universidad conserva una participación en esas compañías y cuando se convierten en grandes negocios, parte del dinero vuelve. Es un feedback positivo para los fondos para investigación en lo que hay que caer en cuenta.
-Muchos inversores de EEUU suelen decir cuando vienen a España que promovemos startup consumer facing, y somos menos buenos con las deep tech. ¿Cuál es tu consejo para hacer la transición del low tech al deep tech?
- Si miras a las compañías deep tech que se originan en Europa, el ecosistema está fuertemente vinculado a centros de investigación científica, como el ETH de Zúrich, Oxford, Cambridge. Las compañías deep tech suelen estar basadas en descubrimientos científicos, o relacionadas con ellos. De modo que es bueno analizar cómo promueves esos puntos de enlace o si hay suficientes fondos gubernamentales para hacer esta investigación básica capaz de atraer a científicos de Europa y de otros lugares, para que vengan y trabajen en las universidades españolas. Y, si eso no se traduce en una spin off, cómo crear un ecosistema capaz de atraer a emprendedores deep tech para que construyan sus proyectos. Es un trabajo duro que comienza atrayendo talento, pero que implica también el presupuesto de investigación de las universidades, porque ese es el fundamento de la innovación y con suerte del emprendimiento.
- Háblame de tu interés por València, ¿tienes la intención de crear una relación estable con XTC?
- Es la primera vez que vengo a València y quiero mostrar mi agradecimiento a Krloos Rivera por invitarme. XTC es una organización sin ánimo de lucro, la mayor comunidad mundial de startups que abordan temas globales. Quizás podamos traer el XTC a València de forma que podamos encontrar fantásticos emprendedores que están creando innovación aquí y conectarlos con mercados de capitales de cualquier lugar. Somos además partners de los principales eventos tecnológicos del mundo, como el CES o Techcrunch y subimos a las compañías más prometedoras al escenario para darles visibilidad global. Queremos hacerlo con startups nacidas en València. Uno de mis objetivos inmediatos es cómo hacer esa conexión. Me interesa conocer cuál es la fortaleza particular de este ecosistema.
-Estamos en un momento muy complicado. Dime cuál es tu nivel de alerta, ¿eres optimista?
- Soy una persona optimista. Grandes compañías se crearon en momentos de crisis, como Amazon. Si fuera un emprendedor y creara una empresa, pensaría en si estoy comprendiendo el problema y si mi equipo tiene una ventaja particular para resolverlo, porque ha trabajado en otras compañías antes analizando problemas de este tipo. Luego hay que fijarse en el timing: ¿es un problema urgente y la gente pagará por mi solución? Lo que ofreces puede ser ‘agradable de tener’ o ‘necesario tener’, en la medida de lo posible tu solución debe ser del segundo tipo para esos problemas urgentes. Porque en el go to market si la gente está dispuesta a pagar por ello, automáticamente habrá usuarios. Y, por último, si tu mercado doméstico no es suficientemente grande, construye para el mundo.