ALICANTE. La periodista y escritora alicantina María Ovelar se lanza a la prosa publicando su primera novela. Tras embarcarse recientemente en el mundo literario con dos poemarios, Las oceánicas (2021) y Diccionario de términos eufemísticos (2022), publicados ambos por la editorial Valparaíso, regresa ahora a las librerías con Suya era la noche (2025), de la editorial Consonni, donde reflexiona sobre el deseo y la culpa explorando el placer sexual de las mujeres, sus fantasmas, el abuso y el exceso. Una publicación que ha presentado este viernes, 4 de abril, en la Feria del Libro de Alicante.
— ¿Qué te ha motivado para cambiar del verso a la prosa? ¿Había mucho por contar y con más detalle?
— Siempre he escrito poesía y prosa a la vez. Para mí, es natural combinar ambos procesos. En cuanto a la novela, en su versión inicial era considerablemente más extensa, casi el doble de páginas. Realicé una gran labor de síntesis y edición, y cuando el manuscrito llegó a la editorial, decidieron no cortar ni modificar nada en relación con la historia o el estilo.
La novela aborda temas como la identidad fragmentada, el concepto del doppelgänger, el trauma, el deseo y la escritura, entre otros. También toca temas colaterales, como la crisis del periodismo, el movimiento #MeToo, y la escena literaria y de micrófonos abiertos en las grandes urbes. La historia se centra en dos mujeres que luchan por reconstruir su identidad tras haber sido menospreciadas y silenciadas por una sociedad que les negó su voz.
Es una historia que refleja la experiencia de muchas mujeres que han luchado por recuperar su autoestima y su seguridad. Mujeres que han dejado de amoldarse a las expectativas ajenas y han aprendido a satisfacer su deseo. A lo largo de la novela, las protagonistas aprenden a reconocerse y a reivindicar su identidad a través de su deseo, un proceso que las libera de las imposiciones del otro.

- La periodista y escritora alicantina María Ovelar
— Por tanto, la protagonista, una poeta alicantina que vive en Madrid, ¿cuánto tiene de ti?
— No es una novela biográfica. La novela, metaliteraria, juega con el término de autoficción y hace alguna broma al respecto. Parece que nos hemos quedado más con el "auto" que con la "ficción". Sin embargo, creo que toda escritura tiene algo de personal y algo de experiencial, incluso la ciencia ficción.
Para conectar con mis personajes necesito sentir, identificarme y comprenderles. Para ello, es vital salir a caminar con ellos, conocer sus emociones, sus gustos. También, al ser mi primera novela, quise acercarme a escenarios y ciudades que conozco, como Alicante o Madrid.
También quería capturar las contradicciones de la noche. A veces es un lugar de transgresión contra la monotonía, un espacio de transgresión y experimentación. Pero, en otras ocasiones, se convierte en un producto de mercado donde nos relacionamos como autómatas de patrones adquiridos, en un espectáculo del consumo.
En cuanto a la protagonista, conozco bien el periodismo, como ella. Trabajé en El País durante trece años y sigo colaborando con este y varios medios. Sé cómo era el periodismo antes del MeToo y cómo operaban las estructuras de poder en las redacciones. En la novela, la protagonista denuncia comportamientos abusivos de periodistas, de "grandes firmas", como ella las llama. También conozco bien el circuito literario en Madrid. He participado en micros abiertos, he organizado tertulias y he promovido espacios de encuentro después de asistir al acoso y desprecio al que se sometía a compañeras.
En el libro hay un bar llamado El Abecedario, y puede que algunos encuentren paralelismos con algún bar. Yo pasé por allí, pero he fabulado mucho: por desgracia, después de leer los testimonios de compañeras en Instagram, me doy cuenta de que me he quedado corta.
Soy de Alicante, también he vivido en Madrid. Ahí hay otro paralelismo. Pero eso no significa que las experiencias de la protagonista sean mías. De hecho, mientras escribía, a veces me daban ganas de decirle a Victoria: "Te quiero mucho, pero espabila".
— Entonces, ¿esa búsqueda de identidad de la protagonista a lo largo de la novela es también un viaje personal por tu parte?
— Aunque no se trata de una biografía, hay mucho de mí en la novela, sin duda. A lo largo de su escritura, he reflexionado profundamente sobre temas como el pacto social entre hombres y mujeres, cómo podemos reconciliarnos, las relaciones abiertas, la ternura, el cuidado y, por supuesto, el deseo. Y no solo el deseo sexual, sino también el deseo de escribir.
El deseo de escribir es lo que transforma a las protagonistas, lo que reactiva su memoria y les permite liberarse de la culpa y de los mitos que han marcado su vida, como el de Lilith o la carga simbólica que pesa sobre Eva. Son mujeres que, a lo largo de sus vidas, han priorizado el deseo del otro por encima del propio. Esto ha sido una constante en la vida de muchas mujeres.
Cuando hablo de deseo, no me refiero solo al deseo sexual, sino a algo mucho más profundo, algo que atraviesa toda la historia y que hoy está en el centro del debate feminista.
— Reflexionas sobre el deseo y la culpa. Tenías el deseo de escribir esta historia ¿Has sentido culpa?
— La culpa es un tema central en la novela porque las protagonistas están en un proceso de reconciliación con sus propias experiencias. A lo largo de sus vidas, han intentado autodestruirse por falta de autoestima, se han esforzado por complacer a los demás y se han domesticado, adaptándose a los cánones sociales impuestos. En cuanto a si he sentido culpa al escribir la historia, debo decir que no juzgo a los personajes en ningún momento. No adjetivizo sus actos, sino que dejo que sus comportamientos hablen por sí mismos, permitiendo que sea el lector quien forme su propia opinión.
Es importante también señalar que, a pesar de la carga emocional que acompaña a la trama, hay un componente de humor en la novela, incluso en algunas escenas sexuales. El humor es una herramienta que me ha permitido explorar la complejidad de estos temas con un tono que no busca ser exclusivamente sombrío.
Al escribir, gozo. En ese sentido, me inspiro en el celo poético del que habla Cristina Peri Rossi. El deseo de escribir, el deseo de transformar y de crear, es algo que siento como parte de mi propio proceso literario.

- La periodista y escritora alicantina María Ovelar
— La historia aborda más de dos décadas, pero transcurre también en 2018, en plena ola de sororidad del #MeToo y en el contexto del caso de La Manada, como dices. ¿Qué balance haces te todo aquello siete años después?
— Para mí, el punto de inflexión fue el #MeToo y, especialmente, la reacción a la sentencia de La Manada. Cuando España salió a las calles, hombres y mujeres unidos, fue un momento decisivo. Fue como un grito colectivo por el reconocimiento de nuestra realidad como mujeres. Comparémoslo con otro caso que aparece en la novela: el crimen de Alcàsser. La diferencia radica en que, en los años 90, los medios de comunicación convirtieron a las víctimas en mártires, y nos inculcaron un profundo miedo, sobre todo a las niñas de mi generación: miedo a andar solas, a salir de noche, a hablar con desconocidos. Sin embargo, después del caso de La Manada, vimos fue un cambio profundo en la sociedad, una sociedad que no aceptó la sentencia y que salió a exigir que se reconociera lo que era: una violación continuada.
Ahí, el discurso cambió radicalmente. Ya no solo nos veíamos como víctimas, sino como una comunidad unida que se decía: "Hermana, yo sí te creo". Ese fue un momento de transformación, un punto de inflexión donde la sororidad y el reconocimiento de nuestras experiencias se hicieron más visibles que nunca.
— ¿Qué opinas sobre la sentencia del caso de Dani Alves?
— El caso de Dani Alves refleja, una vez más, la resistencia del sistema judicial a creer a las víctimas de violencia sexual. A pesar de los avances legislativos, la desconfianza hacia el testimonio de las mujeres sigue siendo una constante. Se nos exige ser "víctimas perfectas", como señala Cristina Fallarás, sin contradicciones ni dudas, mientras que a los agresores se les permite cambiar su versión varias veces sin que esto afecte su credibilidad. Esto subraya una clara desigualdad en el trato a las víctimas y los agresores, un desequilibrio que sigue persistiendo en la práctica judicial.
Además, el proceso judicial en casos como este sigue revictimizando a las denunciantes. Aunque existen avances en términos de perspectiva de género, aún vemos cómo se cuestiona constantemente la veracidad de los relatos de las mujeres y se normaliza la violencia en ciertos contextos. La absolución de Dani Alves pone en evidencia que, a pesar de las herramientas legales que deberían ofrecer protección a las víctimas, el sistema sigue sin contar con los medios necesarios para afrontar la violencia sexual de manera efectiva. Esto refleja una falta de sensibilidad hacia el sufrimiento de las víctimas y una tendencia a proteger a los agresores, perpetuando la impunidad.