Le invito a que se sitúe en el tiempo. Ocurrió a mediados del siglo XIX, en concreto en 1862. El condecorado fue Ramón Lagier Pomares, marino alicantino nacido el 4 de marzo de 1821 en la calle Princesa, nº 4 (actual Rafael Altamira). En una noche de tempestad, fuertes vientos y enormes olas, auxilió a las tripulaciones de dos buques mercantes prusianos salvándoles la vida. No sólo veló porque los tripulantes de su barco volvieran a puerto sanos y salvos, sino que lo hizo con tripulaciones en apuros que no conocía de nada. Un acto heroico que le valió, sin proponérselo, ser condecorado por el rey de Prusia.
No fue la única en su larga carrera. Con anterioridad, en 1859, el gobierno francés le concedió la Medalla de Plata, siendo Napoleón III Emperador de los franceses, por una heroicidad marina al socorrer a los náufragos de un buque francés hundido durante una noche de mala mar.
Pero permita unos breves apuntes biográficos narrados desde el principio. Lagier formaba parte de una familia acomodada que le pudo cubrir sus inquietudes marineras y fomentar esa afición con una formación náutica acorde con esas ganas de navegar allende los mares capitaneando barcos mercantes.
A los 14 años lo vemos enrolado en su primer barco, el San José. A los 16 ya es tercer piloto. Y a los 18 es el capitán del barco La Esperanza que era propiedad de un armador de Villajoyosa.
Los años siguientes siguió capitaneando otros barcos como el Joven Teresa, Encarnación, Pepito…
No tuvo una novia en cada puerto, como las malas lenguas dicen de los marinos. A pesar de estar embarcado a menudo, se casó con una ilicitana de una familia de terratenientes y tuvieron cuatro hijos. Enviudó en 1854 cuando una epidemia de cólera hizo estragos en Alicante, llevándose por delante al amor de su vida.
Fue el capitán designado para capitanear el primer vapor mercante que tuvo España de nombre Hamburgo. Esta propulsión fue una revolución en el mundo de la navegación eliminando –con el tiempo– los pailebotes que recorrían los mares a vela, como el Pascual Flores de Torrevieja del que les contaré otro día sus singladuras hasta nuestros días. La navegación era más rápida a vapor que a vela y no dependía sólo del viento para navegar.
Fue fichado por la poderosa naviera del Marqués de Comillas y se estableció en Marsella con sus hijos al trabajar esa empresa con mercancías francesas.
En 1863 era capitán de Le Monarch. Al mando del Buenaventura participó en la exitosa revolución La Gloriosa de 1868. Posteriormente escribió un libro autobiográfico de título “Algún miedo tuve”.
Atravesó el Atlántico con su barco para pacificar a los rebeldes cubanos a instancias del General Prim. Esta vez no tuvo éxito. Volvió a la península y empezó a dedicarse a la política en su ciudad natal. Fue teniente de alcalde de la ciudad, alcalde por unos días y diputado por Orihuela. Pero se desengañó de la política y se retiró en Elche a su casa de campo. Escribió en el periódico alicantino La Unión Democrática y formó parte de la directiva de un banco ilicitano, según cuenta David Rubio en Alicantepedia. Tuvo calle en Alicante, pero la perdió en 1940 por Monforte del Cid. Joaquín Santos Matas también menciona a este personaje en su libro Otros alicantinos ilustres de reciente publicación.