Liverpool es mucho más que los Beatles, es un destino realmente moderno con una oferta cultural y de ocio abrumadora
VALÈNCIA.-«Help!, I need somebody help!, not just anybody...». Es la canción que iba tarareando en bucle desde que decidí pasar unos días en Liverpool —y eso que no soy una fan loca de los Beatles—. Pero pensé: ¿Qué va a haber más allá de los cuatro jóvenes de Liverpool? Así que empecé a leer y ver todo sobre ellos para sentirme más integrada, incluido el documental The Beatles, Eight Days a Week de Ron Howard.
Con el play del repertorio —activado con la estatua de bronce de John Lennon en el aeropuerto— y con el sonido de las gaviotas de fondo me fui directa a The Beatles Story, el museo que te sumerge —con el yellow submarine incluido— en la historia de cómo cuatro jóvenes de Liverpool se convirtieron en la que para muchos es la mejor banda del mundo. Las horas pasarán volando viendo la antigua redacción del Mersey Beat; el bar Casbah, donde realizaron sus primeras actuaciones; los estudios de Abbey Road de Londres; el avión con el que viajaban...
Y entre tantos documentos y recuerdos, un momento que te encoge el corazón (sí, era de esperar) en la White Room, una réplica de la habitación del apartamento neoyorquino de Lennon, con sus gafas y una foto suya sobre un piano de cola blanco... Y de fondo, cómo no, sonando Imagine. Entre tanto, debes imaginar la visita con infinidad de personas fotografiándose en cada uno de los rincones, por lo que aconsejo madrugar y comprar las entradas online. Con esta visita ya tenía suficiente —aparte de los sitios que ya tenía marcados en el mapa para ver más tarde— así que obvié el Magical Mystery Tour, un recorrido en autobús que recorre treinta lugares directamente asociados a los cuatro músicos y sus familias.
El museo está ubicado en los muelles de Albert Dock, así que al salir decidí dar una vuelta por ahí. Me sorprendió ese animado ambiente de cafeterías, restaurantes y gente entrando y saliendo de sus museos —Tate Liverpool, el Museo Internacional de la Esclavitud y el Museo Marítimo de Merseyside—. Solo su pasado recordaba que fue construido en 1846 y sus muelles y edificios representaron durante años la entrada al Imperio Británico donde desembarcaban las exportaciones procedentes de todo el mundo. Hoy, es una zona que me atrapó por ese contraste de historia y vanguardia y esos reflejos en el agua que hacían que volviera una y otra vez. Especialmente al atardecer, cuando el sol bajaba y teñía de naranja todo el horizonte. Y aquí es donde me encontré también con mi primer Lambanana, una mezcla entre cordero y banana que se ha convertido en uno de los símbolos de la ciudad.
A escasos metros, en el Pier Head y aún junto al río Mersey, están las Three Graces (o Tres Gracias): el Royal Liver Building, coronado por las dos aves míticas (las famosas Liver Bird), que son símbolo de la ciudad; el Cunard Building; y el edificio del Puerto de Liverpool, con su gran cúpula de cobre. Además, aquí encontrarás la gran estatua que Liverpool ha dedicado a sus vecinos más ilustres y detrás, uno de los museos más interesantes: el British Music Experience, que homenajea a todas las bandas de música del país.
Muy cerca está el Liverpool One, un centro comercial en pleno centro histórico donde hay actuaciones y todo tipo de locales y tiendas. Lo mejor es pasar con la vista al suelo y no caer en tentaciones, que hay que ir hasta Penny Lane, una de las calles más famosas de Liverpool. En su cruce es donde Paul McCartney solía encontrarse con John Lennon. Robaron tantas veces el cartel original que han puesto uno de pie —a todas horas lleno de gente haciéndose selfies—. De ahí puedes ir hasta Strawberry Fields.
Ahora es momento de visitar las dos catedrales —sí, no me he equivocado—. La primera es la Catedral Anglicana, que se empezó a construir en 1904 con la idea de que su catedral sonrojara a todas las de Inglaterra. Así lo hicieron porque siete décadas más tarde consiguieron inaugurar el templo religioso más grande de toda Gran Bretaña y el séptimo de Europa. La segunda catedral es la Metropolitana de Liverpool, consagrada al culto católico. Como era imposible igualar en tamaño a la primera, decidieron dotarla de personalidad diseñando una enorme planta circular —no tiene la conocida cruz latina— con el altar en medio. Es curiosa pero me sorprendió aún más la iglesia de St. Lukes, que durante la Segunda Guerra Mundial sufrió bombardeos, y si bien desde fuera parece una iglesia normal y corriente... ¡el interior está vacío! Por ello se la conoce como la Bombed Out Church.
Desde la catedral Metropolitana tienes a mano el popular barrio de Chinatown —¿acaso creías que no lo había?—, que nació a raíz de la actividad portuaria de la ciudad. Su puerta, en Nelson Street, es la segunda más grande del mundo y cada una de sus piezas fueron importadas desde Shanghai para ser reconstruidas en la ciudad por artesanos procedentes de China. Es lo único ‘turístico’ porque al pasear por sus calles te das cuenta de que está lejos de la esencia de barrio chino de ciudades como Londres. Y bueno, aquí se come regulín.
el albert dock es un antiguo muelle de 1846 que hoy alberga un complejo entramado de museos, galerías, tiendas, restaurantes, bares y oficinas
Y los Beatles, por supuesto... ¡cómo olvidarlos! Y más si te vas a la bulliciosa y animada calle de Matthew Street, donde encontrarás uno de los míticos locales de la banda: The Cavern —es una réplica del original—. ¿Puede haber algo más British que tomarse una pinta mientras escuchas música en directo en tributo a The Beatles? Pues sí, que en ese mismo local haya una cabina roja de teléfonos para hacerte las fotos que quieras. El que sí permanece en pie es The Grapes, el pub en el que los Beatles se reunían antes de cada concierto para tomar una pinta de cerveza. Son dos buenos sitios para disfrutar del ambiente nocturno pero si tienes ganas de un típico pub inglés, es mejor ir a The William Gladstone o Ye Cracke, donde podrás disfrutar junto a los scousers —nativos de Liverpool— de una buena cerveza y unos Mac’n’cheese —desde que los decubrí soy adicta a ellos—.
Si te gusta el fútbol no puedes irte sin ver jugar a uno de sus dos equipos: el Liverpool FC y Everton FC. O hacer uno de esos tours que recorren el campo, permiten ver sus premios y conocer en profundidad la historia del equipo. No es lo mismo, pero pisar el césped de Anfield o del Goodison Park pone los pelos de punta.
Lo dicho, llegué a la ciudad sin grandes expectativas pero confieso que me he enamorado de su arquitectura, del refrescante espíritu artístico que destila y de cada uno de sus rincones. Y sí, me equivoqué, Liverpool no necesita a los Beatles —ni al fútbol— para ser una de las ciudades más interesantes de Inglaterra porque su legado histórico y su patrimonio dejan a segundo plano estas dos ‘pasiones’.
* Estel artículo se publicó originalmente en el número 56 de la revista Plaza
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