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ruta por la patacona y poblats marítims

No sabemos la suerte que tenemos

  • Fotografía de Kike Taberner
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Este año nos regalamos dos tablas de paddle surf (estas, para ser exactos) porque para qué joyas o viajes si ni podíamos viajar ni ir a garitos para lucirlas; así que a Laura se le ocurrió... ¿por qué no unas tablas y navegamos plácidamente el Mediterráneo? Pues vale.

Así que allá que nos fuimos con los dos trastos hinchables —hasta La Casa de la Mar, porque mi casa está llena de ilusión pero no de espacio y alguien me sopló que en estos 1200m2 de desahogo recreativo y cultural que laten al ritmo del mar dan clases de actividades náuticas pero también alquilan huecos para guardar y cuidar tus tablas. Allí están las nuestras. Pasamos por la cantina, me encantó ver la copia en VHS de Le llaman Bodhi (¡obra maestra!) y pensé que tiene razón Gomez Dávila: “la vida es un taller de jerarquías” y la nuestra casi siempre está lejos de casa, qué manía tenemos con pensar que lo mejor siempre está fuera.

Al frente está Hugo (con quien hablamos de vientos y mareas) y después del ratito en el agua nos pasamos por Zorros del Mar, el chiringo que comparte con la familia de Brassa de Mar; allí mismo nos cayó el atardecer y por un momento -probadlo, es fascinante- observé el escenario con los ojos de un nómada, la mirada de alguien que pasaba por allí desde a saber qué país lejano. No me podía creer tanta belleza.

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