Hoy es 9 de octubre
VALÈNCIA. Hemos hablado tanto de Phoebe Waller-Bridge que se nos olvidó el resto de su generación. Como la impresionante Michaela Coel, creadora y protagonista de Podría destruirte, probablemente la mejor serie en lo que llevamos de año.
Poeta, cantante, actriz, guionista, directora y productora, la carrera de la artista londinense posee ciertas similitudes a la de la creadora de Fleabag, más allá de que sean el polo opuesto en cuanto a sus orígenes socioeconómicos. Ambas poseen una formación teatral, aunque una estudió en la elitista Royal Academy of Dramatic Art, con 28 alumnos por curso, y la otra en el Guildhall School of Music and Drama, siendo la única alumna de color y la inadaptada, como ella misma relata. Las dos basaron su primera serie en una pieza teatral propia. Mientras que Phoebe creaba, escribía y protagonizaba la adaptación televisiva para Channel 4, Crashing, su primer intento audiovisual fallido, la segunda hacía exactamente lo mismo y en la misma cadena con Chewing Gum, comedia donde rompía la cuarta pared con la que logró dos premios BAFTAS en 2016. Un año después era Waller-Bridge quien hablaba a la cámara y arrasaba en los BAFTA con Fleabag.
Michaela Coel, de padres ghaneses, criada en viviendas para gente sin hogar en el este de Londres, ha llegado hasta donde está revolucionando la industria en todos los sentidos. Además de ser una creadora audiovisual y actriz brillante, se plantó frente a los tiburones de la televisión. Reclamó (y consiguió) más control en sus obras y más transparencia en aspectos como la producción. Ante un público profesional en el festival de televisión de Edimburgo, se atrevió a señalar los microrracismos normalizados en las aulas, la universidad e incluso en lugares de trabajo tan bohemios como el rodaje de una serie. Hasta relató la violación que sufrió recientemente (lo que luego se convertiría en material para Podría destruirte). Un discurso magnífico de una hora que, si tienen tiempo, pueden ver aquí:
Tras el éxito de Chewing Gum, tuvo encima de la mesa la oferta de un millón de dólares de Netflix. Sin embargo, la rechazó. La plataforma de video bajo demanda no dio su brazo a torcer cuando la creadora solicitó un porcentaje por sus derechos de autor. En EEUU no existen y el gigante norteamericano no estaba dispuesto a adaptarse al esquema europeo. En segundo lugar, reivindicó el control total de la serie. Netflix, intentó convencerla con la fórmula de producción asociada, el caramelito para el ego que le dieron, por ejemplo, a Julianna Margulies en The Good Wife. Sin otro contrato por delante, Michaela dijo no al millón de dólares.
Después apareció la BBC junto a HBO. Se adaptaron a todas sus demandas. Una creadora y guionista de corta experiencia, origen humilde, mujer y de color consiguió así todo lo que consideraba justo. Incluso se rindieron a su reclamación de no ofrecer la temporada completa a la vez en la plataforma (el iPlayer de la BBC tiene fama de colapsarse en cada estreno de una temporada completa). Cada episodio de Podría destruirte se estrenaría semanalmente.
Arabella es una estrella de las redes sociales y autora de un bestseller millenial. La protagonista de Podría destruirte debe entregar su segundo libro a la editorial, pero no encuentra todavía la motivación adecuada para escribir. Una mañana, después de una noche de fiesta, descubre una herida sangrante en su cabeza. Poco a poco, por medio de flashbacks, se da cuenta de que ha sido violada. Previamente había sido drogada sin su conocimiento. Después de negárselo a sí misma, comienza entonces el camino hacia la sanación del trauma. Hasta que llegamos a un capítulo final sublime, diferente, catártico. Rompedor.
Durante décadas la mujer violada era representada como una víctima débil, y ahí se quedaba todo. Con los años hemos reconocido a heroínas vengadoras que resistían, como Jessica Jones. Ojo por ojo. Alguien le sugirió a Michaela el cuento de Margaret Atwood, Stone Mattress, sobre una mujer violada en su adolescencia, que mata a su agresor en la edad adulta. La ley del talión no le convenció en absoluto. Quería cambiar las tornas.
Tiró de su bien más valioso: la empatía. Podría destruirte… pero no. Prefiero intentar entenderte, por qué has llegado a ser un agresor sexual, por qué eres así. La justicia te condenará, si te condena, mientras yo vuelvo a nacer gracias a la escritura. Pasar página. Fin.
Rica en subtramas, Podría destruirte es una serie que muestra múltiples prismas. Sobre el caso de las agresiones sexuales o el consentimiento en el sexo, somos testigos de una violación durante una cita entre dos homosexuales gracias a Grindr. Kwame (Paapa Essiedu), uno de los mejores amigos de Arabella, es forzado en contra de su voluntad en un encuentro casual con otro hombre. Lo intenta denunciar las autoridades pero ¿quién va a creer a un gay de color que liga por Grindr?
Kwame, como Arabella, es visto por los demás como un negro. Ya saben: negro, por tanto, una fiera en la cama. Una chica blanca liga con él por esta simple razón. No le interesa lo que hay detrás del estereotipo.
Arabella tiene dos agentes literarios que mueven los hilos de su carrera. Son blancos. Están especializados en mercantilizar a artistas de color. Su amiga Terry (Weruche Opia), actriz, se presenta una y otra vez a audiciones para publicidad, donde debe hacer de mujer negra. “¿Puedes quitarte la peluca ahora?”, le preguntan. ¿Qué peluca?, se preguntarán ustedes al ver su melena natural al viento.
La visión de Michaela Coel es aún más transgresora. En un capítulo recuerda su etapa en el colegio. Cómo entre su pandilla de amigos, todos negros, señalaron a una chica blanca como la autora de un escándalo sexual. No podían permitirse la empatía con una blanca. Con los años Arabella conoce las virtudes de la misma. Desde ese momento todo cambia. Ponerse en la piel del otro. El blanco en la del negro. El negro en la del blanco.