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antropología industrial / OPINIÓN

Obesodemia

El número de personas con obesidad se ha triplicado en cuarenta años y la tendencia se agrava, provocando un problema de magnitud incalculable, no solo por las enfermedades asociadas sino también por el coste, social y económico, derivado de su tratamiento

29/01/2023 - 

Mejorar la figura y perder peso es uno de los objetivos habituales al iniciar el año. Por salud, pero también por vergüenza, la sociedad discrimina a las personas con sobrepeso, salvo en las obras de Rubens o Botero. La obesidad provoca problemas en la vida diaria, peores expectativas tanto laborales como sentimentales y ha sido siempre objeto de mofa y excusa para el acoso. Los gordos, según el prejuicio popular, son culpables de su situación por comer demasiado y hacer poco ejercicio. Pero los datos no concuerdan con este prejuicio. El número de personas con obesidad se ha triplicado en cuarenta años y más de un tercio de la población mundial tiene sobrepeso. La tendencia se agrava y, en diez años, la mitad de la población mundial tendrá sobrepeso y mil millones serán obesos.

Las instituciones sanitarias reconocen el fracaso global en la lucha contra la obesidad que no ha dejado de crecer casi un 3% anual desde 1978, cuando triunfaba el modelo de saldo calórico y el mensaje de reducir el consumo de grasas e incrementar el de frutas y cereales. Pues bien, nunca se ha consumido menos grasa per cápita ni se ha comido tanta fruta y cereales ni nunca tanta gente se había puesto a correr o apuntado a gimnasios. Siendo que el ejercicio no puede compensar una mala dieta, los datos señalan que lo que se creía que era la solución era en realidad la causa del problema.

«La obesidad ha crecido un 2,78% anual desde 1978, pero la diabetes lo ha hecho un 4%. De no revertirse la tendencia, el coste de su tratamiento será insostenible»

La obesidad aparece correlacionada con otros síntomas más preocupantes: diabetes tipo 2, hipertensión, hiperlipidemia, hiperuricemia, ECV, trastornos autoinmunes y toda una retahíla de patologías que, aunque tratadas aisladamente, responden a un patrón común denominado Síndrome Metabólico (SM). Aunque era conocido desde hace dos siglos, fue el doctor Gerald Reaven quien lo estableció en 1988 y, desde entonces, la medicina oficial lo ha asumido, aunque sin concreción efectiva en cuanto a su origen y tratamiento, salvo el uso masivo de medicamentos para tratar unos síntomas considerados crónicos. En EEUU, el 25% de la población mayor de cincuenta y cinco años toma al menos cinco pastillas relacionadas con el SM y el 80% toma al menos dos. Cada vez más investigadores y médicos coinciden en que el origen del síndrome metabólico y sus patologías conexas parece deberse a causas dietéticas y al consumo generalizado de azúcares, cereales, aceites industriales refinados y comida procesada en general. Esta dieta moderna fue la consecuencia de las políticas oficiales y los cambios laborales y sociales de la época: comer fuera de casa, la expansión de la cultura del fast food y el fin de la comida real.

El modelo de las calorías y la comida light se viene abajo y empiezan a considerarse las grasas naturales como el nuevo paradigma de la salud. Y si los médicos muestran opiniones contrapuestas con su propio sesgo profesional, veamos qué dicen las instituciones que manejan y analizan los mejores datos, porque su objetivo es ganar dinero: los bancos. Diferentes informes presentados por el Bank of America, Morgan Stanley y Credit Suisse —entre otros— apuntan a un diagnóstico que resulta chocante por venir de quien viene. Según un estudio del Credit Suisse, «el mayor consumo de aceites vegetales y carbohidratos en los últimos cuarenta años son los dos factores clave detrás del incremento de la obesidad y el síndrome metabólico». Y en otro informe posterior concluye: «Creemos que un incremento en la fiscalidad de los alimentos azucarados sería la mejor opción para reducir el consumo de azúcares y frenar los costes crecientes asociados a la diabetes tipo 2 y la obesidad». Cuando un banco recomienda subir los impuestos es que la cosa es realmente grave. 

La magnitud del problema es incalculable. La obesidad ha crecido un 2,78% anual desde 1978, pero la diabetes lo ha hecho un 4% anual. De no revertirse la tendencia, el coste de su tratamiento será insostenible a partir de 2030, con lo que se producirá el colapso de la asistencia sanitaria y una crisis social y presupuestaria sin parangón. Y si el problema es dietético, ¿no podría ser también dietética la solución? Como decía Mark Twain: «Es más fácil engañar a la gente que convencerla de que ha sido engañada».   

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