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MIRANDO AL MAR

María Torrijo, la alicantina que manda en la vela mundial

| 19/05/2021 | 6 min, 18 seg

VALÈNCIA. Es de Alicante, se llama María y en estos momentos es la persona más importante que hay dentro del mundo de la vela. Ha dirigido los destinos de la 36ª edición de la Copa América, que se celebró el pasado mes de enero en Auckland (Nueva Zelanda) y, en breve, durante el próximo mes de julio, será la máxima responsable de los campos de regatas de Enoshima, donde la vela celebrará los Juegos Olímpicos de Tokio. Es española, alicantina y mujer, ingredientes que no facilitan mucho las cosas en este deporte tan machista y anglosajón como es la vela.

Las dos competiciones más importantes de la historia de la vela van de la mano de María Torrijo, toda una erudita de los rumbos, las reglas, los vientos y los entresijos de la vela. Es la primera y, de momento, única mujer que posee las tres titulaciones más importantes de este deporte náutico: Juez Internacional, Árbitro Internacional y Oficial Internacional de Regatas. ¡Ahí es nada!

Hasta llegar ahí ha vivido dirigiendo muchas regatas. Ya en los Juegos de Pekín 2008 y Londres 2012 la vimos como Oficial Principal de Regatas, dejando pasar voluntariamente su concurso en los de Río 2016 por el fallecimiento de su marido, el regatista Pablo Arandía.

María comenzó a navegar a los ocho años en la clase Optimist, pero su destino no estaba en navegar en un barco de vela. Licenciada en Ciencias Químicas, María lo dejó todo para dedicarse a su pasión, la vela. Con tan solo treinta y un años, en plena Copa América de Valencia 2007, ya logró los tres títulos que la avalan como la primera mujer en poseerlos y consiguió hacer sus ‘prácticas’ junto a otro erudito de los reglamentos de la vela, Jordi Lamarca

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Esos tres títulos le abrieron las puertas del Circuito de Regatas Audi MedCup, por entonces el más importante de la clase crucero, que compaginaba con regatas de vela olímpica y de RC44. No fue fácil porque tuvo en Peter Reggio a un rival muy importante, pero en la MedCup tenía predestinado ser la jefa, la que mandaba en el campo de regatas y a la que todos los regatistas rendían pleitesía. Cuántas veces hemos escuchado por la radio de los barcos a los guiris eso de «Good job, María!».

El Circuito MedCup duró diez años y ocho de ellos fueron de su responsabilidad. Debutó en 2007 en Alicante, su ciudad, y tuvo que juzgar nada más y nada menos que al mejor regatista del mundo por aquel entonces, Russell Coutss, que se saltó una baliza obligatoria en el recorrido de la regata larga. Manejaba el entramado como si fuera coser y cantar. Los grandes armadores multimillonarios de la clase TP 52 creían a ciegas en ella y jamás dudaron de su capacidad para dirigir las regatas más importantes del mundo.

Tras el Circuito Audi MedCup llegaron las 52 Super Series, otro circuito de regatas de la clase TP52, pero mucho más exclusivo. Si en la MedCup podía participar cualquiera que tuviera un Transpac 52 y el dinero suficiente para armar una tripulación, en las 52 Super Series había que ser invitado por los tres grandes armadores de la clase: Alberto Roemmers, Doug Devos y Niklas Zennström. María fue la opción desde el primer momento para dirigir el circuito desde el agua. Es tan grande subida a un barco del Comité de Regatas, que nadie ha puesto en duda su capacidad para hacerlo y dirigir a toda una tripulación llena de expertos balizadores y jueces. Todos los grandes regatistas del mundo, a sus pies, y es que María destila personalidad. Nadie, ni Coutts, ni Hutchisson, ni Barker, ni Vascotto, ni Parada, ni Cayard… se ha atrevido nunca a poner en entredicho a María Torrijo.

Este año 2021 ha dirigido como gran jefa la Copa América en su 36 edición. Y lo ha hecho desde el primer momento montando los campos de regatas de la Christmas, la Copa Prada y de la Copa América. Americanos, ingleses, italianos y neozelandeses han acatado sus órdenes sin rechistar y es que la alicantina ha rozado el sobresaliente en una asignatura nada fácil. Con unos barcos que levitan en el agua y que han llegado a alcanzar los cincuenta nudos de velocidad no era nada fácil organizar una regata en la que no hubo ningún incidente, con cambios de recorrido geniales y unos regatistas que se han jugado la vida en muchas ocasiones.

Ahora descansa y se prepara para los Juegos de Pekín, esos juegos que deberían haberse celebrado en 2020. María Torrijo va a ser la dueña y señora de las regatas de vela. De ella van a depender los campos de regatas de las diez clases participantes y seguro que todo va a ser un éxito, porque «la Torrijo es mucha Torrijo», que dijo una vez el magnate Larry Ellisson.

De ella van a depender los campos de regatas de las diez clases participantes de los juegos de pekín

Algunos pensarán que esto de dirigir regatas es una chorrada y que no hay que ir a Salamanca a estudiar para hacerlo, pero nada más lejos de la realidad. Lo primero que hay que tener es vocación para pasarse cinco y seis horas subido en un barco anclado en una bahía viendo cómo dan vueltas los barcos, cambiándoles el recorrido si es que hace falta y estando pendiente en todo momento de la seguridad de la regata. Después de nacer con esa vocación hay que entender muy bien los rumbos de los vientos y sus intensidades, puesto que para colocar las balizas que delimitan el campo de regatas hay que estar muy seguro de que los barcos van a ser capaces de navegar en los diferentes rumbos y que no se conviertan los recorridos en un carrusel.

Lo principal es hacer currar a las tripulaciones cuanto más maniobras mejor y hacer calcular y pensar a los navegantes de cada velero cúal el sitio idóneo por donde ir. Hay que ser objetivo a la hora de penalizar individual o colectivamente y, sobre todo, tener en todo momento en la cabeza los números de ese campo de regatas para improvisar en segundos un nuevo recorrido o un cambio en la llegada.

María es tranquila y serena. Tiene las cosas muy claras y un don especial que la hace tener una gran mano izquierda. No grita y dialoga siempre antes de tomar la decisión de dar una salida en condiciones extremas y, sobre todo, hace que los que están en el agua se sientan a gusto. No tiene comparación con otros jueces de regatas porque ella es única y a cada regata que va la impregna de una calidad que hace que los regatistas compitan al cien por cien. La gran virtud de la alicantina es su fiabilidad de cara a los competidores, algo que en un juez se valora mucho en todos los órdenes de la vida. 

* Lea el artículo íntegramente en el número 79 (mayo 2021) de la revista Plaza

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