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tribuna libre / OPINIÓN

Maricón y con pluma; ¿y?

Foto: RAFA MOLINA
3/12/2018 - 

El universo gay es sin duda amplio, diverso y plural. Los hay, que somos sarasas, otros bujarras, otros simplemente maricas o maricones, otras son bolleras o marimachos, afeminados y camioneras, que según algunos, vivimos en las aceras de enfrente, que deben ser muy distintas a las de las personas heterosexuales, entiendo. 

Resulta curioso ver la variedad de ‘tipos de gais’, de etiquetas que pueden haber. Máxime, cuando uno descubre las Apps para conocer personas y se da cuenta de que además de todos los tipos de gais arriba mencionados, también hay daddies, twinks entre un larguísimo etcétera. Vaya si esconde variedades de gais la bandera arcoíris, pero lo cierto es que también, hay otro tipo de gais, los plumófobos, gordófobos, e incluso transfobos. Todos ellos tienen en común el odio y aversión a las personas que no se ajustan a los cánones del cuerpo ‘perfecto’ y los estereotipos de la masculinidad y feminidad hegemónica. Quizás, cuando nacemos y tenemos la suerte de nacer orgullosamente homosexuales, en lugar de nacer con un pan bajo del brazo, deberíamos de hacerlo con un manual de instrucciones de cómo ser un ‘buen gay’.

Cuando uno se dispone a salir por el ambiente, se pregunta ¿Qué me encontraré allí? Puesto que la imagen que se nos vende, no es otra que lugares repletos de chicos con ropa apretada, con poca ropa, cuerpos esculturales con pelazo y mujeres poco ‘femeninas’, y nada más lejos de la realidad. Así es, te encuentras con quienes lucen cuerpos al más estilo griego y sí, también con pelazo;  pero también con quienes no tienen un esculpido cuerpo de gimnasio, visten con ropa ancha y sin tupida barba y ni masculinas formas, y no por ello dejan de ser menos bellos y atractivos. También hay mujeres con cuerpos de revista y otras que no; algunas con vestido, otras con pantalones y camisa de cuadros, pero en definitiva, mujeres, de los pies a la cabeza.

No obstante, quien suscribe vive con preocupación la creciente oleada de plumofobia que invade al mundo gay. Si ya traumático per se, sufrir el duro golpe del rechazo y la incomprensión de la familia, amigos y entorno, más humillante es todavía, sufrir la animadversión y rechazo de quien comparte tu misma orientación sexual, de quien puede presumirse comprensión y empatía, que se torna en desprecio y estigma por no cumplir con los patrones de la masculinidad y la feminidad.

El rechazo de unos gais frente a otros, ese hiriente desprecio entre iguales, pervierte la tan ansiada realidad diversa, plural e intolerante que reivindicamos homosexuales, transexuales, bisexuales e intersexuales.

Foto: ESTRELLA JOVER

Son demasiados los estereotipos, los roles, miedo y odio que seguimos sufriendo las personas LGTBI, son demasiados los ataques, insultos, vejaciones y vestigios de intolerancia a los que seguimos enfrentándonos a diario, como para seguir encerrándonos en la lacra del juicio, etiquetas y estigmas hacia nadie por su comportamiento, por cómo viva y exprese su realidad, en definitiva, por si tiene o no pluma.

No se trata solamente, de que se señale a quienes se salgan de los dictados de la masculinidad y feminidad estereotipadas, se trata, de la proyección de la propia homofobia interiorizada que desliza un autodesprecio inconsciente, una vergüenza y complejos tornados en arma arrojadiza y que convierten al discriminado en discriminador.

Acabar con el odio, la homofobia, los estereotipos y roles de género, es mucho más que una consigna de la que sentirse orgulloso y que a todos nos incumbe. Mientras tanto, proliferan en locales, festivales de ambiente o en las aplicaciones de contacto expresiones como "solo gimnasio", "sin pluma", "rollo hetero", "solo hombres machos” o “abstenerse locas y plumas", que llevan a encerrar la diversidad en el armario de la homonormatividad.

¿Acaso no sigo siendo un hombre capaz de sentir atracción, deseo y estima por otro? ¿Quién es nadie para etiquetarme según el cuerpo que tenga, según mi manera de expresar y sentir mi orientación sexual y mi realidad? ¿Acaso soy peor gay que otros por no ser masculino o no lucir marcados bíceps?

A día de hoy, este columnista todavía se pregunta dónde están los límites entre la masculinidad y la feminidad; entre el ‘amaneramiento’ y la virilidad. A quienes nos estigmatizan y diferencian, como si entre enfermos y sanos se tratara, les digo que los tiempos en que nos perseguían, represaliaban y vilipendiaban han acabado, que lesbianas, gais, transexuales, bisexuales e intersexuales llevamos ya unos cuantos lustros saliendo a las calles a reivindicar una sociedad abierta, diversa y plural, con los mismos derechos y oportunidades, enarbolando una bandera que nos representa a todos y todas sin excepción.

Son muchos los avances logrados. Sin ir más lejos, hace apenas una semana todos los valencianos vivimos un día grande, celebrando la aprobación de la Ley de Igualdad de las personas LGTBI, un texto consensuado con las asociaciones, colectivos y fuerzas políticas a excepción una vez más del voto recalcitrante del Partido Popular. Con avances legislativos y sociale, que nos abren las puertas a que cada persona pueda amar y vivir, sentir y expresar su realidad libremente como quiera, si de algo puede sentirse orgulloso este columnista, es de compartir y sentirse parte de un activismo y un movimiento, que frente a la barbarie de la persecución, la represión y humillación, dijo ¡Basta!, hablando de respeto, igualdad y dignidad; y si algo hemos demostrado a lo largo de los años, es que la pluma es inofensiva, los estereotipos, el odio y el desprecio, no.

Cada avance y cada paso en el camino que damos desde las asociaciones, colectivos y activismo LGTBI hacia la igualdad real, debe ser una huella marcada por la inclusión y la diversidad sin tapujos. Por eso mismo, este columnista seguirá acérrimamente luchando para que el único canon a seguir, se llame diversidad.

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