Entre 1986 y 1988 la falla municipal de València adoptó nuevos conceptos y estéticas gracias a la incorporación de profesionales ajenos a la fiesta como Sento Llobell, Francis Montesinos, Manuel Vicent u Ortifus
VALÈNCIA. Una tarde de 1984 dos tipos trajeados llegados de Madrid entraron en el taller del artista fallero Manolo Martín. Habían escuchado rumores sobre la construcción de una falla basada en el castillo de la Bella Durmiente. Martín se vio obligado a explicar a los ejecutivos de Disney España que el monumento que ardería en marzo del 85 en la entonces Plaça del País Valencià —falla municipal Fantasía— no era más que un inocente homenaje a la magia de Walt Disney. Aquellos dos empleados volvieron a la capital satisfechos de las explicaciones e incluso facilitaron posteriormente a Martín planos del castillo.
A pesar del éxito popular de Fantasía, el entonces alcalde, Ricard Pérez Casado, decidió dar un giro imprevisto al monumento municipal. «El objetivo era romper con una estética clásica que me parecía anacrónica y repetitiva», apunta Pérez Casado. «La fiesta de las Fallas supone una ruptura de la cotidianidad y por ello creía que el monumento municipal debía significar un alejamiento estético y de contenidos respecto a lo que se había plantado hasta entonces».
Este viraje no supuso el descarte de Manolo Martín. Al contrario, el artista participaría en la nueva propuesta, a la que se incorporaron profesionales hasta entonces alejados del mundo de las Fallas. Es el caso del autor de cómic Sento Llobell, quien aterrizó en el proyecto de 1986 por una cuestión familiar. «Mi hermano era muy aficionado al cómic» —apostilla Pérez Casado— y en conversaciones con Manolo Martín y miembros de Junta Central Fallera, presidida por entonces por Enrique Real, coincidimos en que una de las mejores formas de acometer este cambio era mediante la introducción del humor. Y los autores valencianos de cómic nos parecieron el vehículo perfecto».
Martín mantenía relación con autores de la llamada Línea Clara Valenciana (Sento, Micharmut, Daniel Torres, Mique Beltrán…) desde años atrás, ya que colaboró en una exposición sobre cómic valenciano promovida por el salón del Cómic de Angulema a principios de los ochenta. Hasta 1986, Martín había afrontado fallas de corte clásico dentro de una prolífica trayectoria que incluía trabajos para Convento Jerusalén o Na Jordana. «Veníamos de la época de Vicente Luna y se llevaban las fallas monumentales», recuerda Manolo Martín Jr., quien por aquel entonces daba los primeros pasos en el taller paterno.
* Lea el artículo íntegramente en el número 79 (mayo 2021) de la revista Plaza