El joven cocinero vuelve a Valencia para imponer en apenas unos meses el desconocido amor por el pescado a la brasa entre los valencianos
VALENCIA. El pueblo». Así se refieren todos los miembros de la familia Chirivella-Valls-Caballer a Beniferri. «La casa». Así llaman a la alquería que puso en pie Salvador Valls, representante de la acequia de Tormos durante décadas y primer eslabón de un clan empeñando en convertir ese hogar en un espacio de trabajo abierto a Valencia. En «el pueblo», «en la casa», se abrió hace poco más de un año el restaurante Tavella, el proyecto gastronómico atado a las raíces culinarias del cocinero Pablo Chirivella, uno de los hijos pródigos de la cocina local que ha dedicado los últimos ocho años de su vida a formarse —y a formar— por medio mundo.
China, Inglaterra, Hong Kong, Suiza y, entre tanto, dos experiencias trascendentales: su trabajo para Martín Berasategui, primero en San Sebastián y más tarde en el proyecto de éste en Tenerife; y los últimos cuatro años, inoculando los valores y el recetario de la cocina mediterránea en diferentes ciudades de México. Un periplo vivido y «necesario» que marca la base de trabajo de lo que sucede en Tavella, y no sólo en un sentido gastronómico: «Me he perdido muchas cosas que han sucedido en esta casa, en esta familia. Ahora nada me hace más feliz que recoger el pan por la mañana, subir a darle un beso a mi abuela y ponerme a cocinar».
(Lea el artículo completo en el número de enero de la revista Plaza)