VALÈNCIA.- «Perrea, perrea. Mueve tu cucu. Baila hasta descoyuntarte. Por los daddies y las mamis. Por los brodas y las sistas». Más allá de todos los topicazos que asocian el reguetón con una música superficial, banal y sexista, de usar y tirar, esencialmente primaria y objeto de todas las iras de la vieja guardia de roqueros irredentos, que sufren sarpullidos con solo escuchar su nombre, conviene aclarar algunas cosas: se trata de un género nacido hace más de veinte años en Puerto Rico, en abierta fricción con el dancehall, el hip hop y otros estilos del Caribe, y que se ha ido contaminando (en el buen sentido del término) en las últimas décadas con otras músicas como el trap o el r’n’b, propios de la música llamada urbana. ¿Se entiende todo esto o es un lío?
Independientemente de definiciones y etiquetas, digamos que es como cualquier otro género musical. Está repleto de discos y canciones desechables pero también de unas cuantas obras maestras. De álbumes que valen mucho la pena. Como el pop y como el rock. Y de discos y colecciones de canciones que rara vez se presentan como reguetón en estado puro. Estrellas mundialmente conocidas, como los colombianos J Balvin o Maluma y el puertorriqueño Rauw Alejandro, por ejemplo, hace ya algún tiempo que se desmarcaron de eso y en sus discos hacen un poco de todo y dan cancha a muchos otros géneros. Porque lo que está claro es que se trata de un estilo en permanente evolución. Híbrido. Elástico. Customizable. Y de lo que tampoco hay duda es de que lleva años marcando la pauta del consumo masivo de música en el mundo. Es el lenguaje musical común de las generaciones más jóvenes. El que mueve millones de reproducciones en streaming y en YouTube. El que maneja una industria que ya es mastodóntica, repleta de nuevas estrellas que también son nuevos ricos y nuevas ricas. Y contra eso no se puede luchar. Es una realidad.
Tal y como ocurre con esas grandes estrellas, los músicos que le dan al reguetón en la Comunitat Valenciana tampoco son integristas del género. Ni mucho menos. Lo practican ocasionalmente. Lo mezclan con el trap, con la electrónica o con el hip hop. Y lo cultivan sabiendo que la nuestra es una tierra especialmente acogedora para el perreo: grandes discotecas latinas, como Salomé, K-Ché o Bora Bora, y macrofestivales como el Big Sound o el Latin Fest, que congregan a miles de personas en la Plaza de Toros, el Estadi Ciutat de València o la Ciutat de les Ciències y rivalizan con los buques insignia del pop rock (FIB, Low Festival, Arenal Sound), de la electrónica (Medusa Festival) o del reggae (Rototom), son la prueba más concluyente. Son citas por las que han pasado puntales del género como Don Patricio, Bad Gyal, Bad Bunny o Daddy Yankee, y que han atraído a miles de personas.
Las comarcas valencianas son tierra cálida, bendecida por una climatología privilegiada, un temperamento festivo y un innegable gancho turístico. ¿Cómo no iba a ser también territorio propicio para el reguetón?
* Lea el artículo íntegramente en el número 89 (marzo 2022) de la revista Plaza