VALÈNCIA. Purificació Mascarell explica la vida a través de la literatura. Lo hace, en esta ocasión, desgranando la opresión matrimonial desde una perspectiva feminista en Como anillo al cuello: La opresión matrimonial en la literatura femenina (Ariel, 2024). De George Sand hasta Brigitte Schwaiger, el ensayo revela cómo la literatura ha sido, por naturaleza, un espacio de libertad y denuncia contra las violencias que han marcado la vida de las mujeres.
Las biografías de escritoras pioneras, pero también sus textos relegados por el canon patriarcal, han permitido imaginar alternativas al matrimonio opresivo, o al menos denunciar los abusos que se dan en el mismo. Mascarell traza un mapa que explica cómo el testimonio de estas autoras adelantó mucho del pensamiento de las luchas feministas actuales.
-¿Por qué es importante no solo hablar del contenido de las obras, sino también cruzarlas con las biografías de las escritoras?
- El libro, desde la primera hasta la última página, conecta constantemente la vida y la literatura, la realidad y la ficción, el mundo "real" y el mundo de la creación. Lo hago así porque estas escritoras utilizan la ficción para realizar una crítica muy potente y anticipatoria, adelantándose a discursos sociológicos, judiciales o sociales que vendrían después para defender los derechos de las mujeres. La literatura, en este caso, es como una avanzadilla del feminismo que reivindica igualdad y dignidad para las mujeres.
Pero es que eso mismo lo encuentro en sus propias vidas. Por un lado, están las pioneras que desafiaron el sistema patriarcal, eligiendo no casarse ni tener hijos, dedicándose plenamente a la creación literaria. Un camino que precisamente los hombres podían recorrer sin problemas porque tenían el respaldo del "ángel del hogar".
Por otro lado, están las mujeres que no lograron escapar de ese rol de madre y esposa, enfrentándose a matrimonios asfixiantes que amputaron su creatividad. Algunas consiguieron divorciarse o escaparon de esos matrimonios de forma más o menos oficial, pero muchas otras vivieron oprimidas hasta el final. Para estas mujeres, la literatura les sirve para exorcizar sus vidas de opresión. Por eso me resulta imposible separar la biografía de las escritoras de su mirada literaria. Creo que las mujeres siempre hemos utilizado la literatura como un espacio de libertad.
-Las escritoras que analizas son muy diversas, tanto en su contexto geográfico como político o temporal. Pero, a pesar de estas diferencias, ¿hay sentimientos o condiciones comunes en la creación de estas novelas?
- Aunque las escritoras que analizo pertenecen a distintas épocas, nacionalidades y tradiciones literarias, todas comparten un denominador común: la literatura como espacio de denuncia. Este recorrido son casi dos siglos de literatura en los que se denuncia todo tipo violencia contra las mujeres, incluso cuando ni la justicia o la sociedad se hicieran eco de su sufrimiento.
Un ejemplo es Carmen de Burgos, que en La mal casada, se inspira en su propia experiencia como mujer casada con un hombre violento y machista. Algo similar ocurre con Oculto sendero de Elena Fortún, en la que refleja su frustración por un matrimonio infeliz con un hombre fracasado que tenía celos de su éxito. La literatura se convierte en un medio para expresar lo que no pudieron decir en sus vidas.
Poner en palabras la opresión matrimonial, escribir sobre ello, publicarlo y llegar a un sistema editorial que permitiera que sus textos fueran leídos por otras personas... Romper con un sistema patriarcal que nos aboca al silencio ya es revolucionario.
Muchas optaron por el formato del diario porque estaba relacionado con la intimidad, con lo que escribimos cuando nadie nos ve, lo que escribimos y se queda en un cajón. Qué gracia que utilicen una manera de narrar que se supone que es solo para ti y que otras mujeres acaben pudiendo leer todo ese sufrimiento y puedan identificar esas violencias y tratar de erradicarlas de su propia vida.
Desde el mansplaining hasta la violencia física, como lectora identificas lo inhumano y lo indigno, y eso te permite rechazarlo. En este sentido, todas las escritoras están unidas por su crítica al patriarcado y su capacidad para ayudarnos a identificar estas dinámicas opresivas.
-Como cuentas, estas mujeres escribieron para visibilizar, sobre el papel, la inhumanidad de estas violencias. Pero me pregunto, ¿en su momento, estas obras se leyeron realmente desde esa perspectiva tan clara? Porque ahora estamos más formados para identificar estas violencias...
- Aquí encontramos casos muy diferentes. Hay textos que permanecieron ocultos durante décadas, como Oculto sendero o Memorias de la rosa de Consuelo de Saint-Exupéry, donde ella narra la violencia psicológica que sufrió por parte del mito del gran escritor francés, intocable, a cuya figura nadie le interesaba desmontar. Por otro lado, hay textos que sí se publicaron y tuvieron éxito en su momento, pero desaparecieron rápidamente del circuito comercial, como La brecha de Mercedes Valdivieso o Por qué el agua del mar es salada de Brigitte Schweiger.
Es curioso cómo el sistema editorial tiende a reeditar a los mismos autores, y vuelven a desplazar el canon marginando a mujeres con voces valiosas. Sin embargo, creo que en el siglo XXI, especialmente en la última década, hemos visto un cambio importante: hoy contamos con muchas mujeres editoras, académicas y lectoras jóvenes que trabajan para rescatar y leer a estas escritoras.
Gracias a esto, se están recuperando más que nunca obras que habían sido borradas o que ni siquiera habían sido publicadas. En mi caso, estoy súper agradecida porque he podido leer muchas de estas autoras gracias a un sistema editorial potente. Sin este trabajo editorial y cultural, no habría podido conectar estas voces ni construir el mapa invisible de escritoras que denuncian estas violencias.
-Desmontar el canon no solo implica rescatar y editar obras, sino también leerlas desde una perspectiva distinta. Pienso en el capítulo donde haces una relectura de Los Pazos de Ulloa. Es una obra que siempre ha estado en el canon, pero ofreces una perspectiva completamente nueva.
-Has tocado uno de los temas que más me interesaban del libro: rescatar textos que ya forman parte del canon, como Solitud de Víctor Català o Los Pazos de Ulloa de Emilia Pardo Bazán, y releerlos desde una crítica feminista. Cuando estudié Filología, estas obras se analizaban desde perspectivas muy patriarcales. Emilia Pardo Bazán era vista como “la única mujer” del naturalismo español junto a autores como Clarín y Galdós, y Víctor Català era “la representante femenina” del modernismo catalán, que también era un movimiento muy masculino.
Releer estas obras desde una óptica feminista, y descubrir la crítica que ambas contienen hacia las violencias sufridas por las mujeres en sus contextos históricos, transforma la lectura de las obras y las saca del marco masculino en el que siempre han sido encasilladas. Por ejemplo, en el libro relaciono a Emilia Pardo Bazán con Emily Brontë, porque encuentro conexiones brutales entre Cumbres borrascosas y Los Pazos de Ulloa. Ambas novelas contienen una fuerte crítica a la violencia masculina y exploran mundos rurales cerrados donde las mujeres enfrentan una doble opresión, como esposas y como jóvenes.
Me parecía muy interesante revisitar a estas autoras desde un lugar diferente al que les ha guardado la filología. Quizás a algunos críticos literarios tradicionales esto les parezca osado o incluso desacertado, pero creo que aporta vigencia a estas obras.
-Hay un capítulo donde hablas del sexo en el matrimonio. Por supuesto hay una crítica clara a la violencia sexual dentro del matrimonio, pero también hay un debate dentro del feminismo actual para evitar caer en un puritanismo que anule la autonomía del deseo sexual femenino. ¿Cómo equilibraste esta crítica?
-La violencia sexual dentro del matrimonio ha estado tradicionalmente amparada por las leyes. Durante mucho tiempo, el matrimonio otorgaba al hombre el derecho a disponer del cuerpo de su esposa para satisfacer sus deseos sexuales, sin que se considerara delito ni había cuestión penal en ello. Las prácticas que estaban amparadas eran muchas y muy amplias. ¿Dónde está el límite entre el consentimiento y el no consentimiento en estos casos? ¿Hasta qué punto una mujer casada que no deseaba a su marido accedía a sus demandas sexuales porque entendía que era su rol? ¿Era consciente acaso de que lo que estaba ocurriendo podía considerarse una violación? Es muy difícil marcar una línea de separación entre dos situaciones. Pero si tú utilizas el cuerpo de una mujer para tu satisfacción y la otra persona funciona como si fuera un objeto, se entra en el terreno de la violación.
Para mí, el concepto clave en este capítulo no es tanto la igualdad como la dignidad -yo no quiero ser igual que los hombres, porque hay cosas en las que no me interesaría ser igual ellos. La dignidad es fundamental para discernir estas situaciones. Siempre digo a mis alumnas: “Si algo que te hacen, o que tú misma haces, pone en peligro tu dignidad como ser humano, ahí tienes la clave para identificar si es feminista o no”.
El capítulo por eso habla del sexo en el matrimonio entendiéndolo como la utilización de la mujer como un objeto de placer sexual sin que tenerla en cuenta para nada. Un ejemplo que me toca personalmente es el de mi abuela. A menudo me pregunto si era consciente de que le utilizaban o si simplemente asumía su rol dentro del matrimonio durante el franquismo. ¡Esto merecería un libro completo para investigarlo!
-La literatura tiene una capacidad interesante para visibilizar violencias invisibles, aquellas que en el día a día se minimizan. Cuando estas violencias aparecen escritas en un libro, mágicamente es más fácil identificarlas como tales.
-Un ejemplo precioso de esto está en El cuaderno prohibido de Alba de Céspedes. La narradora es una ama de casa que, al escribir su diario, empieza a reconocer pequeñas violencias cotidianas que sufre de parte de sus hijos y su marido. Cosas como: “Mamá, tú no sabes nada, ¿por qué te voy a explicar mi trabajo si no lo vas a entender?”. Estas frases, aunque puedan parecer inofensivas, son dolorosas. Y ella dice: "Me da miedo escribirlo porque cuando lo hago me doy cuenta de lo vacía y poco valorada que he sido. Sin embargo, cuando no escribía vivía felizmente sin saber que me despreciaban o que el mi marido creyera que era tonta".
La palabra escrita tiene ese poder: tanto para las propias protagonistas como para las lectoras, identificamos violencias muy crueles, hechas a veces sin intención, pero que va minando el autoestima. En las obras que analizo en mi libro, encontramos desde violencias explícitas hasta estas pequeñas agresiones cotidianas.
-Una de las diferencias que detecto en las lecturas que propones es lo revolucionario que resulta ver cuando un libro o la biografía de una autora permite imaginar una alternativa -escapar, ser feliz, o encontrar otra forma de vida. En Valencia, por ejemplo, está muy presente la figura de las “fadrines” como algo muy transgresor. Otras lecturas muestran mujeres tan sometidas a la violencia que no encuentran otra salida. Háblame de esta diferencia.
-La mujer que elegía quedarse soltera, no formar familia y dedicarse a la escritura era vista como una rara avis, una mujer incompleta o a la que le faltaba algo esencial. Incluso figuras como Virginia Woolf, que estaba casada pero decidió no tener hijos para dedicarse totalmente a escribir, eran percibidas como poco femeninas, casi masculinas, y por eso más aceptadas dentro del canon.
Sibilla Aleramo se separarse de su marido, y se escapa de un matrimonio extremadamente opresivo, pero pierde el contacto con su hijo porque la patria potestad de aquella época no le permitían llevárselo. Es una decisión dura, pero al final renuncia a su hijo porque no quiere que le conozca como una mujer anulada y que no es nada. Aleramo esperaba que su hijo entendiera esa decisión antes que crecer viéndola como una persona destruida.
Emilia Pardo Bazán o George Sand (Aurore Dupin), además de divorciarse, vivieron su libertad creativa y exploraron su bisexualidad. Y otra vez, estas escritoras fueron pioneras en cuestionar el matrimonio para siempre, por ejemplo, y abrir caminos alternativos en sociedades donde casi todas las mujeres pasaban por el altar.
-Precisamente una idea que atraviesa todo el libro (y demuestra con ejemplos) es cómo la literatura permite imaginar mundos posibles y denunciar antes que la política o los movimientos sociales.
-Siempre he dicho que el discurso literario es el más honesto de todos. No te engaña, desde el principio, la literatura te dice: “Soy ficción, una invención inspirada en la realidad; pero soy una mentira, un cuento”.
Parece que sea el menos peligroso de todos los discursos, pero detrás de esa apariencia de docilidad en comparación con discursos dogmáticos como el judicial o el histórico, lo fascinante del texto literario es que, en su humildad, contiene pequeñas verdades humanas que los otros no pueden capturar. Estas verdades te permiten repensarte como persona, encontrar un espacio de libertad y dignidad que todo ser humano necesita.
Leyendo a estas autoras, aprendemos la importancia de tener un proyecto vital propio, llevarlo a cabo y no permitir que nadie lo coarte. Creo que este es el mensaje que une a todas estas escritoras, y la literatura es lo que lo pone de relieve.
-Leo el libro y me pregunto, ¿y ahora qué? Vivimos en un contexto muy diferente, con una conciencia mucho más desarrollada. ¿Cómo han evolucionado estas coordenadas literaria?
-Creo que la escritura femenina contemporánea sigue el camino abierto por estas pioneras, pero con un abanico mucho más amplio. Hoy, las escritoras denuncian opresiones diversas: por orientación sexual, condiciones laborales, discapacidad... Además, las autoras actuales son más conscientes de que la literatura es una herramienta revolucionaria y transformadora, y han aprendido que no deben callarse ni guardar sus textos en un cajón. Ahora queremos ser leídas, escuchadas, y tener un papel relevante en el sistema literario; no estar arrinconadas.