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Reguetón valenciano: tierra de tópicos pulverizados

Nuestras comarcas no son solo un territorio propicio para los grandes shows del género musical caribeño, tan popular como denostado, sino también un fértil crisol de jóvenes bandas que lo mezclan inteligentemente con otros estilos

| 13/03/2022 | 13 min, 52 seg

VALÈNCIA.- «Perrea, perrea. Mueve tu cucu. Baila hasta descoyuntarte. Por los daddies y las mamis. Por los brodas y las sistas». Más allá de todos los topicazos que asocian el reguetón con una música superficial, banal y sexista, de usar y tirar, esencialmente primaria y objeto de todas las iras de la vieja guardia de roqueros irredentos, que sufren sarpullidos con solo escuchar su nombre, conviene aclarar algunas cosas: se trata de un género nacido hace más de veinte años en Puerto Rico, en abierta fricción con el dancehall, el hip hop y otros estilos del Caribe, y que se ha ido contaminando (en el buen sentido del término) en las últimas décadas con otras músicas como el trap o el r’n’b, propios de la música llamada urbana. ¿Se entiende todo esto o es un lío?

Independientemente de definiciones y etiquetas, digamos que es como cualquier otro género musical. Está repleto de discos y canciones desechables pero también de unas cuantas obras maestras. De álbumes que valen mucho la pena. Como el pop y como el rock. Y de discos y colecciones de canciones que rara vez se presentan como reguetón en estado puro. Estrellas mundialmente conocidas, como los colombianos J Balvin o Maluma y el puertorriqueño Rauw Alejandro, por ejemplo, hace ya algún tiempo que se desmarcaron de eso y en sus discos hacen un poco de todo y dan cancha a muchos otros géneros. Porque lo que está claro es que se trata de un estilo en permanente evolución. Híbrido. Elástico. Customizable. Y de lo que tampoco hay duda es de que lleva años marcando la pauta del consumo masivo de música en el mundo. Es el lenguaje musical común de las generaciones más jóvenes. El que mueve millones de reproducciones en streaming y en YouTube. El que maneja una industria que ya es mastodóntica, repleta de nuevas estrellas que también son nuevos ricos y nuevas ricas. Y contra eso no se puede luchar. Es una realidad. 

Tal y como ocurre con esas grandes estrellas, los músicos que le dan al reguetón en la Comunitat Valenciana tampoco son integristas del género. Ni mucho menos. Lo practican ocasionalmente. Lo mezclan con el trap, con la electrónica o con el hip hop. Y lo cultivan sabiendo que la nuestra es una tierra especialmente acogedora para el perreo: grandes discotecas latinas, como Salomé, K-Ché o Bora Bora, y macrofestivales como el Big Sound o el Latin Fest, que congregan a miles de personas en la Plaza de Toros, el Estadi Ciutat de València o la Ciutat de les Ciències y rivalizan con los buques insignia del pop rock (FIB, Low Festival, Arenal Sound), de la electrónica (Medusa Festival) o del reggae (Rototom), son la prueba más concluyente. Son citas por las que han pasado puntales del género como Don Patricio, Bad Gyal, Bad Bunny o Daddy Yankee, y que han atraído a miles de personas.  

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Las comarcas valencianas son tierra cálida, bendecida por una climatología privilegiada, un temperamento festivo y un innegable gancho turístico. ¿Cómo no iba a ser también territorio propicio para el reguetón?

Derribando prejuicios

«Es un ritmo que invita a mover el esqueleto, como la cumbia o el techno: para nosotros es un ritmo más dentro de nuestro repertorio», dice el argentino Joaco Fuksbruaner (Joaco J. Fox), mitad del dúo Mueveloreina junto a la valenciana Karma Cereza (Carmen Sirera en su DNI). Ellos, como todos los músicos consultados para este reportaje, no son un grupo de reguetón al uso. Simplemente lo añaden a su coctelera, como un ingrediente más. Por la sencilla razón de que no hay músicos ni grupos de reguetón puro en la Comunitat Valenciana. Difícilmente los hay también fuera de nuestras comarcas, pero aquí menos aún, dada la gran diversidad de nuestra escena musical, su rotunda heterogeneidad.

«El reguetón hace tiempo se convirtió en música pop con mayúsculas, y no lo decimos nosotros, lo dice el Chombo (productor) y DJ panameño», afirma Joaco, quien aclara que «hay letras y artistas para todos los gustos, porque música superficial y sexual ha existido siempre, sobre todo en la música de baile, como también han existido siempre puritanos y remilgados que se llevan las manos a la cabeza ante sus letras». 

Mueveloreina, que mezclan reguetón con trap, hip hop, cumbia electrónica y r’n’b, formaron parte del cartel de la última edición del festival Big Sound, cuya edición de 2021 se celebró ante cuatro mil espectadores en el Estadi Ciutat de València, un aforo obligatoriamente reducido a causa de la pandemia, y que espera, para este 2022, multiplicar por mucho su clientela gracias al aforo de la Ciutat de les Arts i les Ciències, del 7 al 9 de julio, con Nicky Jam, C. Tangana o Nathy Peluso entre sus principales reclamos. Una semana antes, el 2 de julio, se celebrará el otro gran festival valenciano de reguetón y músicas urbanas: el Latin Fest, en la Plaza de Toros, con el colombiano Feid como primera confirmación. Este próximo verano es el de la vuelta a la normalidad de los grandes festivales, y ahí el reguetón, propenso como pocos al baile, a la voluptuosidad, al colorido en las gradas y a los grandes espacios abiertos, va a tener singular protagonismo. 

El empresario Paco Machi, por su parte, dirige junto a David Pueyo la discoteca Salomé desde 2014, la única sala de reguetón y sonidos urbanos valenciana que abre todas las noches. Se inauguró justo «cuando la generación de los Bad Bunny y Ozuna empezaba a tomar el relevo a la vieja guardia del reguetón, gente como Daddy Yankee o Don Omar», y dirige también desde hace cinco años los premios Talento Latino, que promueven la integración e intercambio entre las comunidades latinas de España. Nos cuenta que su clientela es mayoritariamente joven (de 18 a 25 años), y que es un fiel reflejo de los flujos migratorios de los últimos años, que han visto como la población venezolana tomaba el relevo a la ecuatoriana, antes mayoritaria. 

La conexión con la identidad lingüística

Curiosamente, el reguetón ha permeado, casi con más fuerza, en el ámbito de la música facturada en valenciano que en castellano. Quizá porque la valencianoparlante (si es que es justo o razonable hablar de escenas por su adscripción idiomática, algo muy cuestionable) es una pléyade de músicos generalmente más mestiza en lo sonoro. 

Un buen ejemplo son Maluks, cuarteto femenino de Benimaclet que lo funde con el dancehall, el reggae, la cumbia o la electrónica. Cuando la revista musical catalana Enderrock hizo una playlist con los principales exponentes valencianos del género, hace casi dos años, las incluyó a ellas junto a Tesa, Pupil·les o Jazzwoman. No era casualidad. «Cabe decir que nosotras exploramos otros estilos dentro de la música urbana, pero creemos que el reguetón es un estilo como cualquier otro, con su cultura, su contexto y sus referentes; un tipo de música que te hace bailar, que es un factor que Maluks siempre hemos defendido como una estrategia muy interesante para lanzar mensajes», dice Marina Bolea, vocalista de la formación que completan Maria Deltell, Laura Honrubia y Núria Pones. «Seguramente el mensaje les llegará mejor…», corrobora. 

De hecho, ellas son, quizá, la prueba más fehaciente de que el reguetón no tiene por qué identificarse con el sexismo ni con la cosificación de la mujer. Maluks son feministas y reivindican la música como herramienta de concienciación social, política y lingüística. El baile no como algo frívolo o meramente escapista sino todo lo contrario: como camino más rápido a la toma de conciencia. «Estamos cansadas de la superioridad moral en cuanto a los estilos de música porque ninguno es mejor que otro, simplemente son distintos ritmos y tonalidades: se puede hablar de complejidad musical porque el reguetón no es complejo, ni armónica ni rítmicamente, pero es que precisamente no es ese su objetivo; no estamos hablando de Beethoven o un virtuoso o virtuosa clásicos», dice Marina. 

En cualquier caso, sin negar la procacidad machista de algunos de los textos del reguetón, que por algo están ahí y escuecen en según qué ámbitos, la vocalista de Maluks matiza que no es algo exclusivo de esa música: «Por supuesto que hay que tener una mirada crítica hacia las letras machistas que ponen a la mujer como objeto sexual y poco más, pero hay que mirar más allá, ya que esto ha ocurrido desde siempre en el rock, el punk o el indie, y no por eso se demoniza esos estilos», dice, antes de recomendarnos a los madrileños Tremenda Jauría, la argentina Sara Hebe o los vascos Dupla y Kai Nakai como buenos «grupos de reguetón alternativo» de otros rincones del estado. 

Del mismo parecer es Mik Kelen (Miquel Garcia), integrante de Cactus, la formación de Muro d’Alcoi que completan David Pascual (Eldemuro), Danny Reig, Buggy, Santy Mataix, Anna Campoy y Alba Tarrassó. Una banda de la cual salió la exconcursante de Operación Triunfo Samantha Gilabert, hoy con una carrera en solitario que mira sin disimulo —a tenor del que fue su primer álbum— al mercado latinoamericano. Kelen acota el territorio: «Venimos del hip hop y del punk rock, pero somos gente que ama la música, que piensa que en todos los géneros se puede encontrar algo bonito, y en este estilo hemos visto un punto donde nos sentimos cómodos: no es un reguetón al uso, pero sí que reconocemos que es algo que predomina en nuestra música y, hoy por hoy, es el género musical más escuchado en todo el mundo». 

Preguntado por las reiteradas acusaciones de sexismo que el género recibe, contesta que lo que deberían hacer quienes piensan así es «traducirse las letras de AC/DC, Guns N' Roses, Manowar, Kiss, Mötley Crue o tantos otros grupos de rock consagrados que hablan explícitamente de violaciones o misoginia: un estilo musical no es ni puede ser sexista; lo que puede ser sexista, es lo que se dice encima de estos ritmos», explica.  

Mezcla de géneros

El reguetón es, al contrario de lo que suelen pensar quienes apenas lo conocen bien, un estilo sumamente dúctil. Muy adaptable. Moldeable. Fácilmente ubicable entre otras formas de hacer música. Se mezcla, crea simbiosis. No podía ser de otro modo, teniendo en cuenta que nace de la fusión. De lo híbrido.

Lo saben muy bien los también valencianos Cándida, quienes han despuntado recientemente con una canción, Canto sin noche, en la que a su habitual receta de jazz, pop, milonga y candombe, añaden ahora algo de psicodelia… y reguetón. Juan Barcala, mitad de uno de los dúos más inclasificables y desprejuiciados de nuestra escena, junto a Candi Imbernón, dice que «tanto en el reguetón como en cualquier otro género musical lo que más les interesa «es el ritmo y las posibilidades de jugar y experimentar con él y levantar una canción a partir de ahí». Por eso, piensa que el reguetón da mucho juego en la potencia de las bases rítmicas y en los bajos gruesos, que se parecen a la murga argentina o la milonga y afirma que «todos ellos tienen en su esencia el tribalismo y los sonidos africanos», y por eso «conjugan tan bien con blues, jazz, rock o dub».

Obviamente, también piensa que no hay estilos negativos por sí mismos, que no hay pecado original por el que culpar a nadie: «Negar un género, a priori, nos parece un error de partida; no decimos que todo te tenga que gustar, pero de ese modo seguro que te estás perdiendo algo. Es como negarse a ver un western porque no te gustan las películas de vaqueros; es tu elección, pero dejarás de ver un montón de películas fantásticas», afirma Juan Barcala. 

Como sensatamente argumentan las demás fuentes consultadas, el problema no es el estilo sino el contenido de algunas canciones. No se puede tomar la parte por el todo. «Es cierto que dentro de este género hay mucho contenido superficial y sexista, y mucha castaña de música, pero de esto también ha habido mucho en el pop o en el rock, por ejemplo», recalca. 

¿Tierra abonada al reguetón?

Ante la pregunta de si la Comunitat Valenciana es un buen lugar para escuchar, bailar o componer reguetón, Juan Barcala dice que «como en todas las grandes ciudades, hay una población lo suficientemente plural y heterogénea como para que se desarrollen este y otros estilos musicales de otras regiones del planeta». La Comunitat Valenciana es una de las autonomías con mayor población inmigrante, y más de un 12% de la ciudad de València es extranjera, con aumento exponencial en los últimos años de la latinoamericana (venezolanos y colombianos, sobre todo), sin excluir —ni mucho menos— la posibilidad, más que real y fácilmente contrastable, de que muchos valencianos de cuna también beban los vientos por el reguetón. 

Joaco J. Fox, de Mueveloreina, abunda en que nadie en este mundo globalizado se puede desmarcar de la corriente general, ni en esta ni en otra ciudad de dimensiones similares: «Si no es el género más escuchado del mundo será el segundo, así que sí, si el pueblo pide reguetón, dale», dice parafraseando con guasa un hit de J. Balvin. 

Por su parte, Cactus piensan que la Comunitat Valenciana «es una buena plaza para todo, para bailar o grabar discos de cualquier cosa, y a la vista está que vivimos en el lugar donde todos quieren veranear y pasar sus mejores momentos». Mientras que Maluks sostienen que «València es un buen escenario para la diversidad artística y también para el arte urbano, con iniciativas que van de la música tradicional valenciana hasta el trap o la música electrónica, con mucha germanor e instituciones que apoyan la cultura», por lo que piensan que sí, que definitivamente, nuestra tierra es acogedora con el género «por ser tan diversa». Y Paco Machi, de la discoteca Salomé, afirma que València es una ciudad incluso más propicia para el reguetón que Madrid o Barcelona, pese a la diferencia de tamaño. 

Desde luego, una de las mejores formas de desterrar ideas preconcebidas y disfrutar sin sesgos apriorísticos de todos estos sonidos es adentrarse en la discografía de cualquiera de los músicos citados. Su forma de combinar ese llamado nuevo pop global que es ya el imparable reguetón con muchos otros influjos es una manera más que saludable de empaparse de ritmos, texturas y melodías que ayudan a explicar los tiempos que vivimos. 

* Este artículo se publicó originalmente en el número 89 (marzo 2022) de la revista Plaza

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