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LA NAVE DE LOS LOCOS / OPINIÓN

Recordad al flautista de Hamelín

Los de Podemos se presentan como “la sonrisa de un país” frente a la campaña del miedo. Admitámoslo sin rubor: no dan miedo, dan pánico. ¿Alguien sensato no lo tendría imaginando que Errejón, Oltra o Colau pudiesen acceder a nuestros datos como ministros del Interior o de Hacienda? Son, no nos engañemos, la versión 3.0 del Frente Popular

20/06/2016 - 

Cada semana solicito amablemente, a quien me quiere escuchar, un tema para seguir vivo en esta columna de opinión. A veces mi interlocutor me lo ofrece sin esfuerzo, casi de modo inconsciente, y yo le quedo agradecido. En otras ocasiones, por mucho que los dos lo intentemos, el tema se resiste; no hay manera de tirar de él, que no, que no quiere salir, como esos bebés a los que hay que sacarlos por cesárea porque —inteligentes como son— prefieren quedarse un poco más en el útero de sus madres antes de ver la luz del mundo, donde tienen todo que perder y muy poco que ganar. 

Podría escribir, ahora que lo pienso, sobre las delicadas y hermosas muchachas con las que me cruzo cada mañana en el camino que les lleva a la universidad. Al advertir sus rostros pálidos y sus miradas ojerosas, que delatan las muchas horas de estudio nocturno, siento una infinita ternura por ellas. Podría dedicar también mi artículo a la no menos delicada directora del FMI, siempre dispuesta a maquinar nuevos azotes en el culito de la clase trabajadora de la holgazana y sureña Europa. Podría escribir sobre tantas cosas que no me comprometan, artículos escapistas lo llamo yo, pero no, esta vez no será así. Toca mojarse. Vamos a ensuciarnos las manos. 

Comencemos. 

Hay muchas maneras de medir el declive español: una es el envejecimiento de la población; otra, que un persona como Pablo Iglesias puede ser el presidente del Gobierno de mi país. Lo que ayer parecía una quimera es hoy una posibilidad inquietante. En su descargo conviene aclarar que él no es el responsable de la decadencia del país: es la consecuencia, no la causa. 

"En estas elecciones, cada uno ha de elegir la manera que desea para suicidarse; puede hacerlo una manera gradual si vota al PP, y directa si confía en Podemos"

Quienes han hecho posible que Iglesias se haga con el poder son los conservadores. Para las futuras generaciones de historiadores queda la tarea de estudiar el desastre que han representado los gobiernos de Mariano Rajoy. Sus políticas han fracturado la sociedad. Dadivoso con los que más tienen, sordo y ciego para atajar la corrupción, indiferente a la suerte de los más débiles, Rajoy, el político esfinge, ha hecho méritos suficientes para figurar en una fe de erratas de la Historia. 

Según sus contados admiradores, Rajoy tiene fama de superviviente, de haber visto desfilar los cadáveres de muchos enemigos. Total, ¿para qué? Resistir a toda costa no siempre es una virtud; al contrario, puede ser un ejemplo de estulticia. Alguien de su partido debería haberle aconsejado sobre la conveniencia de retirarse a tiempo. Pero ya es tarde. El mal está hecho. 

Con estas palabras queda clara mi escasa simpatía por el líder conservador, pero no me pongáis en el brete de tener que elegir entre él o Pablo Iglesias. Porque ¿quién es Pablo Iglesias? Antiguo militante de las Juventudes Comunistas, intentó hacer carrera política en Izquierda Unida pero no lo logró. Como venganza, este joven inteligente y manipulador creó Podemos para explotar el malestar de la población. Podemos nace como una rabieta de su fundador; es el hijo pródigo —o bastardo si se quiere— de IU, organización con la que se presenta a las elecciones generales para asaltar el poder. 

Entre sus méritos, que los tiene, figura el haber vaciado las palabras de su sentido original para que signifiquen lo que él quiere. Iglesias es un prevaricador del lenguaje político. Fue comunista; como bolivariano agitó el odio social en las televisiones; se transformó después en “transversal” y últimamente se presenta como un razonable socialdemócrata. ¿Alguien pone en duda de que, si hace falta, se pasará al liberalismo desorejado de Aznar?

Como profesor algo leído, Iglesias sabe que el lenguaje se utiliza para confundir y ocultar las verdaderas intenciones. Mucha gente le dará su confianza el 26 de junio. Unos saben lo que votan y otros no. Podemos es un conglomerado de una veintena de partidos que tienen el comunismo y el separatismo como ingredientes ideológicos. Extraña pero cierta mezcla. Supone el regreso al pasado —concretamente a 1936— con las tecnologías del futuro. Son, no nos engañemos, la versión 3.0 del Frente Popular. 

¿A qué país se refieren?

Aupados por una juventud sin presente ni futuro, se presentan como “la sonrisa de un país” frente a la campaña del miedo. Admitámoslo sin rubor: no dan miedo, dan pánico. ¿Alguien sensato no lo tendría imaginando que Errejón, Colau y Oltra pudiesen acceder a nuestros datos siendo ministros del Interior o de Hacienda? Pero, además, hablan de la sonrisa de un país sin concretar a qué país se refieren: ¿A España, a Cataluña, a Galicia, tal vez a mi querida La Mancha?

Carezco de vocación de Casandra y, si la tuviera, sé que nadie me haría caso tras leer este artículo. En estas elecciones, cada cual ha de elegir su manera de suicidarse; puede hacerlo lenta y gradualmente en el caso de que vote al PP, o directa y rápidamente si confía en Podemos. Si pensáis votar a estos últimos, recordad al flautista de Hamelín y a todas las criaturas inocentes que le siguieron. La versión moderna del cuento sostiene que el flautista, que en el fondo era un embaucador, acabó dando clases con Noam Chomsky en universidades de Estados Unidos. Del paradero de sus seguidores nada se ha sabido hasta hoy, a escasos días de que España se la juegue, una vez más, a la ruleta rusa. 

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