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HISTORIAS DEL DISEÑO VALENCIANO (XX)

Nou Ajuntament: Murió demasiado joven 

Utilizado como moneda de cambio en una dudosa operación urbanística, el edificio proyectado por Rafa Rivera y Vicente González Móstoles fue demolido en 2015

18/10/2022 - 

VALÈNCIA. En noviembre de 2015, el estadio de Mestalla fue testigo mudo de un final que, más pronto o más tarde, acabará por alcanzar al viejo coliseo. A escasos metros, las palas de una retroexcavadora se esforzaban por tirar abajo el Nou Ajuntament de València, un edificio con menos de treinta años de existencia. Entre los presentes en la demolición, empleados del club, estudiantes, transeúntes, curiosos y hasta un arquitecto: Rafael Rivera, responsable del Nou Ajuntament junto con su compañero Vicente González Móstoles, quien rehusó asistir al sepelio del proyecto. «Pasé de largo un par de veces; era demasiado doloroso», admite el arquitecto años después. Rivera, en cambio, estuvo de cuerpo presente: «Nunca había visto la demolición de un edificio del que había sido el arquitecto».

Ambos profesionales habían coincidido en el Ayuntamiento de València bajo el mandato de Ricard Pérez Casado y habían colaborado en diversos proyectos de planificación urbana. El proyecto del Nou Ajuntament fue planteado directamente desde la alcaldía en 1986, por la coincidencia de dos situaciones. Por un lado, las condiciones de trabajo en determinadas áreas del antiguo ayuntamiento no eran óptimas. Por otro, la sección de Tráfico se encontraba en una ubicación aún más desfavorable: unas instalaciones obsoletas en los terrenos que poco después ocuparía el Palau de la Música. Como recuerda Rafael Rivera, «los terrenos junto al antiguo cauce estaban por urbanizar y el Palau actuaría como motor de regeneración urbanística». 

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En el futuro NOM (Nuevas Oficinas Municipales) se alojarían los servicios de Urbanismo, además de Circulación y Transportes. Los arquitectos estudiaron diversos emplazamientos, pero la parcela municipal recayente a la avenida de Aragón y a la avenida de Suecia «era imbatible —en palabras de González Móstoles—. El considerable espacio nos daba la posibilidad de ir más allá de un mero edificio de oficinas. Suponía la ordenación del espacio adyacente». La avenida de Aragón se había abierto a la ciudad con motivo del Mundial 82, y era una zona en expansión activa. 

Un proyecto más ambicioso sobre el papel

En origen, Rivera y González Móstoles plantearon para el proyecto un edificio exento «con voluntad de permanecer en el tiempo y adaptado a cualquier uso», según la definición del primero. El proyecto englobaba una doble entrada con una plaza porticada a través de la avenida de Suecia. Incluso se llegó a fantasear con la posibilidad de incluir un edificio-espejo en el otro extremo y de situar en la plaza una escultura de grandes dimensiones de Andreu Alfaro —finalmente se situó en la avenida de Aragón—.

Oficinas y algo más

Al igual que el proyecto global, el diseño del nuevo edificio debía ir más allá de unas meras oficinas impersonales. «La arquitectura del momento era racional, austera, vinculada al uso, con unas influencias venidas de Italia con el arquitecto Aldo Rossi a la cabeza», apunta Rivera. Su compañero coincide: «el proyecto estaba insertado en la gramática de su momento; habla un lenguaje posmoderno. Un edificio de oficinas no tiene por qué ser reticular. Nuestra intención era que mostrara cierta capacidad expresiva a través del uso de bóvedas o una escalera interior monumental. Al tratarse de un edificio municipal también nos propusimos cierta representatividad institucional». Para Rivera, esta representatividad se ejemplifica en elementos como «el balcón, el reloj, la escalera… eran una reinterpretación de aspectos tradicionales del antiguo edificio del Ayuntamiento».  


EL CIUDADANO ESTUVO EN EL PUNTO DE MIRA A LA HORA DE ABORDAR EL PROYECTO, CREANDO UN ACCESO CÓMODO Y RÁPIDO Y PONIÉNDOLO TODO A SU ALCANCE

Por otra parte, los arquitectos no podían dejar de lado la funcionalidad. «El nuevo edificio— puntualiza Rivera— debía reunir unas características básicas e imprescindibles como era la flexibilidad, adaptabilidad y mutabilidad de sus espacios interiores». Por ello se plantean soluciones como la planta libre o la tabiquería móvil, de modo que el espacio se amolde a los cambios. El edificio tenía una vocación de perdurar en el tiempo, «un deseo que obviamente no se cumplió». El ingeniero José Selva tuvo un papel fundamental en la resolución de este espacio polifuncional. Rivera rememora su trabajo: «Selva fue un ángel de la guarda para el proyecto. Trabajaba en los servicios centrales técnicos y era un profesional muy reconocido. Resolvió todos los problemas de instalaciones». La ejecución del proyecto —desarrollada por CLEOP, empresa que realizó un trabajo «muy satisfactorio»— se cumplió en plazos y ejecución.

* Lea el artículo íntegramente en el número 96 (octubre 2022) de la revista Plaza

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