VALÈNCIA. Cada vez son menos las verdades que me mueven y me conmueven. ¿Acaso pueden unas alcachofas ser motivo de peregrinaje al corazón del barrio de El Carmen? Pues sí, las alcachofas todo lo pueden. Son las plantas de las sonrisas y las lágrimas, las verduras mágicas que hacen germinar los amores, que pueden marchitar las relaciones. A mí me valieron una ruptura, amarga la cosa, pero esa historia es de otro tiempo.
Hasta L’Aplec llegamos por ellas, y solo por ellas. Nos habían dicho que las preparaban fritas, muy fritas, como chips de una sabrosa quimera. Y miren, a una amiga se le saltaban las lágrimas. Nos contentábamos ya, qué facilones somos, pero resulta que hubo más que carxofa (sí, aquí se habla en valenciano, y qué bien suena): que si calamar a la plancha, que si ensalada de tomate valenciano con ventresca, que si buen vino y mejor producto.
Dicen que las bravas son pletóricas. Y de acto final, las tartas caseras. Levantan medio palmo del plato, pero el ánimo se te sube a las nubes.