la milenaria institución foral valenciana

La tira de comptar revisited

Un privilegio histórico, una vía directa para los restauradores de acceder al género de proximidad, un madrugón tradicional. La tira de contar es el mercado, amigos y amigas

| 10/11/2023 | 6 min, 55 seg

Afuera es noche cerrada. Afuera llueve y por la carretera no circulan casi turismos. El asfalto pertenece a los camiones y las furgonetas que transportan cajas de coliflores, sacos de patatas, los primeros cítricos de la temporada. Llegan al parking, pasan el control, estacionan. En el exterior de la boca del estómago del cap i casal no parece haber una actividad humana excesiva: hay más automóviles que personas, más cajas de fruta en el suelo que iluminación, menos ruido del esperado, pero de puertas para adentro,  Mercavalència es otra cosa. La vida y la economía son cafeínicas: estamos en la hora punta de la tira de contar. Hombres y mujeres —más hombres que mujeres— empujan carretillas. De hecho, parecen unidos a ellos, son una extensión de su cuerpo, puro transhumanismo. Para muchos la herramienta de trabajo forma parte de sus primeras palabras en castellano: ‘carretilla’, ‘paga’, ‘dame’, ‘¿Cuánto?’, ‘alcachofa’.

En 2016, Vicent Molins bautizó la ‘tira de contar’ como la sacristía de la huerta valenciana: una sala imaginaria de la catedral del producto que es el Mercat Central. Esta ‘tira’, de contar o comptar es, físicamente, un espacio en Mercavalència donde los pequeños agricultores de la huerta acuden de madrugada con productos recién cogidos, frescos, brillantes. Aunque donde tiene mayor presencia es en Mercavalència, históricamente la práctica se extendía alrededor de los distintos centros de abastos de la ciudad. Con el cambio electoral, la actual alcaldesa de València, María José Catalá, declaró que eliminaría la tira de contar “por ser una competencia desleal con los comercios de los barrios y los mercados municipales". Cocineros como Ricard Camarena lamentan que ‘la tira’, “no esté escenificada en la ciudad de la forma que debería” y se relegue a una zona portuaria. Por el contrario, voces críticas con la anterior gestión administrativa local consideran que aquello de que los productores puedan vender en los alrededores de todos los mercados es “una mentira que se inventaron para que pareciera que hacían algo”.

Controversias e intereses aparte, históricamente las raíces de ‘la tira’ se hunden hasta el reinado de Jaume I, quien en 1238 oficializó la práctica comercial instaurada durante los tiempos árabes. Mediante el fuero, los agricultores podían vender directamente sus frutas y verduras en los mercados. Un privilegio de los agricultores de la Vega de València que garantizaba y garantiza la venta diaria del producto fresco de temporada procedente de la agricultura de proximidad. 

Cuarenta años de ‘la tira’ en Mercavalència 

Tras bambar por distintas ubicaciones (la plaza del Collado, el sótano del Mercado Central, el mercado de Abastos) ‘la tira’ se estableció definitivamente en las dependencias de Mercavalència en el año 1981. Allí, durante las últimas horas de la noche o primeras del día, se desarrolla esta actividad particular que es testimonio vivo de nuestra historia gastronómica. El nombre propio de la tira de contar proviene del sistema de comercialización del género en la época foral: en lugar de un sistema de pesos regulado, la unidad marcaba la norma: un tomate, dos tomates, tres tomates. Para hacer la cuenta solo había que contar los productos. 

Paseamos entre el producto final de la huerta periurbana valenciana gracias a la actividad organizada por Gourmet Catering y Alabau Frutas y Verduras en el marco del festival Cuina Oberta. Con la iniciativa pretenden descubrir “una ciudad nocturna, vibrante, desconocida y mágica” para hablar sobre los “productos de proximidad y hablar con los productores”. Paco Alabau, alma de Alabau Frutas y Verduras y cicerone, nos presenta a un histórico de mercado, el tío Paco: un llaure de más de ochenta años que no pierde la costumbre de madrugar y hacerse un almuerzo en el mercado, mientras inspecciona el género. A los doce años se tuvo que hacer cargo de su familia: o trabajar la tierra, o robar. “No había tractores, ni palas, ni maquinaria. No hi havia res. Era el año 55 o por ahí. Yo nací en el 39, en la posguerra. 84 tengo ahora, pero he trabajado más que un burro. La huerta la tengo en el camino Moncada. Tengo en Bétera una finca de cincuenta fanegaes, y la otra la tengo al lado de casa”. Imagina’t lo que se ha menjat la ciutat —interviene Alabau— que d’ací cap a València tot era horta. Los Pacos enumeran las hectáreas de huerta que se han perdido “ no encontramos hombres para trabajarla. Menos mal, y dirán lo que quieran, que están estos extranjeros. Algunos son sinvergüenzas, como en todas partes. Eh, pero un desastre cómo está la huerta hoy en día. De verla cómo está ahora a cómo está hoy… menuda diferencia”. 

Relevo generacional 

“El error de mi generación fue pensar que se podía vivir de la pagueta. Hay que trabajar”, sentencia Paco Alabau en referencia a la cohorte entre 40 y 60 años. “No anem a parlar de llauradors a soles, hi ha que trevallar i au”, agrega el tío Paco. Unos metros después, entre el olor de cebollas, la hierbabuena y el cilantro, David Civera representa el paradigma del gen regresivo del agro: los nietos de los padres cuyos hijos no continuaron labrando la tierra. Civera es graduado en Magisterio, hijo de funcionarios, según su chaqueta térmica, aficionado al ciclismo y llaureSoc massa treballaor, podria treballar menys que no pasaria res. Pero si no los gastos te comen. En 2022, la agricultura y la pesca representaban un 9,39 % de los contratos laborales frente al 12,27 % a nivel estatal. Nos estamos quedando sin manos. 

“Yo no sé lo que pasa, tienen veinte años y van a la escuela, tienen veintidós y van a la escuela, tienen veinticinco y van a la escuela… pero al campo no va nadie. Esto parece un cementerio”. El tío Paco recuerda un paisaje de núcleos poblacionales enclavados en mitad del campo, con ganadería para el autoconsumo y renovación generacional. David se lamenta por los gastos fijos de personal, la cuota de autónomo y la inestabilidad de la producción: “Pagues dos mil euros per treballador faça aire o no faça aire i te tire a terra les taronjes. Has de mantenir-la a l’estiu, fer una inversió… Quin jove vol pagar 25.000 euros per una cosa que ès volàtil?. ¿La solución? “Ser valiente y jugársela. Como en cualquier negocio”. Los datos más recientes del Ministerio de Trabajo sobre empleo juvenil señalan que los trabajadores cualificados en el sector agrícola, ganadero, forestal y pesquero menores de 30 años son solo un 0,79 %, mientras que mayores de esa edad, representan un 1,63 % del total de la fuerza de trabajo contratada. En conjunto, 53.577 personas, una cifra en progresiva disminución desde 73.246.  

La única ley que no falla: la de la oferta y la demanda 

“Esto es una forma de que su producto que se ha plantado, lucharlo, defenderlo y recoger su fruto. Aquí si no hay cacau, no hay género”. El empresario hortofrutícola hace referencia al intercambio de dinero en metálico y las libretas con cuentas hechas a mano. No valen bizums ni medios electrónicos, esto es pura oferta y demanda al instante. “Cada uno que haga lo que quiera. I au. ¿A cuánto es la uva ahí? A cinco. Allá, a cuatro. ¿Te gusta esta, la otra? Igual la de cinco es más barata. Marcar los precios es totalmente libre, la libertad es una cosa preciosa. Esto es como la bolsa, es una bolsa diaria. Conforme reacciona el mercado, actúas. El mercado eres tú”. 

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