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CRÍTICA DE CINE

'Mamma Mia! Una y otra vez': desfachatez adictiva

20/07/2018 - 

VALÈNCIA. Han pasado justo diez años desde que se estrenó Mamma Mia! La película, y se convirtió en un auténtico fenómeno mundial. Costó unos 52 millones de dólares y llegó a recaudar más de 600, coronando las listas de la taquilla internacional durante el verano de 2008.

Probablemente ninguna crítica sesuda se atrevió en su momento a defender una película basada en la demencia y el capricho, pero lo cierto es que resultaba imposible no sentir una extraña atracción hipnótica hacia ella. ¿Por qué?

En primer lugar, por las canciones de ABBA, que se encuentran incrustadas en el imaginario colectivo y que constituyen un componente ideal para cualquier fiesta que se precie. Aquí servían como hilo conductor de una trama de enredos bastante estúpida en la que lo verdaderamente importante era sentir y dejarse llevar por el espíritu hedonista y locuelo de la propuesta sin pararse a pensar en la cutrez de las coreografías o lo simplista y culebronero de la historia.

En segundo lugar, por el reparto, capitaneado por Meryl Streep en su faceta más desinhibida y acompañada por tres galanes maduros que nunca se habían caracterizado especialmente por resultar graciosos, Pierce Brosnan, Colin Firth y Stelan Skarsgard y que aquí hacen lo que pueden para demostrar que también son capaces de ser unos auténticos bufones. Algunos todavía no se han recuperado de la imagen de este trío trasnochado cantando mal y bailando peor, generando unas dosis de vergüenza ajena sin contemplaciones que provocaba una reacción entre taparse los ojos y sentir una irremediable ternura.

Ahora se estrena su continuación, Mamma Mia! Una y otra vez, una película totalmente innecesaria que trata de recuperar el espíritu de su antecesora a ritmo de buena verbena y mucho cachondeo.

La dirige Ol Parker (responsable de títulos como Rosas rojas o Ahora y siempre) que sustituye a Phyllida Lloyd, lo que no resultaba nada fácil, sobre todo si tenemos en cuenta que la directora británica no solo se había encargado de dirigir la adaptación cinematográfica sino también el montaje teatral original. Así que conocía todos los trucos de este universo que alcanza cuotas de delirium tremens.

Ol Parker consigue salir airoso de tan difícil empresa y consigue que Mamma Mia! Una y otra vez sea de nuevo un festín de karaoke y joie de vivre, a pesar de que contaba con dos grandes escollos. La mayor parte de los hits del cuarteto sueco ya habían sido utilizados en el primer capítulo y, además, en esta ocasión la presencia de Meryl Streep quedaba reducida a la mínima anécdota. A pesar de eso, la historia vuelve a girar alrededor de su personaje, Donna, aunque en su etapa juvenil y encarnado por la irresistible Lily (que ya había brillado en films como Cenicienta o Baby Driver). Aquí adopta el rol de una chica libre y desprejuiciada con ganas de encontrar su lugar en el mundo y de vivir toda una serie de aventuras de aprendizaje. En su periplo descubrirá el amor y también el desengaño de la mano de tres amantes que se convertirán, como ya sabíamos, en los probables padres de su hija Sophie (Amanda Seyfried).

A través de una serie de flashbacks nos adentraremos en su pasado para descubrir todos sus secretos, aunque el hilo conductor cae en manos de una Sophie que pretende honrar la memoria de su madre reuniendo a sus seres queridos en esa isla griega que tanto significó para ella.

Es cierto, los temas que componen esta continuación no son los mejores de ABBA, pero cuando los estribillos dejan de ser todo lo pegadizos que debieran, se recurre a los hitazos de siempre, al 'Waterloo', 'Mamma Mia' o 'Dancing Queen'.

Además, Ol Parker cuenta con un as debajo de la manga: Cher. Cuando los ánimos comienzan a decaer, la estrella llega en helicóptero para demostrar que puede con su sola presencia levantar toda una película. Su interpretación junto a Andy García del tema 'Fernando' seguramente se convertirá en uno de los números más psicotrónicos de los últimos tiempos.

Y es que lo que hace grande a estas dos películas es su absoluta desvergüenza, su capacidad para sorprender cuando ya creíamos que lo habíamos visto todo, su apuesta absoluta por la locura, por el desenfreno, por las coreografías imposibles y las set-pièces musicales tan absurdas como adorables. Los responsables de la película parecen tener una única preocupación, que el espectador lo pase bien, que disfrute con el barullo y que salga con ganas de bailar. Una declaración de intenciones tan loable y con una absoluta falta de pretensiones que contribuye a que el espectáculo más inane se convierta en refrescante y adictivo.


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