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Oros nacionales, invisibles olímpicos

La Comunitat Valenciana es un semillero de atletas dedicados a la gimnasia rítmica masculina, que han conseguido plantar cara a la homofobia a base de esfuerzo y ganar medallas. La disciplina está despuntando en España pero sigue siendo una desconocida. ¿Para cuándo unos Juegos Olímpicos?

| 14/11/2021 | 11 min, 39 seg

VALÈNCIA.- La ovación en el pabellón fue máxima. Se retiraba el campeón absoluto de la gimnasia rítmica masculina. El valenciano Álvaro Pradas se despedía de la moqueta en el último campeonato de España el pasado mes de julio, a sus 23 años de edad, habiéndolo ganado absolutamente todo a nivel nacional. Una trayectoria profesional intachable pero, especialmente, una carrera de fondo, rompiendo clichés y cambiando las reglas para conseguir que la gimnasia rítmica masculina sea reconocida y se sitúe en el lugar que merece. A Álvaro lo han llamado, no en pocas ocasiones, pionero. Lo es porque cuando pisó el tapiz con tan solo cinco años de edad no tenía figuras masculinas en las que inspirarse. Tampoco le hicieron falta. Cuenta que se enamoró de aquellos movimientos, de la esencia del deporte en sí, de las maravillas que hacía su amiga de clase y deseó probar.

Era un niño «que hacía cosas de niñas», le dirán muchas veces a su madre a partir de entonces. Atiende a Plaza en El Colonial Sport de Alfafar, centro supervisado por la Real Federación Española de Gimnasia, donde hoy es entrenador y, ahora sí, el referente para decenas de gimnastas masculinos a los que ha abierto el camino. «Claro que no fue fácil. Me llamaban maricón y yo ni siquiera sabía lo que significaba esa palabra. En aquel momento no se hablaba de  bullying y te lo tragabas. Luego empezaron a llegar las medallas y, de repente, aquel chico al que llamaban marica ya no lo era tanto. Era un deportista», recuerda Pradas.

También reconoce la dureza de un deporte de por sí minoritario en el que él consiguió ser totalmente independiente a nivel económico o que, al menos, dedicarse a la rítmica no le costara dinero. Tenía patrocinadores, pero para un deportista de élite hacen falta más herramientas. «Yo he sido mi coreógrafo, mi psicólogo, mi entrenador a partir de mi etapa de madurez deportiva, me cosía las piedras del maillot, me implementaba las rutinas, y esa soledad acaba pasando factura», señala.

Álvaro Pradas: "Me llamaban maricón y ni sabía lo que significaba esa palabra. En aquel momento no se hablaba de bullying y te lo tragabas"

Desde el año 2009, cuando compitió por primera vez en un nacional, Álvaro no ha vuelto a casa sin una medalla. Los logros los ha compaginado con su carrera de Filología Catalana y con el Conservatorio de Danza. Sesiones de hasta cuatro horas diarias de entrenamiento más los estudios acaban pesando, pero nunca tanto como para dar la espalda a la rítmica, o quizá a la familia que ha formado dentro de la misma. 

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Como cada miércoles, viernes y sábado, sus gimnastas masculinos se recorren los 155 km que separan Alicante de Alfafar para poder entrenar con Álvaro. David Pérez y Álvaro Pino tienen dieciséis y diecisiete años respectivamente. Compiten al más alto nivel autonómico. Hace una década habría sido un sueño; hoy son gimnastas federados. Preparan la competición de los conjuntos mixtos. Para ellos el exotismo de ser hombres en la rítmica no es para tanto. Los insultos siguen produciéndose, pero en menor medida.

«Ahora me ocurre una vez cada mil, pero sigue molestando. De hecho, ha habido un cambio social importante y ya no choca tanto ver a un chico haciendo rítmica, pero seguimos teniendo muchas dificultades en materia de ayudas, becas». David se refiere a los enormes esfuerzos que deben hacer para poder continuar en el ruedo. Gasolina, alojamiento, equipamiento, todo ello es una apuesta personal. En el caso de Álvaro y David, no es raro que su propio entrenador, Pradas, les eche una mano con el vestuario, los aparatos, incluso con el hospedaje, porque el sacrificio es grande. «Nos encanta coincidir con otros compañeros, ver cómo va creciendo nuestra disciplina. Antes podías hacer un campeonato en una hora porque apenas éramos veinte gimnastas; hoy ya necesitas una jornada o el fin de semana, porque somos decenas», comenta Pino. 

Cristofer Benítez: "Lo de menos es el tipo de maillot que lleves. Es una disciplina artística y tengo el derecho a experimentar con luces o maquillaje"

España cuenta desde el año 2009 con un campeonato nacional masculino y es desde esa fecha es deporte federado. También el año pasado la Federación aprobó los conjuntos mixtos, situando España a la vanguardia de la gimnasia rítmica masculina. En aquel primer torneo apenas había trece licencias. Desde la Real Federación de la gimnasia rítmica, Lorena Gómez, secretaria técnica de esta área señala que el número de licencias masculinas para esta disciplina va creciendo exponencialmente. «En el año 2020 fueron 91 y en el año 2021 y hasta la fecha, tenemos 112 licencias de dicha modalidad». Siendo el camino a seguir para otros países, los gimnastas españoles siguen topando con un techo de cristal, de momento infranqueable, que son los campeonatos internacionales y especialmente los Juegos Olímpicos. 

 

Los que vienen 

Lograr entrar en los circuitos internacionales es la nueva batalla de estos deportistas. Igual que lo fue Álvaro Pradas para muchos jóvenes talentos, el referente actual de la gimnasia rítmica es el número 1 absoluto, el gimnasta vasco de diecisiete años, Eneko Lambea. La relación entre ambos es de amistad y respeto, también una suerte de relevo de la estafeta en un momento clave para su deporte. Álvaro recuerda cómo en un momento de crisis personal «un petate se me acercó en el tapiz y me dijo, no lo dejes, eres mi ejemplo a seguir». Aquel canijo hoy siente esa misma responsabilidad. Se siente un privilegiado porque en su club nunca se le consideró diferente, y si ha destacado es por sus méritos y no por ser chico.

ÁLVARO PINO: "ANTES PODÍAS HACER UN CAMPEONATO EN UNA HORA PORQUE APENAS ÉRAMOS VEINTE; HOY YA NECESITAS UNA JORNADA O EL FIN DE SEMANA"

En su crecimiento, su familia ha tenido un gran papel. «Lo que Eneko tenía más a mano era una pelota de fútbol; su padre es entrenador, pero él se fijó en la gimnasia y nosotros creamos una burbuja a su alrededor para que no le afectasen los comentarios ofensivos porque no nos importaba qué deporte había elegido, sino que fuera feliz», explica en una entrevista telefónica su madre, Anabel Villar, remarcando que los momentos de felicidad en realidad se los ha dado Eneko a ellos. Quizá la que más hizo de parachoques en esa estrategia familiar fue su hermana, que toreaba los insultos en el colegio. Mientras tanto, conforme se iba fraguando el deportista, las bocas también fueron callando. «De pronto, la gente derivó del ‘qué hace ese mariquita’ a ‘qué orgullo de deportista vasco’. Los insultos tristemente no cesaron porque la sociedad haya cambiado sino porque ahora Eneko gana medallas».

La experiencia habría sido más fácil si esta disciplina contara con más visibilidad, explica Anabel. «Cuando Eneko comenzó a entrenar vimos que era importante crear un grupo que nos ayudara a conocernos, a compartir información. Hay provincias donde no arropan tanto a los niños y se encuentran solos como blancos de todos los dardos», cuenta Villar. Así nació el grupo de unos ochenta padres y madres, denominado Valientes. Entre sus logros, su interlocución con delegados para que la federación reconociera los conjuntos mixtos y su campaña por las Olimpiadas. Eneko atiende la entrevista junto a su madre. «Yo no siento que soy ejemplo para nadie, pero me enorgullece si así lo piensan. Nos conocemos la mayoría y nos llevamos muy bien. Estamos en condiciones similares; el camino no ha sido fácil y cuando competimos intentamos no pisarnos porque el objetivo final de todos es similar, darle visibilidad a nuestro trabajo», explica.

Tanto Eneko como su madre reconocen que este atleta ha tocado el famoso techo de cristal. «Una niña de la calidad de Eneko estaría en la selección preparando los internacionales, en un CAR (Centro de Alto Rendimiento) o con una beca; en su caso, como en el del resto de gimnastas masculinos, todo recae en la familia», señala Villar. «Para mí, por supuesto que verme en unos juegos olímpicos sería un sueño, pero quizá es más importante entenderlo como un logro para toda nuestra carrera deportiva. Si no lo vivo yo me gustaría un día ver la gimnasia rítmica masculina representada en los internacionales», explica Eneko. 

Su entrenadora, Judith Torralba, define a Eneko como el deportista más hábil con el que ha trabajado. «Su intuición no la he visto en otro ni en otra gimnasta. Tiene una visión espacial increíble y no le pesa compartirla con sus compañeras. Es trabajador y solidario. No es especial por ser él sino por sus cualidades», explica. 

Para cuándo unos JJ. OO.

Para estos gimnastas, los juegos de Tokio 2020 fueron una esperanza que se desvaneció en el último instante. El Comité Olímpico Internacional instó a que todos los deportes tuvieran paridad pero ni la natación sincronizada ni la gimnasia rítmica llevaron representantes masculinos. La batalla es larga y quien quizá ha hecho más por hacerla viral es el gimnasta canario Cristofer Benítez. En plenos preparativos de los olímpicos, la patinadora rusa Tatiana Navka criticó en una red social el trabajo del gimnasta y su vestimenta diciendo que «la gimnasia es un deporte femenino», añadiendo «mis hijos nunca verán esto». Benítez se convirtió en tendencia en las redes sociales. Gracias a miles de tweets de apoyo —desde Íñigo Errejón al gobierno canario— para este deportista que lleva quince años en activo, el comentario despectivo lejos de afectarle lo lanzó a una nube. «Ella sabía que no iba a por alguien con veinte medallas, pero a su vez su propio deporte es minoritario. No me afectaron sus palabras sino el cariño recibido. He pasado de cinco mil seguidores a treinta mil. Eso me reafirma más aún en nuestra lucha por internacionalizar este deporte», comenta a Plaza.

David Pérez: "Ha habido un gran cambio social: ya no choca tanto ver a un chico haciendo rítmica, pero sigue habiendo muchas dificultades"

A pesar de que el COI insiste en la paridad, la masculina no competirá tampoco en París 2024 porque no hay consenso sobre la modalidad y el código a imponer, y la decisión se ha de tomar al menos tres años antes de la próxima cita. La española sigue el código clásico de la rítmica, pero la escuela japonesa impone una modalidad distinta, que a su vez apoya la federación rusa, ambas con mucho peso en el COI, con aparatos más propios de la aeróbica que para los gimnastas españoles nada tiene que ver con la esencia del deporte. La secretaria técnica de la rítmica en la federación, Lorena Gómez, señala que «la decisión no será rápida. Se necesitan más años de análisis exhaustivos y consenso; si bien, desde la federación española, estamos encantados de escuchar las reivindicaciones de nuestros gimnastas», explica.

Benítez fue de los primeros en reclamar un campeonato nacional. Tiene 31 años y no ve probable que sea él quien pise la moqueta de un campeonato internacional, pero cree que es el momento de apretar. «España está a la cabeza. Le llevamos a Rusia diez años de ventaja. Los gimnastas de otros países nos piden competir en nuestros campeonatos. Debemos llevar hasta el final este logro. Al final lo de menos es el tipo de maillot que lleves. Es una disciplina artística y tengo el derecho a expresarme, a experimentar con luces o maquillaje», explica. También con respecto a la feminidad, que estos gimnastas piden no sea ocultada bajo ejercicios en los que no reconocen su deporte.


La entrenadora de Eneko Lambea, Judith Torralba, comparte la opinión de Benítez. «La japonesa no es rítmica. Lo único que tienen en común es que llevan música. No se ajusta el código FIG (el sistema de puntuación que se sigue en los mundiales) y yo misma, como mis compañeros entrenadores, no sabríamos enseñarla», explica. Para Álvaro Pradas es el momento, pero también es un impás. «No tenemos objetivos a nivel internacional porque no tenemos suficientes gimnastas compitiendo. Nosotros somos referentes, pero fuera apenas hay deportistas contra los que competir. Algunos chicos griegos, italianos, pero poco más», explica.

Torralba añade que, a pesar de los logros, el mundo del deporte sigue siendo muy machista y su ausencia en los internacionales es un ejemplo. «Mi mayor acto de feminismo es defender a Eneko porque con ello estoy defendiendo la igualdad», sentencia.

* El artículo se publicó originalmente en el número 85 (noviembre 2021) de la revista Plaza

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