VALÈNCIA. En los últimos cincuenta años han surgido miles de palabras que han ayudado a redefinir conceptos ya existentes. Terminología en la que apoyarse para complementar el estudio de una materia, su definición e incluso los ideales que defienden una lucha. Conceptos como autogestión, trans y no binario han ayudado a la definición de “feminismo”; otros como autoedición, sindicalismo y fanatismo han ayudado a enriquecer la definición de “fanzine”.
Ambas palabras: fanzine y feminismo, han modificado su definición a lo largo de los años y ambas se han dado la mano a lo largo de este medio siglo a través de autoras, publicaciones. También a través de personas que las estudian como Elena Climent, quien el pasado sábado las enlazó perfectamente en el festival Tenderete a través de su charla Genealogía feminista del fanzine en País Valencià, un estudio en el que analiza la historia del medio desde entre el 1970 y el 2022 y en el que también incluye a los hombres.
En una sala de conferencias en la que no cabía un alfiler, Climent se dispuso a mostrar su estudio del fanzine como formato alternativo en el territorio valenciano, analizándolo desde una perspectiva feminista y anticapitalista. Todo un reto en el que lleva años trabajando en forma de tesis y con el que pretende mostrar la evolución del fanzine relacionado a los feminismos, las autoras y su representación
Para ello huyó del concepto de que “no hay autoras” y rebuscó en el archivo de las “fanzinotecas” valencianas para responder a las siguientes preguntas: ¿Cómo son los fanzines hechos por mujeres?, ¿qué tiene que ver el fanzine con la institución literaria?, ¿qué es la genealogía feminista? “Genealogía feminista no significa que los fanzines tengan que ser feministas, es un concepto que lo implica todo. Es el enfoque crítico del desarrollo de las ideas y las prácticas, en la que Focault habla de una herramienta desde la que cuestionar la verdad y la norma".
"Con la genealogía te metes en el discurso y señalas los vacíos que han quedado, nos ayuda a cuestionar las dinámicas del poder y las resistencias”, explica Climent, quien comienza su estudio de las autoras a partir del año 1977 con nombres como el de Reme Beltrán quien firmaba bajo el pseudónimo de Leonardo en uno de sus fanzines de El polvorón polvoriento: “Ella contaba que comenzaron a publicar por diversión y que le gustaba la idea de la autoedición porque era un lugar desde el que podía divertirse. Ella misma firmaba con el nombre de un hombre y se situó como una de las grandes predecesoras”.
En un momento en el que la Nueva Escuela Valenciana comenzaba a despegar, Climent explica que los nombres de las mujeres no se solían ver en las autorías. Apunta que tal vez participaban en el fanzine como coloristas, guionistas y distribuidoras mientras que los nombres de otros autores como Daniel Torres, Mariscal y Miguel Calatayud tomaban los mandos de una escuela que ayudó al mundo de la historieta en el territorio valenciano. Empleando una estética “feísta” -influenciada por Estados Unidos- y bajo pseudónimo masculino Beltrán se sucumbía también a una “silenciación” doble que seguiría coleando en la década de los 80 y que Begonya Pozo define como “criptoginia” para explicar la idea de que “no es que no haya mujeres creadoras, sino que son borradas de los relatos”.
“A lo largo de la investigación no he querido agarrarme a la frase de que no hay creadoras de fanzine, pero es cierto que resulta muy difícil encontrarlas”, explica Climent sobre su estudio en el territorio valenciano, “hay pocas en comparación con las que hay ahora pero a lo largo de los años se han ido viendo más nombres. Es necesario y reivindicativo mostrar a las mujeres que trabajan el fanzine y a lo largo de los años”.
Viajando a los años 80 Climent encuentra varios fanzines que trabajan con mujeres bajo autorías colectivas o encriptadas y destaca que son publicaciones centralistas: “La mayoría están ubicados en València capital, es una década en la que predomina el castellano y las autoras generalmente están escondidas tras el anonimato”. Algo que cambia en el año 2000 en el se comienzan a ver fanzines que llevan la palabra “mujeres” en su título tales como Mujeres de ojos grandes, mujeres preockupando y Arte y mujeres. De estos títulos publicados en el País Valencià destaca que el nombre de la mujer se eleva al titular para enfatizar el concepto del fanzine y es un momento en el que empiezan a verse algunas contradicciones.
“El formato evoluciona y ya no basta solo con el intercambio, el fanzine se comienza a capitalizar y los autores quieren lucrarse de lo que publican, algo que en el 2022 ya está totalmente aceptado”. Con ello, el fanzine se convierte también en un producto que sigue teniendo una expresión libre y experimental en su contenido y que es generalmente de carácter anticapitalista porque “comienza sin ánimo de lucro y luego pretende autogestionarse” para cubrir sus gastos.
Siguiendo con su análisis desde una perspectiva “feminista y anticapitalista” Climent quiso destacar que el fanzine se encuentra ahora mismo, en el año 2022, en un momento de “nueva ola” en el que se celebra la voluntad estética de las obras y quienes crean fanzine se lucran de ello. Este avance hace que el fanzine pase de comprenderse como un medio anticapitalista a uno en el que se genera un beneficio, pero que tal y como lo definen autoras como Andrea Galaxina sigue fuera de los márgenes porque es una “manera de producir alternativa a la lógica capitalista que nos permite abrir una pequeña del sistema” y sigue dando espacio a repensar y dar voz a “discursos y perspectivas fuera de la institución literaria”.
Aunque se sale del estudio de su tesis el presente, el 2024, se mostró el pasado fin de semana en Tenderete, un festival en el que Climent considera que se puede contar con el espacio idóneo para trabajar todos estos conceptos y en el que los fanzines siguen siendo una herramienta “para la experimentación” dentro de este formato tan líquido: “Es difícil ver dónde empieza y acaba un fanzine, atender a este formato es hacer memoria política y cultural de una esencia que no se tiene que perder”.