Médicos que eran mucho más que científicos; así eran los doctores que triunfaron en algunas de las series más populares de los años sesenta y setenta
VALÈNCIA.-Hubo una época en la que los médicos fueron héroes de ficción. Ni House ni el doctor Ross de Urgencias habrían existido sin sus antecesores norteamericanos. Doctores pioneros de la pequeña pantalla hubo unos cuantos, pero no todos dejaron una huella tan notoria como Marcus Welby, Joe Gannon, James Kildare y Ben Casey. Cada uno a su manera, los cuatro causaron furor en el mundo occidental, aunque Kildare incluso logró la proeza de traspasar el Telón de Acero al ser emitida la serie por la televisión polaca en los años sesenta. Los médicos se hicieron un hueco en la parrilla entre pistoleros y espías, y se convirtieron en dioses cotidianos adorados por un público que empezó a ver a la profesión médica de una manera hasta entonces inédita.
La primera serie en causar una impresión tan profunda fue Dr. Kildare. Interpretado por el apuesto Richard Chamberlain, Kildare promovió a un tipo de ídolo en una época en la que los adolescentes ya configuraban un target comercial: un varón bello e inteligente que reflejaba el ideal de juventud impuesto por el mandato de Kennedy. Kildare y JFK llegaron a la vida americana en 1961 y provocaron efectos muy similares. Kildare era el médico que cualquier paciente querría tener, el novio con el que muchas estudiantes soñaban y el yerno que todas las madres anhelaban. Y encima, era muy bueno en lo suyo. Dos millones de adolescentes veían la serie cada semana. El éxito hizo que se publicara un cómic, que se vendió como rosquillas, y que Chamberlain, cuya correspondencia de fans superó a la de Clark Gable, grabara también un disco. Toda una revolución sexual que se vería superada, dos décadas después, cuando el actor encarnó al cura atormentado por pasiones carnales en El pájaro espino.
Unas semanas antes que Dr. Kildare apareció en escena Ben Casey, que resultó ser la alternativa a su casi perfecto colega. Interpretado por Vince Edwards, Casey era algo más bruto, un rebelde en el mundo de la medicina que contrastaba con las maneras amables y el look impoluto de Kildare. El protagonista de esta serie homónima era vehemente y peleón, y solamente acataba la autoridad de su maestro, el doctor Zorba (Sam Jaffe). Aunque también tuvo una importante repercusión en el público, su vida televisiva acabó en 1963, tres años antes que la de Kildare. Es a mediados de esa década cuando llega el reemplazo sanitario en las series de ficción con dos personajes que amplifican el impacto de sus predecesores. A diferencia de los anteriores, el médico de cabecera Marcus Welby trabaja para la sanidad privada. Es un profesional ya veterano, interpretado por Robert Young, que tiene la consulta en Santa Mónica. El guionista David Victor fue el artífice del proyecto. Como Dr. Kildare había sido creación suya, la cadena ABC le contrató el proyecto en 1968 sin rechistar.
El piloto, que cuenta cómo Welby se establece por su cuenta y comparte consulta con el joven doctor Richard Kiley, arrasó. La dinámica entre el médico experto y el joven —interpretado por James Brolin, que se dio a conocer aquí y que acabaría dirigiendo el hotel de Hotel— es el eje de lo que vendrá después, la confrontación entre la sabiduría de la madurez, que antepone la empatía al pragmatismo científico. Porque Marcus Welby, doctor en medicina, promulgaba básicamente eso, que fue lo que la hizo tan popular. El médico, sin quitarse nunca la bata blanca, se convertía en una especie de amigo y consejero que abordaba los problemas de sus pacientes más allá de análisis y radiografías.
La psicología llegó con Welby y lo hizo para quedarse entre sus futuros colegas de profesión. La serie —de la que un joven realizador llamado Steven Spielberg dirigió un capítulo— causó furor más allá de Estados Unidos. En España, al igual que el maestro Lucas Tanner (David Hartman), Welby se convirtió en un modelo a seguir. Debido a la serie, la medicina se consolidó aquí en una carrera universitaria muy solicitada.
Pero no todo era tan bonito como parecía.Tras la bondadosa sonrisa del doctor había un perfil conservador que hoy habría sido torpedeado, con motivos de sobra, en las Redes Sociales. Welby apenas tenía vida privada, y cuando los guionistas cambiaron eso, lo hicieron otorgándole una relación completamente casta. Aunque lo más grave fue el par de capítulos en los que la homosexualidad fue tratada como una enfermedad. Elcolectivo LGTB, que empezaba a tener presencia en la vida americana, se puso de uñas, especialmente tras un episodio en que el paciente era un pedófilo cuyo problema Welby vinculaba directamente con su homosexualidad. En algunos estadoseste capítulo nunca se llegó a emitir. Que el personaje femenino de la serie, la enfermera Consuelo Vargas (Elena Verdugo), se dedicara básicamente a hacer de mediadora entre los dos machos protagonistas y arrojar unas gotas de humor tampoco juega a favor de la serie.
En 1969, año en el que se estrenó Marcus Welby, nació también otro revolucionario médico televisivo. El doctor Gannon era guapote como Kildare y humano como Welby. La serie que protagonizó, Centromédico ,se convirtió en otro fenómeno de masas por culpa de su protagonista, Chad Everett, uno de los símbolos sexuales masculinos de la pequeña pantalla.
Siguiendo los patrones del género, Gannon tenía un médico mayor que él, el doctor Lochner (James Daly), que ejercía como sabio al que consultar. No obstante, su personalidad, sosegada, humana y seductora, hizo de él algo más que un cuerpo parlante. Su éxito en España fue enorme. Si hubo jóvenes que se matricularon en medicina para ser como Marcus Welby, hubo también una oleada de estudiantes que lo hicieron para ligar igual que Gannon. Que por cierto, se convirtió en protagonista de una canción popular, Doctor Gannon, cirujano, una adaptación libre del Capitán de madera de La Pandilla que cantaban las niñas de la época para manifestar su embelesamiento hacia aquel galán con una mirada azul cobalto queya la hubiese querido para sí Zoolander.
Gannon era perfecto, pero Everett se destapó como un inexcusable machista cuando, en el show de Dick Cavett, declaró que su esposa estaba entre sus posesiones más preciadas. Al igual que Robert Young, Everetta cabó alcoholizado a causa del impacto de la serie.
Pero más allá de sus errores y defectos, los personajes de ambos, al igual que los de Kildare y Casey, mostraron al mundo que la medicina no solamente era una ciencia aséptica y que su ejercicio es indisociable de una visión humanista. La misma que han ejercido miles de profesionales de la sanidad que han luchado y luchan contra estapandemia.
* Lea el artículo completo en el número de mayo de la revista Plaza