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Quién puede resistirse al CaixaForum

8/11/2017 - 

VALÈNCIA. Nadie. Si lo que buscan es una respuesta corta, nadie puede resistirse a la llegada de un CaixaForum a València. Porque antes y durante la debacle del ecosistema financiero local, año tras año, los responsables de la Fundación la Caixa tenían que esquivar con verbigracia la pregunta: "¿Y cuándo tendrá València su CaixaForum?". Jaime Lanaspa, director general de la entidad en 2013, aseguró que en la ciudad no había "demanda" de un contenedor así. De hecho, ajustó entonces que sí la había en otras ciudades, una de las cuales era Sevilla que este mismo 2017 ha inaugurado el que ya es el tercer CaixaForum por inversión tras Barcelona y Madrid. 

La Fundación la Caixa entendía no hace mucho que València tenía suficientes contenedores para el desarrollo cultural [por cierto, menos y peor dotados que en la actualidad]. Así, entre otras participaciones, fue incrementando su inversión en el Institut Valencià d’Art Modern y el Centre Cultural Bancaja, con quien cabe suponer un cambio en la fértil relación a medio y largo plazo. Un movimiento ascendente en los dígitos que estaba relacionado con haber ‘heredado’ la que sigue siendo la mejor cartera bancaria de clientes de la tercera ciudad más grande de España: grandes patrimonios, empresas y futuros del extinto Banco de Valencia.

Alguien, en algún despacho, en algún momento de la presente legislatura, decidió convertir la idea de tener un CaixaForum en València en una solución para el Àgora. Y es posible que en aquel mismo momento, ya entonces, la decisión fuese irrevocable. Innegociable. Una idea de fantasía para dar salida al edificio-remate de la Ciutat de les Arts i les Ciències, cuya biografía constructiva ejemplifica todos los males de la fiebre megalómana vivida a inicios de siglo por la ciudad. Y primero fue la idea y luego hubo que hablar con la Fundación la Caixa, respondiendo –suponemos– a esa demanda que se reclamaba por parte de la entidad. Ahora conocemos las condiciones...

Empecemos por la innegable: la Fundación la Caixa invertirá 18 millones de euros en crear un contenedor interno en el Àgora y dotarlo de actividad (se desconce si será un cubo, un triángulo o cualquier otra solución, ya que hasta ocho estudios han sido 'tocados' para un proyecto que se tangible a partir de 2020). 18 millones de euros de inversión en el mundo de la cultura, hoy, en España, es una cifra de ciencia ficción. Es una apuesta a largo plazo por una estructura que ha de generar todavía más atención sobre la capital artístico de la Comunitat. Ahora bien, si bajamos al segundo escalón de las condiciones 'conocibles' empezamos a vislumbrar una propuesta no tan agresiva: 50 años de concesión a 0 euros de coste. No habrá alquiler de suelo y edificio público. Tan solo ('tan solo'), el compromiso de invertir cinco millones de euros al año.

Las fuentes consultadas por este diario en Cacsa durante el proceso desconocen si habrá manera de controlar dicha inversión, pero nadie –especialmente en la Generalitat– da por hecho que la entidad privada tenga que justificar ese gasto. Un número que será el mismo en 2020 o en 2070, siempre desde la confianza en el operador por el uso del espacio público. Cabe recordar que el Àgora se encuentra en el lugar más visitado de toda la Comunitat a día de hoy (la Ciutat de les Arts i les Ciències), que no será gratuito para sus visitantes –4 o 6 euros, excepto clientes de CaixaBank o para algunos actos o espacios especiales– y que, ante la propuesta, cabe preguntarse, ¿y si el Gobierno valenciano hubiera preparado un pliego propio para el Àgora?

Rebobinemos la cinta. El Àgora forma parte de los espacios ya concedidos a Avanqua que, dado lo inservible del inmueble, recibirá una compensación por extirpar el edificio de su concesión. Un encaje de bolillos que es, sobre todo, económico: ha habido que llegar a acuerdos colaterales con las otras dos ofertas que optaron a lo que en el pliego se llamó Oceanogràfica Àgora para evitar el drama de que nadie impugne el concurso original. Total, una solución con movimientos a distintas bandas en las que, como les decía, la idea magistral de que el Àgora acoja un CaixaForum se superpone a la posibilidad de un concurso abierto para el edificio. Un concurso para el que, desde la Generalitat, se da por estéril la opción de que nadie se implique con semejante inversión, aunque, dado que los posibles competidores del CaixaForum deberán aparecer de la nada en unas semanas, nunca sabremos si existió o no. Por cierto, la entrada media al Oceanogràfic supera los 25 euros y tiene 1.250.000 visitantes al año. Por si alguien quiere parametrizar posibilidades de inversión-riesgo.

Claro, que, con la fórmula empleada de despacho y decisión, desconocemos si una cesión a 50 años a cero euros –con 18 de inversión inicial y un compromiso de cinco más anuales en los que entrarán gastos fijos, salarios, promoción...– le hubiera interesado a otros operadores internacionales. Si tiran de hemeroteca descubrirán que la llegada de las fundaciones Guggenheim a Bilbao o Hermitage a Barcelona se manejan en cifras de inversión muy superiores, a partir de edificios de construcción propia. Pompidou sólo está comprometido para cinco años con Málaga, y ecosistemas como MoMA o Victoria&Albert –con lo que supone el diseño para este territorio–, quién sabe, hacen pensar que, quizá, si el plan y los tiempos para el Àgora hubieran sido otros (siempre desde el quizá) quizá el empecinamiento por ubicar un CaixaForum dentro del Àgora hubiera tenido alternativa.

La posibilidad alternativa se descarta desde Presidència de la Generalitat con tal fuerza que uno admite que no hay marcha atrás para que València tenga su CaixaForum exactamente allí, como si al entorno más visitado de la Comunitat o a los propios argumentos que ya dispone este contenedor les hiciera falta la sinergia de manera inevitable. La llegada del centro será una noticia excelente para la oferta cultural de la ciudad, que para entonces tendrá en funcionamiento dos espacios privados más como Bombas Gens y el futuro museo de la Fundación Hortensia Herrero en el Palau dels Valeriola. Una especie de boom de la inversión privada en la oferta artística que ya, hoy, está totalmente desacompasada de la demanda. Sirva o no para la agonizantemente necesaria creación de públicos, nadie puede resistirse a la llegada de un CaixaForum a València. 

Cualquiera de los que viajamos varias veces a Madrid o Barcelona al cabo del año para completar la agenda expositiva podemos estar muy contentos por ello. Se ubicará en el Àgora. Allí, hoy, de nuevo, una abrazadera de andamios repara el trencadis. Un deterioro endémico que, por cierto, seguiremos pagando los valencianos sine die

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