La Comunitat Valenciana cierra un año para el recuerdo por lo que respecta a reconocimientos para algunas de sus grandes figuras de la cultura. Desde un Cervantes a un Premio Eisner, y un buen puñado de premios nacionales, dan forma a un palmarés tiene mayoría absoluta de la terreta
VALÈNCIA. Que la Comunitat Valenciana es tierra de talento es una obviedad, pero a veces uno tiene que subrayar lo evidente para que no caiga en el olvido. Y es que, en este extraño 2020, que ha resultado brutal para las industrias culturales, se ha dado un fenómeno un tanto peculiar. Una buena noticia, para variar. Fruto de la casualidad o no, despedimos un ejercicio que deja una de las mejores cosechas de reconocimientos para los creadores made in Valencia, un palmarés que suma numerosos premios nacionales, un Eisner o el codiciado Premio Cervantes, entre otros. Si el azar ha podido ser clave para que se concentren en un mismo año, lo cierto es que la fotografía no es producto de la casualidad, sino que esconde tras ella ese 99 por ciento de transpiración del que hablaba Albert Einstein. «Es fruto de todo el tiempo que llevamos trabajando. Se están haciendo las cosas bien desde hace mucho. Ahora parece que se haya hecho en un momento, pero llevamos mucho tiempo cocinando esta situación». Estas palabras las firma Pepe Gimeno, que el pasado mes de noviembre recibía el Premio Nacional de Diseño.
Precisamente el diseño es uno de los sectores que más alegrías está dando a la Valencia cultural. Tras la designación de la ciudad como Capital Mundial del Diseño, título que ostentará en 2022, se ha puesto en marcha toda una maquinaria destinada a poner en valor a unos profesionales que, en cierta medida, han estado en la sombra. Pero el tiempo de esconderse entre los muros de estudios y empresas ha terminado; ahora continúan unos reconocimientos que el pasado año ya hicieron hat-trick. Marisa Gallén, la centenaria empresa Point y Porcelanosa eran premiados por el Ministerio de Ciencia e Innovación que, además, reconocía la labor del diseño made in Valencia celebrando la entrega en la Ciudad de las Artes y las Ciencias, una gala atípica tras los meses de confinamiento que estuvo apadrinada por el ministro del ramo, Pedro Duque, y el rey Felipe VI.
Este año, más madera, pues le ha llegado el turno a dos pesos pesados: Pepe Gimeno y LZF Lamps (Mariví Calvo y Sandro Tothill), un reconocimiento que no solo pone en valor su trayectoria sino que ayuda a dar forma al ecosistema público del diseño, resaltando aquellos nombres y apellidos que están tras los proyectos y potenciando una divulgación que es, en última instancia, la clave para que el diseño esté encima de la mesa de la Administración pública y/o empresas.
Creador de la icónica palmera con la Comunitat Valenciana que se ha contado por todo el mundo, del rediseño de la marca Roca, de Les Corts o la EMT, Pepe Gimeno es esa mano invisible que ha marcado la transición (gráfica) desde esa España en blanco y negro. Aunque él le reste importancia. «Es un premio que te hace mirar para atrás y encajar todas las experiencias que has vivido. Es agradable que reconozcan que no lo has hecho mal del todo», explica.
Por su parte, en LZF Lamps se ha celebrado el Premio Nacional como el mejor regalo de cumpleaños. Hace 25 años desde que Mariví Calvo y Sandro Tothil pusieron la primera piedra de de una aventura que, desde Chiva, ha tocado el cielo de la iluminación. Sus lámparas se encuentran en lugares tan emblemáticos como en el Mercado Little Spain; en las sedes californianas de las multinacionales Youtube, Microsoft o Amazon o en las oficinas de Coca-Cola en Atlanta y Madrid, entre otros. Especializados en la producción en chapa de madera, de ellos destaca el jurado la «carga emocional y conceptual» de su trabajo, un proceso en el que la responsabilidad medioambiental no es accesoria, sino el centro de su actividad. «Es una palabra que se dice muy fácilmente y es difícil de implementar porque las industrias accesorias no lo tienen muy asimilado; no hay productos con los que poder sustituir. Por ejemplo, el plástico nosotros lo sustituimos con fécula de maíz o patata y todos los embalajes son reciclables, de cartón […]. Es fundamental que nos tomemos muy en serio todo esto», relata Mariví Calvo.
Si bien el diseño de València ha hecho doblete, no son los únicos galardones que recoge la Comunitat en este año dorado. La lista sigue sumando nombres y, entre ellos, se encuentra un grande de las artes: José María Yturralde. Doctor en Bellas Artes por la Universitat Politècnica de València y académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos, este valenciano de adopción se ha hecho en 2020 con el Premio Nacional de Artes Plásticas. Porque, han leído bien, todavía no lo era. Yturralde ha sido un puente entre las artes y la ciencia, dos pilares clave para entender una producción que en ningún caso ha sido estática; un viaje que parte de la abstracción geométrica para sumergirse sin prejuicios en un camino cargado de matices. No obstante, el jurado destacó el «alto nivel de experimentalidad» en su trayectoria. El galardón, eso sí, no es en ningún caso un punto y aparte. Ni tan siquiera punto y seguido. Más bien un pequeño alto en el camino, una palmadita en la espalda, en una trayectoria que sigue fuerte desde su taller en Alboraya. Tanto es así que este mismo año ha trabajado en proyectos de experimentación para la vinculación con el barrio del IVAM —junto a Carlos Sáez y LaboLuz— y este otoño participaba en la exposición colectiva Universo Confinado, en Bombas Gens. Y es que Yturralde, como València, no s'acaba mai.
nacho duato, paco roca, soledad sevilla o barbara blasco son nombres que se suman a la lista de los reconocidos en 2020
La escritora alicantina Elia Barceló es otra de las grandes protagonistas del año dorado (en cuestión de galardones) de la cultura valenciana, pues ha recibido el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por El efecto Frankenstein (Edebé, 2019). «Me ha impactado mucho y me ha emocionado, pero lo que más ilusión me ha hecho es que me hayan dado un honor así siendo mujer», reivindicaba en el anterior número de la revista Plaza. Barceló confiesa que empezó a juntar palabras con la intención de reescribir los guiones de aquellas películas que no acababan como a ella le gustaría, y en cierta medida esto hace en su nuevo libro. Así, la pionera del género fantástico y la ciencia-ficción en España rinde homenaje al clásico de Mary Shelley, un relato que cuenta el viaje de Nora al siglo XVIII, un viaje narrativo comprometido con una visión feminista.
Diseño, artes plásticas, literatura... y fotografía. Esta es la última parada de los premios nacionales ‘marca Valencia’, un galardón otorgado a la también alicantina Ana Teresa Ortega Aznar con el que se destaca una labor con un claro eje vertebrador: la memoria. El propio jurado destacaba de ella su capacidad para «entender la fotografía como herramienta de construcción de la memoria e historia colectivas», una trayectoria en la que teje proyectos tan necesarios como bellos, con series donde rescata la memoria de los represaliados por el franquismo como Figuras del exilio o Cartografías Silenciadas. También destaca de su trabajo su constante reflexión en torno al medio fotográfico, buceando en soportes como la foto-escultura, un deseo de experimentación que ha ayudado a moldear también el espacio que ocupa el hecho fotográfico en la creación contemporánea.
El sueño valenciano tiene otro nombre clave en 2020: Francisco Brines. El poeta de Oliva ha sido galardonado con el prestigioso Premio Cervantes, siendo el primer valenciano en recibirlo, un homenaje a toda una vida tejiendo palabras desde un Mediterráneo al que nunca renunció. «Lo escrito, al fin y al cabo, es mi vida. Si les parece bien a ellos, que son el público o lo representan, ¿cómo voy a estar yo? Contento», explicaba en 2019, tras recibir la Alta Distinción de la Generalitat Valenciana. Seis décadas antes, precisamente, publicaba su primer libro, el aplaudido Las brasas, una trayectoria que en pocos años le llevaría a recibir el Premio Nacional de la Crítica por Palabras en la oscuridad. El legado del autor, además, tiene el futuro asegurado, pues hace apenas un par de años se puso en marcha la Fundación Francisco Brines, dirigida por Àngels Gregori. Una extensa carrera de la que, más allá de premios, quedan los imperecederos versos. Y es que, en palabras de Brines, «lo importante es que la poesía sea de los que la leen».
El dibujante Paco Roca ha sido otra de las grandes figuras del año y no por el Premio Nacional de Cómic, que ya consiguió en 2008 con Arrugas, sino por haber sido uno de los ganadores del prestigioso premio internacional Eisner, que reconoce lo mejor de la industria del cómic en Estados Unidos. En este caso, ha sido La casa, que Astiberri publicó originalmente en 2015 y que la editorial estadounidense Fantagraphics editó en castellano e inglés a finales de 2019, la obra que le ha valido el oro al otro lado del charco, un relato sobre la memoria que no ha dejado de darle alegrías al autor.
francisco brines ha sumado a su trayectoria el premio cervantes y se convierte así en el primer valenciano en conseguir el galardón
Y es que, como en el caso de Paco Roca o Francisco Brines, el palmarés sigue creciendo más allá de la cosecha de premios nacionales. Entre ellos, el Max de Honor —concedido por la Fundación SGAE— al bailarín y coreógrafo valenciano Nacho Duato, un homenaje a una trayectoria que le ha llevado a pisar algunos de los teatros más importantes del mundo y que siempre estará vinculada a su labor al frente de la Compañía Nacional de Danza. Por su parte, la valenciana Bárbara Blasco ha ganado el XVI Premio Tusquets de Novela con su obra Dicen los síntomas —tomando el relevo de la también valenciana Elisa Ferrer—, en la que relata la historia de una mujer en plena crisis y con una fijación por las enfermedades, a través de las cuales se compone un relato enclaustrado entre las cuatro paredes de un hospital y frente a un padre sumido en un eterno sueño.
Además, la también Premio Nacional de Artes Plásticas Soledad Sevilla ha sumado este año a su listado de reconocimientos el Velázquez por «su forma innovadora de entender la luz, los materiales y la geometría», destacó el jurado. Sevilla, a quien la Fundación Bancaja dedicó una deliciosa retrospectiva en 2019, se declaraba entonces contraria a la nostalgia, un viaje al pasado marcado por un «desencuentro» con el mundo del arte que, con el tiempo, ha resultado todo un romance.
Y es, en cierta medida, un relato sobre el pasado y presente el que genera un palmarés que estampa algunos de los nombres clave de la cultura valenciana, completando un relato que en este gris 2020 ha colado algunos rayos dorados.
* Este artículo se publicó en el número 74 (diciembre 2020) de la revista Plaza
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