la panadería artesanal de una pareja de madrileños

Le Pain Tranquille (Orba): donde la vida lenta huele a pan

Desde Orba con amor o la panadería artesanal de dos madrileños que han encontrado su vocación: Miguel y Lourdes amasan, hornean y viven sin prisas pero con mucho tesón.

| 18/02/2022 | 4 min, 12 seg

Le Pain Tranquille es toda una declaración de intenciones y hace honor a su nombre. “Trabajamos con fermentaciones lentas, muy despacito”. Esa es la filosofía de vida de Miguel: sin prisas todo sale mejor. Se lo repite todos los días como si fuera un mantra para invocar esa ansiada tranquilidad que cuesta mantener cuando uno es autónomo y empresario… aunque sea en un pueblo como Orba, enclavado en la idílica comarca alicantina de la Marina Alta. Aquí, en un modesto local que antes fue bar y que el propio Miguel reformó en 2019 “viendo vídeos de Youtube”, hacen su magia particular. Mientras nos lo cuenta, amasa, pesa y da forma pacientemente a varios panes de semillas que el domingo Lourdes y él venderán en el Mercat del Riurau, donde podrás encontrarlos una vez al mes.

Solo emplean harinas ecológicas molidas a la piedra de trigos antiguos y autóctonos de Blat de la Marina “con poco gluten y mucho sabor” como el fartó (similar a la espelta) o el amorós (parecido al kamut). Aunque en Le Pain Tranquille también tienen pan gallego o de centeno. Ahora Miguel ejerce, salvando las distancias, de boticario: a cada cliente le orienta en función de sus gustos pero, sobre todo, en base a sus afecciones. “Mucha gente tiene intolerancias por culpa de los procesos de panificación rápidos o problemas con la absorción de los hidratos, pero la solución tampoco es consumir solo panes con harinas integrales”. Aquí el proceso es totalmente artesanal… y muy transparente. Nos llama la atención su horno: es de pizza y los inyectores de vapor son manuales. “Este horno vale 2.000 euros y uno profesional, unos 20.000”. El ingenioso hidalgo Miguel Suárez es tan peculiar como auténtico.

Lourdes se encarga de la parte dulce: elabora galletas de coco o de chocolate, brioches y tartas de zanahoria o de calabaza con harina de almendra por encargo. Alguien llama a la puerta: un vecino de Murla quiere saber si tienen brownie, ese del que habla todo el valle. “Siempre me ha parecido que los convencionales tienen demasiado azúcar, así que he ido probando hasta dar con mi receta”, nos cuenta la repostera. Y tiene otro secreto: lleva amaretto o un licor similar. A veces también hace una versión vegana. “Los dulces de Lourdes no los elabora nadie en toda la región”, presume Miguel.



¿Y cómo acaban dos madrileños en Orba? En aquel momento no compartían camino, pero llegaron a este pueblecito alicantino atraídos por un proyecto educativo que hay aquí… y sus rutas vitales se cruzaron. Ahora comparten el mismo proyecto de vida: Le Pain Tranquille, que tiene su propia cadencia. Los lunes elaboran las masas de los dulces de la semana y solo sacan panes por encargo. De martes a viernes son los días en los que los encontrarás en el obrador porque es cuando elaboran y venden pan. También reparten a pueblos cercanos, tanto a particulares como a supermercados ecológicos, herbolarios o restaurantes. Los martes y jueves están en Pedreguer y los miércoles en Jávea, pero llegan hasta Sanet i Negrals o hasta la Vall de Laguar.

“Yo hago el pan a mi ritmo. Prefiero trabajar más horas y hacerlo tranquilo que vivir agobiado”. Para Miguel es fundamental ese equilibrio. “Por mucho que yo quiera sacar un buen pan, si yo no estoy contento o no paso tiempo con mi hija, el pan no sale bien”. De hecho, la masa madre tiene la misma edad que Lola, que en unos meses cumplirá diez años. Cuando ella nació, Miguel se fue a vivir a Barcelona y estuvo trabajando en una panadería ecológica. Previamente, en Madrid, había hecho un curso de panadería en Asempan con Manuel Flecha como maestro. Pero para llegar ahí, Miguel ha dado muchas vueltas: estudió Ciencias Biológicas y Relaciones Internacionales en la Complutense, fue profesor adjunto (“duré 26 días, eso no era lo mío”), estuvo varios años en Latinoamérica e hizo un doctorado en antropología andina mientras transformaba cosas que se encontraba (madera, semillas o piedra) en piezas de artesanía. Y después de ser teleoperador de seguros, se hizo panadero. Él hoy lo es a tiempo completo, pero Lourdes, que antes trabajaba en el mundo de la moda, combina su oficio de repostera con el de instructora de yoga y pilates.


Desde Orba, esta pareja escribe cada día una carta de amor a la vida lenta: esa que ellos mismos practican por coherencia y convicción, esa misma que huele a pan y sabe a pueblo.


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