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Life of Kylie: La hermana de Kim Kardashian, pobre niña rica

Nuevo spin-off del reality de la familia Kardashian que hace que uno se pregunte por el sentido de la vida

9/09/2017 - 

MADRID. Para los no iniciados, una breve presentación: Kylie Jenner es la hija Kris y Caitlyn Jenner. Kris es la ex mujer del fallecido Robert Kardashian, abogado famoso por defender a OJ Simpson, famoso a su vez por el deporte y por el misterioso asesinato de su mujer. Con él tuvo a Kim, Kourtney, Khloe y Rob Kardashian, famosos todos ellos por su reality Keeping up with the Kardashians, por Rob and Chyna y por Body Revenge.

Luego se casó con Bruce Jenner, con quien tuvo a Kendall y Kylie Jenner antes de que el padre se cambiara de sexo. Ahora Bruce es Caitlyn y también tiene un reality, I am Cait, donde se ha seguido su cambio de sexo paso a paso y otras trasngénero han compartido su experiencias, a veces muy duras, por lo que el programa tuvo un importante valor social.

Como ven, hay dos ramas familiares. En la segunda, en los Jenner, la presencia de la pequeña Kylie, que actualmente tiene 20 años, nunca ha pasado desapercibida. Por un lado, por sus famosos cambios de color de pelo. Hay quien asegura que la moda de los mechones verdes pastel nace en ella. Lo que no sería de extrañar porque arrasa en las redes sociales con veintidós millones de seguidores. La mitad de la población española. Más de dos veces la población de Portugal. 

Y por el otro lado está que le quitó el novio, Tyga, a Chyna, una bailarina de barra americana, con quien este tenía un hijo. En posible venganza, Chyna se lió con Rob, el hermano de Kim, y se coló también en los realities. De haberse mantenido las parejas, Kylie sería madrastra de su sobrino, pero al final rompió con Tyga. Si no me siguen da igual, lo importante es que lo dejaron y montó su reality: Life of Kyle. Veamos de qué va.

Acabar con la hegemonía de Kim

Todos los intentos de spin-off de las Kardashian nunca han salido bien parados. No ha habido forma de destronar a Kim, una mujer que saltó a la fama por un vídeo viral en el que hacía una felación moviendo circularmente las manos a la vez en dirección opuesta -vayan mejor al testimonio gráfico, es muy bonito de ver-, que ha sabido mantenerse en los más alto por sus curvas y por incidentes como que le robaran las joyas en París una banda de cacos de guante blanco.  A día de hoy, cada vez que un plumilla en cualquier rincón del mundo escribe la palabra "culo" añade su apellido, no falla. Ha creado un todo un imperio en las redes sociales. Este año, US Weekly reveló que hay empresas que pagan 500.000 dólares por aparecer en su Instagram.

Aun así, todos los spin-off llegaban con la aureola de que podrían acabar con su reinado, pero hasta ahora no lo han conseguido. Han quedado en sub-tramas con más o menos interés. La de la lucha de clases, representada en la relación de pareja de Rob, pijo e inútil, y Chyna, mujer de la calle hecha a sí misa, ha sido premiada en Cannes en películas más anodinas que este programa. 

Nadie logró que su reinado se tambalease hasta ahora, pero Life of Kylie es otra cosa. Para empezar, porque causa furor entre el público adolescente. Las adolescentes que empezaron a seguir a Kim en su día ahora tienen o van a cumplir pronto treinta años. El público joven parece que flipa más con Kylie.

Tiempos de tener dinero, como siempre, pero sufriendo por tenerlo

El reality aboga por eso que está tan de moda hoy en día como es la falsa moral y el sentimiento de culpa. En los felices años anteriores al crack de 2008 ser rico era señal de ser más apto, más listo o más cojonudo que nadie y la gente lo exhibía. Eran años en los que estaba de moda la obscenidad, la presunción y el esnobismo. Ahora es lo mismo, sigue habiendo celebrities forradas que se forran aún más en los medios, pero se nos muestran con pudor. 

Kylie tiene además la desfachatez de quejarse. Sufre, incluso. Es una víctima, porque quiere tener una vida normal. La fama le ahoga, la asfixia, pasamos un mal rato con ella. Deja detalles como una visita a una casa rural en la que ve que, en un futuro, podría encontrar la liberación criando gallinas y caballos y ayudando a los niños allí, sin ser molestada. Porque lo que le gusta en realidad es ayudar a los niños. Pero como no puede mudarse a una granja todavía, se consoló comprándose una gallina exótica, la exhibió en  snapchat, se hizo viral, la llamó Eddie y siguió con lo suyo, cosechando millones de followers. 

Casas y coches a manta

Tiene que ser muy duro ser ella si le duele tanto el dinero. Con 20 años, tiene tres casas y media docena de coches. Imaginen qué angustia. Además, tiene una amiga muy mejor amiga, Jordyn Woods, que dijo en uno de los capítulos que a veces ya no se sentía ella misma, que no sabía si estaba viviendo su propia vida o la de Kylie. 

Una vida que consiste en visitar a niños enfermos o hacer buenas acciones, como la de un chaval que en el famoso baile de graduación de su instituto no tenía con quién ir. Kylie decide darle una sorpresa y se presenta en su casa de repente para acompañarle como pareja. En el colegio todos flipan, se monta la de dios y Kylie se emociona porque, como dejó el colegio prematuramente, nunca tuvo este día tan especial en la vida de todo estadunidense. Hay que tener en cuenta, y eso forma parte del contenido dramático indirecto, que esta chica empezó a aparecer en realities con nueve años. Lleva la mitad de su vida con cámaras delante. 

Reverso tenebroso

Ahí viene la parte escalofriante. Uno se queda pensativo cuando su madre, Kris, le recomienda que no sea tan cercana con sus maquilladores, que le preocupa eso, que tiene que marcar más las distancias. Así como el odio que tiene por su hermana, Kendall, que en reality de las Kardashians no se percibía. 

Me les imagino en el final de esta reseña chascándose los nudillos pensando que esto no puede ser más irrelevante, ridículo y superficial. Pues efectivamente, así es. Lo que pasa es que Kim ya es aburrida, es una madre a la que raro es que le pasen cosas emocionantes, y el mundo entero clama por alguien capaz de sustituirla. 

No obstante, sigue reinando. Es imbatible. Las audiencias de Kylie, como hasta ahora ha sido habitual con los spin-off kardashianos, van para abajo. De un millón en el primer capítulo a poco más de medio en el sexto. Kim raro es que baje del millón. Aunque poco importa, porque esta batalla se libra más en las redes, y ahí la señora Kardashian West tiene cincuenta y cinco millones de seguidores en Twitter. 

Cuando apareció Gran Hermano en los albores del siglo XXI, ya vimos que en la centuria que se estrenaba iban a pasar muchas cosas absurdas en la industria del entretenimiento. Programas que no tienen mucho sentido donde lo que ocurre es absolutamente intrascendente, los personajes son insustanciales, banales y pueriles a más no poder. A nadie en plena posesión de sus facultades mentales debería importarle lo que hacen, pero les siguen millones y millones de personas como nunca ha sucedido en la historia. 

Pero todo esto es bueno. Porque ante semejante océano de nada, frente a tal vacío, uno solo puede preguntarse pues por el sentido de la vida o algo así. Por qué estás donde estás. Quién eres. Por qué haces lo que haces. Para qué. Adónde vas. ¿Habitamos el cosmos o es todo un sueño? ¿Un sueño propio o de otra persona? ¿Igual no será el sueño de un robot? Preguntas, todas ellas, que ayudan a comenzar una bella relación con uno mismo. O si no, yo no sé ya qué hacer con estos realities. 

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