VALÈNCIA. A la quinta fue la vencida. Alicante ya tiene a su Club de Regatas inmerso en la vuelta al mundo. No era de recibo que en una salida de vuelta al mundo, la ciudad organizadora no tuviera en un sitio privilegiado a su club. Era lamentable, pero claro, si echamos la vista atrás, nos encontramos con que ni el club ni la dirección de la Volvo Ocean Race ni los políticos tuvieron ningún interés en que esto fuera así. El Real Club de Regatas de Alicante está dando un giro de 180 grados en su política, tanto deportiva como social. Su presidente, Miguel López, en su segundo mandato lo ha logrado. Ha invitado a los nuevos regidores de The Ocean Race a que cuenten con la entidad para darle a la salida de la vuelta al mundo con escalas y por equipos la vitola de regata respaldada por un club importante.
Cuando llegó la Volvo Ocean Race a Alicante los astros permitieron que se juntaran dos inútiles: Knut Frostad, un guiri prepotente y que veía cómo su gestión hundía cada vez más a esta gran regata, y Juan Rodríguez Marín, un senador obsoleto, carente de ideas y en fuera de juego que también estaba llevando al Real Club de Regatas al ostracismo. No se pusieron de acuerdo o no quisieron ponerse de acuerdo. El caso es que Alicante era puerto de salida de la regata de la vuelta al mundo y no tenía el respaldo de ningún club, a pesar de que desde varios estamentos recomendaban a las partes que era necesario contar con el Real Club de Regatas de la ciudad. Así pasó, que lo que era el Everest de la vela se convirtió en una vuelta por el mundo sin otro sentido que el comercial.