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TRIBUNA LIBRE / OPINIÓN

La no tan descabellada coalición Podemos-Ciudadanos

Albert Rivera y Pablo Iglesias, en su encuentro en el programa 'Salvados'.

Es de perogrullo decir que estamos ante unas elecciones singulares: mayor variedad de opciones con posibilidad de gobernar y, por tanto, un número sin precedentes de indecisos

11/12/2015 - 

VALENCIA. Unos son los herederos del 15M, o el 15M mismo, otros son el partido del Ibex35, o el ibex35 mismo. Palestinas y corbatas. Las caricaturas los muestran como opciones antagónicas. Podemos y Ciudadanos. He hecho estos días un pequeño experimento absolutamente carente de significatividad: preguntar a la gente más diversa que me he podido encontrar, en mi entorno cercano, sobre la posibilidad de un pacto de gobierno entre Ciudadanos y Podemos. La reacción de las víctimas es similar: una cara de "eso es absolutamente imposible", seguida de unos minutos de reflexión que se mueven entre la curiosidad y el escepticismo.

Es cierto que los números difícilmente salen pero eso no disculpa que ningún medio haya planteado esta posibilidad. El presidente se elige (después de que el Rey proponga candidato) por mayoría absoluta y si no salen las cuentas, después de 48 horas, por mayoría simple (más votos a favor que en contra). Las mejores previsiones dan una suma de 125 escaños a los "nuevos" cuando la mayoría absoluta está en 176, así que esta fantasía solo sería posible con la abstención de uno de los grandes partidos.  Estamos acostumbrados a leer análisis sobre todas las demás combinaciones posibles: la opción 'controlad el robo de los míos' PP-Ciudadanos, la gran coalición en defensa del status-quo PP-PSOE, la renovación a la fuerza de PSOE-Ciudadanos, el cambio de izquierdas de PSOE-Podemos e incluso el fantasma del moro Musa que algunos quieren que veamos en el tripartito PSOE-Ciudadanos-Podemos. Pero, a pesar de que las mates no están de su lado, ¿por qué obviamos la opción que falta?

Es de perogrullo decir que estamos ante unas elecciones singulares: mayor variedad de opciones con posibilidad de gobernar y por tanto un número sin precedentes de indecisos, un debate más mediatizado pero también más abierto que nunca, un interés creciente combinado con cierto hastío por los procesos electorales. A medida que las nuevas opciones han ido ganando centralidad el debate nueva-vieja política ha ido diluyéndose, pero su importancia no se puede negar. No es cuestión solo de formas, Ciudadanos y Podemos están mucho más acostumbrados a discutir ideas y propuestas en debates abiertos como el de Atresmedia. No es cuestión solo de la brecha generacional, aunque si enviásemos 16.000 autobuses del Imserso a Lourdes el día 20 de diciembre los resultados serían radicalmente distintos. O de la brecha campo-ciudad, aunque si no votaran en los pueblos o en las provincias poco pobladas veríamos tres cuartas partes de lo mismo.

Pactos antinaturales

La emergencia de Ciudadanos y Podemos obliga a pactar, y lo que es más importante, a disentir, a escuchar, a ceder para conseguir (parte de) los objetivos. El escenario ha cambiado para bien, de un partido de fútbol con aficiones irreconciliables, a veces con la irrupción de árbitros de la derecha nacionalista fácilmente sobornables con ciertas concesiones, hemos pasado - en teoría - a un juego mucho más estratégico y abierto, más parecido a un ajedrez a cuatro. Es un hecho insólito que los candidatos incluso se den la razón en algunos momentos del diálogo. Pablo Iglesias acertó en el último debate discrepando desde el punto común (sobretodo con Pedro Sánchez y Albert Rivera), con una cordialidad envenenada hacia sus rivales y, de paso, tratando al ciudadano como si no fuera un hooligan que hubiese apostado a un combate de lucha libre. 

Ciudadanos, además, se enfrenta a un dilema con la mitad de su electorado dividido entre la preferencia de pactar con el PSOE y la de hacerlo con el PP (es ligeramente superior la segunda), entre investir a Pedro Sánchez de presidente o aupar a Rajoy (el primero gana por milésima). Los liberales demócratas del Reino Unido tuvieron una duda similar en 2010 y entrar en el gobierno de Cameron les pasó una tremenda factura en las siguientes elecciones.

Un pacto Ciudadanos-Podemos sería antinatural, especialmente en el eje territorial, perjudicaría considerablemente las coaliciones de Galicia, el País Valencià o Catalunya con una ideas de España enfrentadas y seguro que no gustaría a las bases de unos y otros. Pero el movimiento al centro de los dos partidos les hace coincidir en los diagnósticos (no en las soluciones) y verlos directamente enfrentados, como en el debate en el bar del programa de la sexta Salvados, recuerda ligeramente a las posturas de las dos alas opuestas del partido demócrata estadounidense. A pesar de todas las diferencias son partidos que, al menos teóricamente, dialogan más (aquí por ejemplo Mónica Oltra -ya sé que técnicamente no es de Podemos- ha dicho que tienen cosas en común con Carolina Punset y que pueden ponerse de acuerdo sin problemas). 

El posible acuerdo solo podría ser de mínimos. De la nueva política contra la vieja. Con algunos puntos claros de regeneración y con el mero objetivo de empezar esa nueva transición de la que tanto se habla: regeneración democrática, dinamismo económico, inclusión social, reforma de la administración (incluyendo nueva ley electoral). 

Deberían cambiar mucho las cosas esta semana para llegar al sorpasso a los viejos partidos. Es probable que la hipótesis sea solo plausible a medio plazo. No estoy defendiendo un pacto así, pero no me parece una locura poner, al menos, la posibilidad sobre la mesa.

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Ramon Marrades es economista e investigador de la Universitat de València

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