VALÈNCIA. Aunque lleva mucho tiempo conquistando a millones de lectores desde las páginas de los periódicos y las radios, lo cierto es que hace sólo dos novelas que está enamorando a un lector fiel que comprende que el mundo de Manuel Jabois se expande hacia otros públicos y escenarios. Tras el éxito rotundo de Malaherba, llega ahora a las librerías Miss Marte, ambos publicados por Alfaguara. Esta nueva novela tiene dos líneas narrativas: en 1993, Mai, una chica muy joven con una niña de dos años llega a un pueblo. Mai conoce a a Santi, se enamoran y celebran una boda. Esa noche, su hija desaparece de un modo misterioso. En el año 2019, la periodista Berta Soneira se dispone a rodar un documental sobre este suceso, ocurrido veinticinco años atrás. Para ello, entrevista a todos los que aún lo recuerdan, reescribiendo el relato de un día que cambió la vida de todos.
-Dicen algunos escritores que la primera gran novela de un escritor siempre es la segunda, que la primera la escribes para saber que puedes escribirla. ¿Estás de acuerdo?
-Como periodista siempre he tenido problemas con la palabra ‘novela’, y como novelista ese problema se traslada al sintagma ‘gran novela’, que me produce una mezcla de rechazo y respeto. Yo he tenido la fortuna de que haya lectores que crean que Malaherba es una gran novela, y la fortuna aún mayor de no creérmelo. De todos modos podría haber escrito Malaherba hace cinco años, pero no Miss Marte. Yo sabía que podía escribir Malaherba porque la llevaba dentro, y creo que es necesario escribir primero lo que uno lleva dentro para ponerse con lo difícil, que es lo de fuera. Así que en mi caso sí fue necesario el orden de los factores. Miss Marte mira al exterior, al resto, es la relación del mundo contigo, es lo que esperan los demás de ti y algo aún más importante: lo que creen esperar de ti; Malaherba es la relación tuya con el mundo, el pacto de mínimos, las cláusulas insalvables.
-Has comentado que la idea de esta novela surgió casi como un relámpago. ¿Fue así?
-Todas las historias proceden de la observación de la realidad y la formulación de una pregunta: “¿Y si?”. Las mías al menos, las que llego a escribir y las que no. El “¿y si?” inaugura la ficción. Miss Marte empezó conmigo en la boda de una de mis mejores amigas, Ana Cristina, en un lugar estupendo lleno de muchos de los que estudiamos en el mismo instituto, reunidos veinte años después, con el mar a la vista. Solo y sentado, pensé: “¿Y si dentro de quince horas este jardín, al lado del mar, está iluminado por las sirenas de policía?” o “Y si esta boda se hubiese celebrado veinte años antes, ¿cómo la recordaríamos todos?”. En mi caso, una novela es la respuesta a preguntas que no se pueden responder. Generalmente, que por fortuna no se pueden responder. La idea de la novela fue esa. La novela en sí arranca porque tengo una primera frase (“De la novia se dijo que había aparecido en su propia boda de blanco como si estuviese metida en una secta”) y como las novias van de blanco, quise responder en las siguientes doscientas páginas por qué se dijo que en lugar de una novia parecía un miembro de la secta de The Leftovers.
-¿No sé si ya te había sucedido lo de empezar a escribir ligero y feliz pero que después llegase el parón, el no saber cómo continuar?
-No, escribir ligero escribo siempre, al menos sin peso. Pero pararme, como ocurrió en este libro, no. Lo que ocurrió fue que me paré yo con la novela y se paró el mundo por un virus, así que seguí escribiendo como un loco, en este caso de la pandemia, y para cuando quise volver con el libro las manos ya estaban calientes. Lo que no he hecho nunca es parar de pensar y de escribir al mismo tiempo. Es bueno también intentar no de parar de pensar y seguir escribiendo, al menos del asunto sobre el que no estás pensando.
-¿El plazo de entrega es el mejor acicate para un escritor?
-Es una condena que en mi caso siempre me ha servido para concentrarme mejor. Tiene que ver con la urgencia y el aprendizaje del periodismo local. Pero es puramente coyuntural; debo acostumbrarme a pensar mejor y a escribir más rápido sin presión de ningún tipo. Supongo que de algún modo oscuro tiene relación con mi interés científico por el sado.
-Vayamos a 'Miss Marte': parece que el auténtico punto de inflexión en la vida de cualquiera es lo que sucede cuando te enamoras por primera vez. Lo de antes y lo de después de ese momento ya no será nunca igual.
-Creo que el verdadero punto de inflexión de una vida, al menos de la mía y de mis personajes, es el momento en que las preguntas empiezan a tener respuestas, sobre todo respuestas que en modo alguno esperabas. Una de esas respuestas es que el amor se acaba, algo que es una brutalidad se mire por dónde se mire. Pero hay otras muchas, por eso morir es una putada, porque el mundo no para de descubrirte cosas que no sabías que existían o que no existían de esa manera.
-La novela empieza con una boda trágica: leyéndolo me acordaba, por supuesto, de 'Bodas de sangre' pero también de la película 'Todos lo saben' de Asghar Farhadi, en la que, igual que en su novela, hay una desaparición de un niño en plena algarabía. ¿Qué tienen las bodas para que sean tan utilizadas como herramientas narrativas?
-Las bodas son una cumbre. Para llegar a las cumbres hay un camino hermoso de subida que siempre merece la pena ser contado. El problema es que de las cumbres, desde donde hay unas vistas preciosas y los pulmones jamás cogerán tanto aire y tan bueno, generalmente se baja. Se baja o te empujan. Y eso también conviene contarlo.
-Un gran tema del libro es el periodismo, que queda bien fijado con el personaje de Berta Soneira. ¿Refleja Berta el tipo de periodismo por el que usted se interesa? Es un personaje que, por cierto, me ha recordado mucho a la protagonista de 'Heridas abiertas', la serie de HBO.
-Me gusta mucho ese periodismo al que aspira Berta Soneira. Es un periodismo seco, sin apenas adjetivos, casi una fotografía. No es un periodismo para todos los públicos. Tampoco es fácil de hacer. Lo más cerca que estuve fue cuando escribí Nos vemos en esta vida o en la otra, la crónica de Baby, el Gitanillo, menor de edad, primer condenado de los atentados terroristas del 11M. Tuve debates muy interesantes por correo y en las presentaciones con algunos familiares de las víctimas. Creo que en algunos puntos tenían razón ellos, pero en otros, como un lector con el que discutí amablemente durante meses por mail, no; era sobre la adjetivación o la presencia de juicios de valor en hechos que se describen tal y como fueron. El lector sabe lo que fueron los atentados del 11M y sus autores, yo no tengo que darle codazos cómplices ni subrayar su crueldad, ni llorar con las víctimas ni presentarme siquiera metafóricamente en las puertas de los juzgados a increparlos.
-En la novela se habla mucho de un concepto muy instalado en nuestra cotidianidad y que, depende de cómo se utilice, puede ser tremendamente peligroso: las verdades piadosas. ¿No cree que hay una línea muy fina entre éstas y las mentiras?
-Una verdad piadosa, término que utiliza Berta Soneira, es eso que le dices a alguien para que se sienta bien; una verdad que no debería saber, porque es injusto que la sepa y porque a largo plazo le terminará haciendo daño, pero que en ese momento encuentras oportuno decírselo porque le viene bien. A veces pensamos que lo que nos sienta bien nos sentará bien siempre. Tenemos asumido que lo que nos sienta mal en un momento determinado puede ser por una buena causa, pues nos ayudará en el futuro, pero si nos sienta bien, no cambiará nunca. La mentira piadosa tiene el mismo y exacto nivel de toxicidad que la verdad piadosa. Las cosas importantes no se hacen nunca por piedad.