Ana Barceló llegó a la Conselleria de Sanidad de forma imprevista, cuando hubo que buscar un relevo a Carmen Montón al ser nombrada ministra. De manera aún más imprevista, a Barceló le tocó pilotar la lucha contra la pandemia y nadie negará que ha dado la cara. Para bien o para mal, este ha sido el año de la Sajeña
VALÈNCIA. Cuando Ana Barceló llegó a la Conselleria de Sanidad Universal y Salud Pública en junio de 2018 se enfrentaba a numerosos problemas que quizás le parecieron una montaña y le hicieron acordarse de los ancestros de su predecesora, quien se marchó dejando unas listas de espera intolerables, sin convocar las prometidas oposiciones, con los farmacéuticos y el IVO de uñas y con una reversión de la concesión del Hospital de Alzira culminada dos meses antes con muchos flecos pendientes. Hoy la consellera pagaría por volver a aquel remanso de problemas, porque nada es comparable a lo que se iba a encontrar dieciocho meses después. Un virus procedente de China casi inofensivo que enseguida provocó una epidemia y devino en pandemia decretada por la Organización Mundial de la Salud al día siguiente de la primera medida relevante por parte de la Generalitat, la suspensión de las Fallas.
El azote de la pandemia de covid-19 se expandió con rapidez por todo el mundo desde marzo y en la Comunitat Valenciana acumula más de cien mil infectados y dos mil fallecidos. En el haber de la consellera y su equipo están las cifras, que son mejores que las de la mayoría de comunidades autónomas a pesar de ser València el lugar por donde primero se coló el virus desde Italia y ser esta una comunidad dinámica con mucho trasiego turístico y comercial. En el debe, la falta de reflejos a la hora de adoptar medidas que se estaban tomando en otros lugares y una política de comunicación que provocó no pocas veces el desconcierto entre los medios de comunicación y la población, errores que la mayoría de las veces compartió con el Ministerio de Sanidad. Lo que no se le puede reprochar a la política alicantina es que no diese la cara en todo momento, sin que podamos en este caso recurrir al tópico de que estuvo a las duras y a las maduras porque todas las circunstancias fueron terriblemente duras.
El nombramiento de Ana Barceló (Sax, 1959) como consellera de Sanidad se produjo el 7 de junio de 2018. Días antes, Pedro Sánchez había anunciado la designación de la valenciana Carmen Montón como ministra del ramo, por lo que abandonaba el Gobierno valenciano para retos mayores en Madrid. Una salida ante la que, no pocos en el PSPV, sintieron cierto alivio: la independencia de Montón en ciertas decisiones había molestado en Presidencia, tanto en materia de gestión como en el ámbito orgánico.
En el seno de la formación socialista todavía escocía que Montón, históricamente vinculada a la familia 'lermista' del partido, se hubiera desmarcado de la operación contra Sánchez que terminó con la dimisión de la mitad de la Ejecutiva en septiembre de 2016, lo que obligó al secretario general del PSOE a dejar el partido en manos de una gestora. La negativa de Montón a participar en la maniobra forzó al mismísimo presidente de la Generalitat, Ximo Puig, a dejar su cargo en la dirección federal para así conseguir alcanzar el número de bajas en este órgano que marcaban los estatutos para descabalgar a Sánchez. Montón encontró el premio a su lealtad casi dos años después al ser designada ministra en el primer gobierno del renovado líder socialista. La dicha le duró poco, dado que tuvo que dimitir del cargo apenas tres meses después debido a irregularidades relacionadas con un máster que figuraba en su currículum.
Con estos antecedentes, resulta más comprensible la elección de Barceló como consellera de Sanidad. En aquel momento, tras siete años como diputada en Les Corts, se había convertido en una persona de confianza del círculo de Puig, especialmente en su labor de coordinar, con su experiencia de veinte años en la abogacía, el seguimiento e información de diversos procesos judiciales sobre causas de corrupción de los gobiernos del Partido Popular. En este sentido, uno de los apoyos de Barceló para dar el salto al Gobierno valenciano fue el del exresponsable de Organización del PSPV Alfred Boix, quien vio en la entonces portavoz adjunta del Grupo Socialista en Les Corts un perfil idóneo —y opuesto— al de Montón. Para el entorno de Puig, mientras la primera simbolizaba trabajo y lealtad, la segunda había roto los códigos internos del partido y llevado una gestión, en algunos casos, demasiado personalista que no se alineaba con los deseos del Palau.
Pero la proximidad entre Barceló y el 'ximismo' se retrotrae a épocas más antiguas. La ahora consellera, alcaldesa de Sax desde 2003 hasta 2011, ostentó el cargo de secretaria general provincial del PSPV en la etapa de Jorge Alarte como líder del partido (2008-2012), perdiendo ese puesto con la victoria de Ximo Puig en el cónclave socialista celebrado aquel año. No obstante, para este triunfo, el ahora presidente contó con el apoyo de la exministra Leire Pajín, en cuyo círculo de confianza se encontraba, precisamente, Barceló, quien ya se había desencantado del 'alartismo' en los meses previos al cónclave. Además, la actual consellera de Sanidad había entrado en Les Corts como diputada en los comicios celebrados en el ejercicio anterior, lo que le sirvió para ir resituándose orgánicamente a través del grupo parlamentario en los momentos previos al congreso de 2012.
Desde aquel momento, en segunda línea y sin estridencias, la entonces diputada fue forjándose un perfil de trabajadora incansable en Les Corts que le garantizó repetir en la cámara de cara a las elecciones autonómicas de 2015. De hecho, su elección como consellera de Sanidad recibió, en general, una buena aceptación dentro del PSPV. Pese a que no se la consideraba una parlamentaria brillante y tampoco estaba especializada en el ámbito sanitario, se vio la designación como un premio a la constancia y a la sobriedad. Pese a tener, según algunos de sus compañeros, un carácter «más bien seco», la Sajeña, como es conocida en círculos socialistas, había hecho valer su capacidad de trabajo.
¿Habría sido esta la elección si Puig y los suyos hubieran previsto el estallido de una pandemia mundial? Difícil respuesta. Desde el entorno del presidente cierran filas sobre su gestión y esgrimen que los números de la Comunitat Valenciana de contagiados, ingresados y fallecidos se han situado casi en todo momento por debajo de la media nacional. «Algo se habrá hecho bien en la Conselleria», defienden. Huelga señalar que ni los aciertos ni los errores son atribuibles en exclusiva a la consellera, pues por un lado muchas medidas venían impuestas desde Madrid -y no siempre fueron compartidas- y, por otro, Barceló cuenta con un equipo de asesores y altos cargos en Sanidad y en Presidencia de la Generalitat que participaron en las decisiones. De hecho, algunas de ellas escaparon del control de Barceló a partir de determinado momento, como la compra de material sanitario, que Presidencia delegó a finales de marzo en una comisionada de la Conselleria de Hacienda, María José Mira.
Pero con todos esos condicionantes, la cara visible de la estrategia sanitaria contra la pandemia era, y es, Ana Barceló, encargada, además, de informar a la ciudadanía del alcance de la pandemia y de las medidas que se iban adoptando. A este respecto, no se puede decir que Barceló se haya destapado como una gran comunicadora: la exigencia de una comparecencia diaria asumida en la primera ola, unida a un virus desconocido que golpeaba con violencia, sobrepasó a menudo a la responsable autonómica. A su favor, y pese a las dificultades atravesadas en el examen continuo ante los medios, puede decirse que acudió diariamente a su cita con los periodistas, ininterrumpidamente durante varias semanas, incluso en momentos personales tan difíciles como el que atravesó en marzo con el fallecimiento de su madre.
Sin duda, otro factor en su haber, no tan importante para el gran público pero sí para las lecturas políticas internas, ha sido su capacidad de sacrificio a la hora de trabajar bajo la tutela de Presidencia. Cuando se han producido problemas, Barceló ha servido de escudo para Puig, mientras que en los hitos positivos de la gestión, la consellera ha sabido ocupar un discreto segundo plano para que el jefe del Consell los rentabilizara.
Fuera de la pandemia, la llegada de Barceló a la cartera de Sanidad sirvió para calmar las tensiones generadas durante el mandato de Montón con diversos actores clave en el contexto sanitario. Uno de los más críticos fue el de los farmacéuticos, quienes vieron amenazada su participación en el modelo de dispensación de fármacos a las residencias privadas debido al plan de la exconsellera para poner en marcha un megacentro robotizado que abasteciera a todos los centros. Sin embargo, la entrada de la nueva consellera supuso la paralización del proyecto. Barceló también destensó la situación con el Instituto Valenciano de Oncología (IVO) tras los enfrentamientos con su predecesora por la renovación del concierto. Afortunadamente, porque el IVO ha sido clave para mantener durante la pandemia la atención oncológica de una Sanidad pública colapsada por la covid. Ahora bien, Sanidad tiene pendientes muchos asuntos de gestión que resolver más allá de las urgencias de la covid-19. Entre las cuestiones que debe solucionar están la reversión del servicio de resonancias magnéticas, que acumula dos años de retraso, las oposiciones, la creación de la Agencia Valenciana de la Salud o la anunciada reversión anticipada de la concesión del departamento de Dénia, además del reto de ejecutar con éxito la recuperación para la Sanidad pública del Hospital de Torrevieja en noviembre de 2021.
¿Cuál es el futuro de la consellera? Difícil pronosticarlo. Durante varios meses y pese a contar con la defensa de Presidencia, se la dio por amortizada en el cargo. Es más, algunos inciden en que será difícil que complete la legislatura debido al lógico desgaste por la pandemia. Más allá de estas conjeturas, lo que parece claro es que la actual responsable de Sanidad va a ser la encargada de pilotar -siempre, eso sí, supervisada desde Presidencia- la nave sanitaria hasta que se logre vencer a la pandemia. Si en ese momento se decide afrontar una crisis del Consell, Barceló tendrá probablemente algún puesto digno en el que recalar como reconocimiento a los servicios prestados en el momento sanitario más duro que ha atravesado la Comunitat Valenciana.
* Este artículo se publicó originalmente en el número 74 de la revista Plaza