En la ficción televisiva, el héroe nunca había sido un ángel de incógnito. Michael Landon se encargó de solucionar esa ausencia inventándose a Jonathan Smith, un ángel con una misión: ayudar a las personas a pasar por determinados trances. Una vez cumpla con el cupo de bondad exigida por el Jefe —adivinen quién manda aquí—, conseguirá sus alas y podrá vivir en el cielo. Así que Jonathan —que en su vida terrenal murió víctima de un cáncer de pulmón—, llega a la tierra mimetizado de hombre corriente. Hasta su nombre, Jonathan Smith, que es como si fuera español y se llamase José Fernández, es de lo más común. Necesitado de un cómplice, hace buenas migas con Mark Gordon, un expolicía gruñón y escéptico que, al principio, no se fía un pelo de la historia que le está contando Smith. Al final accede a participar en esta misión divina y redentora y le acompañará en una road movie televisiva de más de un centenar de capítulos, yendo de ciudad en ciudad, cambiando de personalidad, para poder ayudar al prójimo.
Se puede decir que a Landon siempre le tiraron mucho los temas religiosos y espirituales. Ya los había explotado a gusto y con éxito en su anterior creación, La casa de la pradera, una serie que, además de darle combustible verbal para sus ocurrencias a Chiquito de la Calzada mucho tiempo después, se convirtió en el primer sermón televisivo de tapadillo del que se tiene conocimiento. Los personajes sufrían todo tipo de desgracias, pero los Ingalls se encomendaban a Dios y gracias a él superaban los infortunios, tanto daba que alguien se quedara ciego o cosas peores, ellos salían adelante gracias a su fe. La serie fue un éxito y Landon, que antes había formado parte del elenco protagonista de Bonanza (¡Chiquito de nuevo!), ganó mucho poder en la NBC, que lo tenía como uno de sus rostros emblemáticos y lo sacaban constantemente aquí y allá. Un viernes por la noche, mientras el actor iba por Beverly Hills a recoger a su hijo y se vio atrapado en un atasco, bocinazos, gritos, mal humor, se preguntó: «¿Por qué estamos siempre tan enfadados?». Allí, atrapado entre decenas de autos, llegó a la conclusión de que el mundo sería mucho mejor si en lugar de cabrearnos nos dispusiéramos a hacer el bien. Esa fue la génesis de Autopista hacia el cielo.

La NBC le compró la idea de inmediato. Landon y la cadena eran conscientes de que un proyecto así albergaba riesgos y cosecharía rechazo. No había tiros ni persecuciones, solo humanidad y sentimientos. Se ofreció a hacer dos pilotos, el segundo gratis en caso de que el primero no funcionara. Pero la NBC le dio luz verde y la serie se estrenó en otoño de 1984. Nadie discutió en ningún momento quién sería el protagonista. Landon también eligió a su escudero. El actor Victor French había trabajado con él en La casa de la pradera. Se llevaban bien, aunque parece ser que no fue ese el único motivo de la elección. Las malas lenguas aseguran que a Landon no le gustaba compartir pantalla con hombres más jóvenes y guapos que él. French, maduro y de barba hirsuta, era perfecto: su aspecto de camionero malhumorado hacía que los rizos de Landon brillaran más. Lo cierto es que, a medida que avanzaba la trama, Mark se sentía cada vez más apegado a su amigo celestial y a veces ponía trabas para que tardara más en alcanzar su objetivo de subir al cielo por el ascensor privado. Y es que no todo iba a ser bondad de libro, menos mal. En cada nuevo capítulo, la pareja aparecía en una ciudad, cobraban una nueva identidad y conseguían un nuevo trabajo (lo bueno de trabajar para Dios es que no haces colas y te libras de pelear con los funcionarios de la Administración). Los objetivos que les marcaba el Jefe: aliviar a personas que pasaban por un duelo, a víctimas de injusticias sociales y a enfermos con muy pocas posibilidades de salvación. Entre este último grupo solía haber niños. Y resolver, lo que se dice resolver, resolvieron poco, porque los enfermos palmaban. A cambio, aportaban apoyo espiritual a los afligidos, un apoyo muy bíblico, muy cristiano. Por su parte, los telespectadores —esta era una serie que se emitía en horario familiar— lloraban a moco tendido en familia más aún que con La casa de la pradera.
Autopista hacia el cielo fue cancelada cinco años más tarde. Nunca fue un gran éxito, pero durante sus primeras temporadas se mantuvo con dignidad entre los programas más vistos. Hasta que empezó a decaer. La NBC se cansó de ella y los capítulos de la última temporada se emitieron a salto de mata, sin continuidad ni lógica. Un episodio ambientado en Navidades se estrenó en agosto. Aquello marcó el fin de la relación entre Landon y la NBC. En cualquier caso, la serie estaba condenada. Cuando se rodaron los últimos capítulos, French estaba ya enfermo del cáncer de pulmón que acabó con él meses después de que la autopista hacia el cielo fuese cortada para siempre. Murió con 54 años, la misma edad con la que falleció Landon, tres años después, debido a un cáncer de páncreas.

La serie en datos
Duración: Cinco temporadas emitidas entre septiembre de 1984 y agosto de 1989. En España se estrenó en 1985 en TVE, que la emitía los domingos al mediodía.
La sintonía: La compuso David Rose, responsable también del tema central de La casa de la pradera.
¿Cómo verla?: En DVD y Blu-Ray.

* Este artículo se publicó originalmente en el número 129 (septiembre 2025) de la revista Plaza